No falla, cada año tenemos que soportar la misma matraca de gente que se escandaliza porque, en la Cabalgata de Reyes, cogen a un señor blanco y le pintan la cara de negro en vez de contratar directamente a un señor negro. En Sevilla ha sido el acabose, porque aparte de haber embadurnado a Baltasar de betún, me lo han vestido de torero y le han echado encima unas cortinas. No estaba muy claro si el hombre iba disfrazado de matador venezolano, de balcón a las tres de la tarde, de superhéroe de la Marvel o del negativo de Chiquito de la Calzada, pero esa es la gracia de la Cabalgata de Reyes. Mucha gente no acaba de entender que la tradición no exige contratar a negros para que hagan de Baltasar, al contrario: aquí la tradición consiste en coger a un señor blanco y pintarle la cara de negro.
Por una cuestión cromática parecida -aunque ideológicamente opuesta-, se organizó un lío de mil demonios cuando Disney anunció que iba a sacar una nueva versión de La Sirenita con la sirenita interpretada por la actriz de raza negra Halle Bailey. Muchos niños de cincuenta y tantos años protestaron asegurando que ellos no iban a ver la película, porque les habían jodido la imagen imperecedera de una sirenita blanca y pelirroja o de la Sirenita, aun más blanca, del célebre cuento de Hans Christian Andersen: "Tenía la piel clara y delicada como un pétalo de rosa, y los ojos azules, como el lago más profundo".
Los fanáticos de la pureza racial de la Sirenita prefieren detenerse en el modelo con cola de pez, establecido más o menos durante la Edad Media, sin reparar en que las primeras sirenas conocidas, según la mitología clásica, tenían torso de mujer y cuerpo de pájaro, de ahí el canto con el que cautivaban a los marineros y atraían a las embarcaciones contra las rocas. No quisiera terminar de joderles la ilusión, pero cantar debajo del agua es muy jodido, diga lo que diga Disney. Lo que va ser verdaderamente terrible es el día en que se enteren de que la Sirenita y Baltasar son personajes de ficción.
Creo que fue Borges quien señaló de un actor que era tan limitado que tenía que pintarse la cara de negro para hacer de Otelo. La fea costumbre del blackface viene probablemente del teatro isabelino en general y de la tragedia de Shakespeare en particular, aunque el debate sobre el color de la piel de Otelo todavía colea y hay especialistas que sostienen que el moro de Venecia era de origen español. En cualquier caso, Orson Welles y Laurence Olivier, entre otros, recurrieron al maquillaje a la hora de interpretar a Otelo, teniendo en cuenta tanto la tradición actoral como el posible origen étnico del personaje. Sin embargo, mucho más negro debió de ser Jesús de Nazaret y la tradición lo representa como un rubio de ojos azules, al estilo de la Sirenita.
El otro día estaba viendo Dos cabalgan juntos, uno de los últimos westerns de John Ford, y no me sorprendió nada que utilizara a Henry Brandon, un actor de ojos claros y origen alemán, como jefe apache. Probablemente porque Ford ya lo había utilizado en un rol similar en Centauros del desierto: a Brandon le bastaba untarse la piel de melaza para parecer un indio, incluso rodeado de auténticos indios que no sabían actuar y que estaban ahí para que Brandon no desentonara demasiado. Lo más curioso es que en Dos cabalgan juntos Ford utiliza a Woody Strode -un actor negro con un físico de infarto a quien el año anterior inmortalizó en El sargento negro, su gran oda contra el racismo-, como caudillo apache sin más adorno que un penacho en mitad de la calva.
En el Ayuntamiento de Madrid han pedido perdón por el video de la Junta Municipal de Chamartín en el que aparecía un Baltasar con la cara pintada y que farfullaba con acento marroquí en lo que parecía un homenaje póstumo al humorista Arévalo, recientemente fallecido. Desde el Ayuntamiento explicaron que los actores negros no estaban disponibles y que hubo que recurrir a uno autóctono. Por lo menos, no lo vistieron de torero ni le echaron encima unas cortinas, aunque lo del acento marroquí, de momento, no tiene explicación.
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