Este año la noche de Halloween se celebra en Madrid con un poco de retraso. Con unos días y unos noventa puntos de cociente intelectual de retraso. En España la Noche de Todos los Santos suele conmemorarse mediante representaciones del Don Juan Tenorio, la obra teatral de José Zorrilla donde la merecida condena del galán a los infiernos se sustituye por una salvación in extremis gracias a la intervención del espectro de doña Inés, que logra llevárselo del brazo a los cielos. Al público madrileño, siempre tan culto y tradicional, le ha molestado mucho el reparto con el que la compañía del Gobierno en funciones ha aderezado estos días el espectáculo: Pedro Sánchez en el papel de don Juan Tenorio, Núñez Feijóo en el de don Luis Mejía, Yolanda Díaz como doña Inés, Oskar Matute como el capitán Centellas y Jordi Pujol como el Comendador de Calatrava después de muerto.
Por lo general, los críticos teatrales no entienden las innovaciones ni las adaptaciones de obras clásicas, menos aun cuando más de uno ha escrito que este año don Juan iba a follarse a 47 millones de españoles en lugar de a un centenar de doncellas y novicias. No se sabe a dónde va a llegar la moda del posmodernismo, la verdad. Hemos visto a don Juanes en el Lejano Oeste, a don Juanes pandilleros, a don Juanes banqueros y a don Juanes neonazis, pero eso de que estrenen un don Juan socialista hablando en catalán ya es pasarse de posmodernos.
Los forofos del Tenorio de toda la vida han salido a manifestarse en la calle Ferraz, sede de la representación, y allí han expresado su descontento mediante pancartas, cacerolas, abucheos, pitos, banderas constitucionales y de las otras. Algunos despistados confundieron a este grupo de intelectuales con una piara de fascistas, pero los gritos de "¡Viva Franco!" que salpicaban de vez en cuando los disturbios no tenían mala fe. Unos iban por darle el papel protagonista a Franco Nero y otros en recuerdo de Franco Battiato.
El caso es que en Ferraz se juntaron, por un lado, los críticos descontentos con esta nueva versión del Tenorio y, por otro lado, los incondicionales de la fiesta de Halloween, una verbena de importación traída desde los Estados Unidos en la que pudimos ver, entre la muchedumbre de zombis de clase alta, una alianza cultural simbolizada por un viejo casco de los Tercios y un escudo de Superlópez. Muchos cayetanos iban disfrazados de demócratas, muchas señoras se confundieron con el horario a misa, pero el mejor disfraz de todos era el de Esperanza Aguirre, que cortó el tráfico recordando los tiempos en que la lideresa arrolló la moto de un agente de movilidad y se dio a la fuga al estilo del Torete.
Entre que Halloween ya había pasado y los desfiles de Carnaval todavía quedan lejos, los antidisturbios no sabían muy bien qué hacer y al final se decidieron por hacer su trabajo a base de cargas, porras y gases lacrimógenos, como si una horda de pobres hubiese tomado las calles en Vallecas. Los zombis cayetanos, pobrecillos, tampoco comprendían nada de lo que estaba ocurriendo: no llevan muy bien eso de que los policías no hagan de mayordomos y de que el presidente del Gobierno pacte con quien le da la gana. "España acaba de despertar, hijos de puta" decía uno sobre las nueve de la noche. Tres horas más y les sale un aquelarre facha.