Por estas fechas nunca falta un arzobispo para terminar de alegrarnos las fiestas. Bueno, la verdad es que en este país cualquier fecha es buena para que un obispo o un arzobispo, o tres o cuatro, echen su cuarto a espadas, que casi siempre suele pintar bastos. Cuando no están comparando el matrimonio homosexual con la zoofilia, se ponen a explicar la psicología de las relaciones sexuales, a hacer apología de la pederastia o a comparar la fecundación in vitro con un aquelarre químico. El caso es que el sexo no se les cae de la boca, dicho sea metafóricamente, aunque a veces parece que no.
Para demostrarlo ahí está el caso del obispo de Mallorca, Javier Salinas, que montó un grupo de oración con una señora de la alta sociedad, Sonia Valenzuela, con la que rezaba como un loco. Rezaban juntos por la mañana, por la tarde, por la noche, se telefoneaban de madrugada para seguir rezando y hasta intercambiaron anillos de oración. Al final el marido, mosqueado, les puso un detective que descubrió con gran escándalo que, en efecto, sólo estaban rezando.
Braulio Rodríguez, arzobispo de Toledo, ha sido el penúltimo experto eclesiástico en meterse en casulla de once varas al afirmar, sobre la violencia de género, que "frecuentemente la reacción machista tiene su origen en que ella ha pedido la separación". Debe de ser que el arzobispo ha realizado un análisis estadístico basado en las confidencias de mujeres maltratadas en el confesionario o quizá le haya inspirado directamente el Espíritu Santo, que también estuvo a punto de disolver el matrimonio de José y María cuando se interpuso entre ambos disfrazado de palomo. Lo más probable es que el arzobispo haya hecho como el autor de aquel manual de medicina para hipocondríacos que me regalaron hace décadas, quien advertía al lector imprudente: "Todo lo que sé sobre medicina lo he oído por ahí o me lo he inventado".
Esta obcecación cerril y reverenda por el sexto mandamiento me ha hecho replantearme seriamente volver a leer despacio, uno por uno, los cuatro Evangelios, a ver si se me ha pasado algo por alto. No recuerdo yo que Jesucristo dedicara mucho tiempo en sus prédicas a las bajas partes, la coyunda y las relaciones maritales. Probablemente los leí mal en su día o no supe interpretar esas cenas y reuniones de apóstoles que, vistas desde el prisma de las homilías episcopales, debían de ocultar verdaderas orgías a calzón quitado y botellón abierto. A lo mejor me equivoco pero me parece que Jesucristo hablaba sobre todo de ayudar a los pobres y cuidar de los enfermos mientras que despotricó siempre de la fea costumbre acumular bienes y juzgar al prójimo, actividades favoritas de la iglesia española. Sí, seguramente me equivoco, porque el último año la Conferencia Episcopal ha invertido mucho más dinero en ese carrusel de porteras llamado 13tv que en Cáritas. Seguro que no lo han hecho sólo por joder.
Comentarios
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