Partidarios y detractores ayer coincidieron en señalar que ayer, durante la apertura de la XII legislatura, el rey hizo un discurso de índole claramente política. No sólo por alabar la "responsabilidad" y la "generosidad" del PSOE, cuando traicionó la confianza de sus votantes al echar por el retrete sus principios y promesas electorales, sino también por felicitar al presidente del gobierno por haber obtenido la confianza de la cámara mediante un chantaje democrático: o me votáis o vamos a otras elecciones. Vosotros veréis.
La verdad es que en cuestión de confianza a sus ilustre señorías no se les puede pedir más: nada menos que confiar en Mariano. Otra vez. Un hombre que, para buscar apoyos, no ha hecho otra cosa desde el pasado diciembre que sentarse de brazos cruzados y esperar que la gravedad hiciera el resto. Nadie puede negar que este ejercicio de paciencia newtoniana ha dado sus frutos, la presidencia ha caído por su peso del mismo modo que a Newton le acabó atizando en el coco una manzana. Como postre, el rey le deseó a Mariano "muchos éxitos en el ejercicio de sus responsabilidades", tal vez una alusión velada a la destreza con que envía SMS de ayuda a conocidos delincuentes de su partido, habilidad que, tal y como se presenta la legislatura, parece que le va a hacer falta.
En efecto, en el mismo momento en que el borbón tocaba la campana de la nueva legislatura, dos flamantes hechos delictivos del PP eran del dominio público. El primero de ellos, que el espionaje colombiano al ex presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, fue obra de las cloacas internas del PP; que dicho espionaje nos costó 300.000 euros a los ciudadanos; y que la instrucción del caso tras la correspondiente denuncia recayó en un magistrado hermano del director general de Esperanza Aguirre. Todo queda en casa, incluida la pastizara de dinero público. El segundo, que Gabriel Amat, alcalde de Roquetas de Mar, líder del PP en Almería y presidente de la Diputación en la misma provincia, había estado otorgando durante quince años licencias urbanísticas a una empresa en la que el propio Gabriel Amat figuraba como accionista. "España no puede negarse a sí misma" ha dicho con solemnidad el monarca y ahí está el PP para corroborarlo.
Por todo ello, nos permitimos discrepar de la corriente general y precisar que la intervención del rey en el Congreso fue ante todo metafísica. Habló ante todo de las esencias patrias, de un presidente instalado en su mismidad y de una España eterna que continúa siendo una, grande y libre. Que hace lo que le da la gana, vaya. Por eso el alcalde de Roquetas de Mar se concedió licencias urbanísticas a sí mismo y por eso los compañeros de partido de Ignacio González contrataron a una agencia para que grabara su periplo por Cartagena de Indias, un trabajo cuyo pago se realizó mediante un intermediario que pagó con facturas falsas. Unos aplaudieron mucho el discurso del rey y otros se quedaron de pie en silencio, guardando un minuto de silencio por España.
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