Punto de Fisión

Opiniones de mierda

En España se está viviendo un alarmante déficit de democracia, hasta tal punto que el país parece una sucursal de Eritrea o de Corea del Norte. La ideología de género oculta una dictadura que quiere imponernos la aberrante idea de que los homosexuales están sanos. El feminismo ataca de raíz los principios de convivencia al pretender que hombres y mujeres gocen de los mismos derechos y sean considerados iguales ante la ley. Pedro Sánchez es un tirano insensato que dio un golpe de estado ayudado por una horda de separatistas, comunistas y bolivarianos (hablando de bolivarianos, Nicolás Maduro es otro dictador odioso). No se permite a honestos empresarios irrumpir libremente en hospitales públicos, institutos y colegios para desbaratar los obsoletos mecanismos estatales y colocarlos al mismo nivel de eficiencia que las eléctricas y las prospecciones energéticas de Florentino Pérez. Se coartan los derechos fundamentales de otros honestos empresarios al impedirles ejercer la libertad de alquilar esclavos.

La ventaja de vivir en un mundo al revés reside en que, si te acostumbras y la sangre deja de regar el cerebro, es el mundo de todos los días el que parece bocabajo. La ley de la gravedad hace el resto y la tierra parece un cielo al alcance de la mano mientras el cielo toma el lugar de la tierra. Desde esa perspectiva singular, el golpe de estado de 1936 vino a poner orden a un desbarajuste infernal y los cuatro decenios de franquismo fueron una democracia tan tranquila y pacífica que los españoles ni siquiera tenían que perder el tiempo yendo a votar o leyendo las chorradas de los periódicos.

Puede parecer exagerado pero ya hay millones de compatriotas que piensan haciendo el pino y uno de los problemas de la democracia es que cuando la mayoría decide comer mierda y beber cianuro, no sirve de nada hacer dieta. Les ocurrió a los alemanes en 1933, quienes en las elecciones generales permitieron que controlara el parlamento un partido que abogaba por la abolición de los derechos fundamentales: libertad de expresión, de reunión, de asociación y de prensa, entre las principales. Puesto que, al parecer, la historia tiene la manía de repetirse, todavía no se ha habilitado ningún procedimiento para que la democracia sea inmune a la invasión de los elementos dañinos que pretenden destruirla.

Porque ni el igualitarismo, ni el relativismo, ni la Teoría de la Relatividad General consisten en que todas las opiniones sean respetables y todas las ideas válidas. Ni la Tierra es plana, ni las mujeres son ciudadanos de segunda, ni los negros seres inferiores, ni los homosexuales enfermos, y si alguien expresa esas monstruosidades en voz alta no sólo no defenderé con mi vida su derecho a decirlo (horripilante cursilería donde las haya) sino que si las dice a mi lado sería mejor que se callara. El obispo de Alcalá, la Conferencia Episcopal y el Vaticano pueden decir misa, pero su opinión respecto a la homosexualidad, como respecto a otros tantos temas, es una errata histórica felizmente superada cuya erradicación ha costado -y sigue costando- maremotos de sangre y océanos de dolor. Más les valdría cerrar la boca en esas y otras tantas cuestiones y seguir las enseñanzas de Jesucristo: Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

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