Entre Moby Dick o una pescadilla, un pescador ni se lo piensa. Hombre, ¿en qué nevera cabe un cachalote? ¿Cómo te haces la foto para presumir con los amigos? Un cachalote con mala leche entraña tremendos problemas logísticos, reclutar arponeros, solicitar permisos de pesca o de caza mayor. No digamos ya si al cachalote le da por defenderse y llamar a sus amigos. Por eso entre perseguir una pescadilla o perseguir ciento cinco millones de euros, la justicia en España no lo duda: a por la pescadilla.Voy a ver si me explico.
El Tribunal Supremo, nada menos, ha corroborado una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, que confirma el despido improcedente de una empleada de la sección de pescadería del Mercadona a quien se le ocurrió regalar a una clienta una pescadilla que iban a tirar a la basura. Con su actitud irresponsable, la mujer por poco se carga el balance de cuentas de la empresa, lo cual a su vez podría haber desequilibrado los presupuestos generales del Estado y la economía de la zona euro.
El Efecto Pescadilla preconiza que una pescadilla a punto del pestazo en el Mercadona puede formar otro agujero negro en Bankia. Por eso los jueces del Tribunal Supremo se vistieron la toga, se reunieron, deliberaron un buen rato y al final fallaron a favor de la empleada y en contra de la pescadilla. Digo, del Mercadona. No fue nada fácil, tuvieron que desempolvar tratados en latín y repasar sentencias históricas, como una del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía referente a seis kilos de cochinillo no aptos para el consumo humano. Es lógico que, preocupados con las fechas de caducidad de los productos perecederos en los mercados, a los jueces les prescriban las tramas de corrupción millonarias, las malversaciones públicas, los ERES andaluces, la interminable romería de borbones, Ratos, Fabras y otros imputados perecederos. No tienen tiempo para investigar, por ejemplo, la minucia de dónde habrán ido a parar los ciento cinco millones de euros que se han perdido durante el proyecto del célebre Campus de la Justicia que elaboró el gobierno de Esperanza Aguirre. Que al final va a quedar como la obra maestra de Norman Foster: diez millones y pico de euros por los planos de un solar con una hormigonera.
Como muchos otros neoliberales, Aguirre defiende la propiedad privada en público y la pública en privado. Porque hay que ser muy liberal con el dinero público para despilfarrar ciento cinco millones en una chapuza que se ha quedado en nada.Tan liberal como para reclutar un equipo de colaboradores en busca y captura en los que unos alquilaban colegios públicos a novecientos mil euros la pieza mientras otros iban desmantelando hospitales en privado. Un imputado más y en vez de un proyecto de gobierno a Aguirre le sale el guión de El padrino. Entre Aguirre y los desmanes de Gallardón en la capital, lo extraño no es que no consiguieran Eurovegas: lo extraño es que no regalaran La Paz junto con media Castellana al sacar tres gaviotas en una tragaperras. Con leviatanes de ese tamaño y ese peligro, se entiende que los jueces opten por la pescadilla.
Comentarios
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