Punto de Fisión

Nocilla, qué problemilla

Imagen del último anuncio de Nocilla.
Imagen del último anuncio de Nocilla.

He visto anuncios que vosotros no creeríais. He visto vender mujeres al peso como si fuesen patas de jamón y a tíos cachas marcando músculos y venas hasta en los párpados. No recuerdo si las jamonas femeninas anunciaban un perfume de otro mundo o un reloj de la hostia, puede que me esté haciendo lío y al final el relojero fuese el tío cachas. Todos esos eslóganes se perderán como gallos en un concierto de Bertín Osborne. Es hora de comprar.

Philip Marlowe, el detective de Raymond Chandler, le tiene mucho asco a la publicidad. A menudo se entretiene jugando al ajedrez, examinando la lenta danza de las piezas y las ramificaciones abisales de las variantes. Una noche se pone a reproducir una partida mítica entre dos viejos campeones: "Sesenta y dos movimientos hasta llegar a tablas, un ejemplo inapreciable de la fuerza irresistible que se encuentra con el objeto inanimado, batalla sin armadura, guerra sin sangre y derroche tan elaborado de inteligencia humana como se puede encontrar en todas partes, excepto en una agencia de publicidad".

No estoy muy de acuerdo, especialmente cuando uno piensa en el ingenio que se necesita para crear necesidades ilusorias, contagiar deseos irrelevantes y propagar remedios innecesarios. Hay quien dice que los genios que antes estaban en la Física y luego en la Lingüística, trasvasaron a mediados de los sesenta al arte publicitario, más o menos la época en que Don Draper, el atractivo demiurgo de Mad Men, inventó el amor romántico para poder vender medias. Es posible que en los últimos tiempos la disciplina haya decaído bastante, pero no es fácil conseguir que un producto tan insignificante como la Nocilla esté en boca de todos y se convierta por un día en lo más comentado de Twitter, por delante del fútbol, de Donald Trump e incluso de Javier Milei, que es algo así como un Don Draper al revés, un Don Draper vendiéndose a sí mismo después de emerger de una lavadora encogido, desteñido y con el pelo hecho un Cristo.

La gracia ha sido colocar un Satisfyer, un abuelo, una jovencita y un bote de Nocilla, conjunción terrorífica que, no se sabe muy bien por qué, ha provocado la cólera y el estupor de una legión de fachas. Los fachas son muy sensibles; ya sabemos que no les gusta que les toquen el Valle de los Caídos, ni la fiesta de los toros, ni la unidad de España, pero ignorábamos que tampoco se les puede mezclar la Nocilla con el Satisfyer. Por los niños, dicen, aunque si les mezclan un niño y un cura, entonces ni rechistan. De hecho, me da que muchos todavía no tienen claro de si se trata de un anuncio de Nocilla o de Satisfyer, lo cual tampoco es culpa suya, porque el anuncio resulta bastante complejo para la mentalidad de esta gente. Seguro que más de uno habrá bajado a la farmacia a comprarse un termómetro.

El caso es que han montado un boicot contra la marca que consiste en fotografiar y exhibir gratis botes de Nocilla, asegurar que no van a tomar Nocilla en la vida y escribir "Nocilla", "Nocilla" y "Nocilla" por todas partes. Todo un éxito para una campaña cuyo lema es "Díselo con Nocilla". Lo mejor es que dicen que lo hacen en defensa de los niños, que no puede tolerarse la sexualización de la Nocilla y la indefensión de la tercera edad, con ese anciano que intenta tomarse la temperatura con un instrumento del diablo. Verás qué risa si al cerebro detrás del anuncio se le ocurre ir un paso más allá y poner un cura en lugar de un Satisfyer.

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