Punto de Fisión

El rey sin estrenar 

 

Felipe VI, en su despacho del Palacio de la Zarzuela, en el décimo aniversario de su reinado. / EFE
Felipe VI, en su despacho del Palacio de la Zarzuela, en el décimo aniversario de su reinado. / EFE

Con motivo del décimo aniversario de la coronación de Felipe VI, se han publicado un video y unas fotos del monarca en su despacho. "Despacho", como todo el mundo sabe, viene de "despachar", término que, según el diccionario de la Real Academia, se refiere a: 1) abreviar o concluir un negocio; 2) resolver o tratar un asunto o negocio; 3) encomendar a alguien que vaya a alguna parte; 4) enviar algo a alguna parte; 5) vender género o mercancía; 6) atender a un cliente; y otros significados más o menos metafóricos. Luego la gente se queja mucho del diccionario, pero lo cierto es que no falla ni una.

Los periódicos y semanarios españoles se han apresurado a publicar las fotos con la solemnidad de un reportaje del National Geographic, como si la monarquía borbónica se tratara de un pájaro exótico, una especie en extinción. Este equívoco ha provocado que un montón de gente saliera este domingo a la calle a celebrarlo, a pedir la república, como si la república estuviera en el menú y la extinción fuese ya cosa hecha, sin reparar en que hay recambios biológicos de sobra y que además el rey rebosa salud. Se le ve francamente estupendo, más sano que un roble, casi sin estrenar, listo para otros diez años de reinado y los que hagan falta. Si no fuese por las canas, las fotos podrían tener un decenio —y a lo mejor lo tienen, que cualquier día la IA le saca un doctorado en Física a Froilán—.

Sin embargo, la mayoría de las publicaciones asegura que las fotos están tomadas en el lugar de trabajo del monarca, una exageración desde cualquier punto de vista, ya que el monarca aparece sentado, hojeando unos folios, o bien de pie y mirando por la ventana. En el video hasta se le ve quitando una grapa de unos papeles y escribiendo o subrayando algo, probablemente ensayando la firma para otra ley de amnistía. En la pared hay un reloj, una herencia de Felipe V el Animoso, que está a punto de dar la hora de la merienda. Uno se imagina al fotógrafo intentando que su modelo pose más laborioso, que se note la tensión y el esfuerzo de la jefatura del Estado, pero Felipe VI va a su bola, reinando con la misma parsimonia de esos trapecistas que ejecutan un triple mortal serenamente, sin despeinarse ni sudar.  

Los republicanos, siempre tan maldicientes, aseguran que el rey está en las fotos tan pancho, mirando las musarañas, y que no hace ni el huevo. No comprenden la pesada carga que supone la tarea de representación, la dificultad de representar a todos los españoles, incluidos aquellos que estamos hasta las narices de los borbones: una monarquía restaurada a dedo por un dictador inmundo. Los reyes son reyes a tiempo completo, sin pausas para descansar. Hasta cuando abdican, siguen ejerciendo el cargo más allá de la jubilación. Ahí está Juan Carlos, por ejemplo, que es un no parar.  

El video de Felipe VI me ha recordado a aquel amigo mío que intentó pasar un día entero —fue un sábado, me parece— sin hacer absolutamente nada: ni leer un libro, ni ver la tele, ni jugar al fútbol, ni salir a la calle, ni fumar, ni beber. Nada más que sentarse en un sillón, observar las moscas y sentir el lento goteo del tiempo sobre su cabeza. A las doce de la mañana no aguantó más y tuvo que encender la televisión: logró empalmar el almuerzo y la cena de bostezo en bostezo. Por poco no lo cuenta, nos explicó que al día siguiente estaba hecho polvo. No todo el mundo vale para rey: hay que nacer.

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