En El hombre en el castillo, tal vez la única novela con la que logró algo de notoriedad en vida, Philip K. Dick imaginó un mundo donde el fascismo había ganado la Segunda Guerra Mundial y Estados Unidos estaba dividido en una zona bajo dominio japonés y otra bajo dominio nazi. Uno de los momentos más perturbadores de la novela es el capítulo en que un anciano japonés, sentado en un banco en la bahía de San Francisco, pega una cabezada y al despertar ve la estructura formidable del Golden Gate, el emblema de una anomalía histórica donde el Eje ha perdido la guerra.
El problema de la ucronía de Dick es que (cuando escribió el libro, allá por los años 60 del pasado siglo, e incluso bastante tiempo después) en el mundo había, al menos, un lugar donde el fascismo había triunfado y continuaba resistiendo lo mismo que la aldea de Asterix cercada por el imperio romano. Netflix acaba de estrenar un documental de producción alemana cuyo título (La verdad sobre Franco: la dictadura olvidada de España) explica unas cuantas cosas, en especial la amnesia voluntaria e involuntaria con que las naciones occidentales obviaron el último reducto del fascismo europeo, un régimen no sólo criminal en esencia sino hijo legítimo de las dictaduras de Hitler y Mussolini, los amiguetes que le ayudaron a ganar la Guerra Civil.
Los cuatro episodios del documental alemán-el quinto no es más que un resumen- no descubrirán nada nuevo a quien se haya molestado en informarse y leer algo más que no sean los tebeos de Pío Moa y demás propaganda franquista. Se enumeran las diversas atrocidades del régimen, los campos de concentración, el despiadado exterminio de rebeldes y opositores, la hambruna que exterminó poblaciones enteras, el secuestro generalizado de bebés bendecido por la iglesia, el saqueo prolongado de un país en beneficio de unos cuantos caciques, el atraso económico, industrial y cultural que provocó el éxodo de casi millón y medio de españoles. Historiadores del prestigio de Anthony Beevor, Ángel Viñas y Paul Preston no tienen el menor empacho en tachar a Franco de asesino y genocida. Cuando tenía ocho años y su hermana Pilar le aplicó una aguja al rojo vivo en la muñeca, el futuro Caudillo exclamó: "¡Cómo huele la carne quemada!". Ese rasgo apuntala la idea de que Franco no conocía el miedo, pero más bien lo que señala es que era un psicópata de tomo y lomo, un cacho de carne con ojos al que no le interesaba el sexo, ni la bebida, ni los placeres de la mesa, y que sólo disfrutaba con el ejercicio del poder y el asesinato de lo que le pusieran por delante, perdices, atunes o personas.
Corre por ahí la idea de que Netflix no ha querido publicitar el documental, ni siquiera lo ha doblado al castellano, no se sabe muy bien si para no molestar a ese inmenso nicho del electorado español que todavía cree que Franco era un santo que inició una cruzada para salvar a España del comunismo o bien para no molestar a ese otro montón del electorado español que cree que Franco era un botijo. El espectador poco informado descubrirá, entre otras cosas, que la intervención alemana en la Guerra Civil empezó mucho antes de la Legión Cóndor, con los contactos entre Franco y el almirante Canaris, que permitieron el traslado de las tropas desde África a la península, y que España fue un paraíso y un puerto seguro para una buena patulea de refugiados nazis hasta muchos años después de los juicios de Nuremberg.
Es extraño escuchar los testimonios de historiadores y testigos españoles doblados al alemán y con subtítulos en castellano, un efecto casi tan extraño cómo escuchar a Franco en sus peroratas en inglés del Ferrol, leyendo sin levantar los ojos del papel, donde seguramente le habrían escrito una transcripción fonética. Philip K. Dick hubiera flipado mucho con todo esto, pero a ver qué iba a escribir que superase un NODO. Sin embargo, el verdadero momento cómico del documental viene a cargo de Serrano Suñer, un hombre que no sólo se atrevió a ponerle los cuernos a la hermana de Carmen Polo sino que además hizo el papel de cuñado por antonomasia: "Calla, Paco -le decía a Franco su mujer en la mesa-, y haz caso a Ramón, que sabe más que tú de estas cosas". En cuanto a Carmen Polo, más de uno va a descubrir, igual que este año con el premio Planeta, que en realidad detrás de ella había tres tíos y ninguno de ellos era el general Mola.
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