A Rocío Monasterio la han cesado a dedo del cargo de portavoz en la Asamblea de Madrid y también la han sustituido a dedo. Es el método habitual de despido y reemplazo en los partidos políticos, los cuales siguen a rajatabla aquella curiosa divisa del capitán de submarinos Frank Ramsey en Marea roja: "Luchamos para preservar la democracia, no para practicarla". Dicho con el empaque y la mala hostia visceral de Gene Hackman, la frase gana muchísimo. Con el dedo se marca el teléfono para mandar a la mierda, con el dedo se aprieta el botón de los misiles en un submarino nuclear y con el dedo se desecha en política a los proyectos fracasados.
No está muy claro por qué Monasterio ya no sirve en el organigrama de Vox, quién sabe, tal vez la pobre no sea lo bastante facha. En ese terreno resulta bastante difícil hacerle la competencia a Ayuso, quien cada día suelta una burrada más gorda que el anterior, aunque más pequeña que el siguiente. Por ejemplo, el hit ayusino de esta semana es "ETA está más fuerte que nunca", no sólo una gilipollez estratosférica sino una indecencia moral que puede pesarse en muertos, en sangre, en plomo y en goma 2. Parece una repugnancia imposible de superar, sin embargo, Ayuso podría hacerlo sin despeinarse en cuanto se lo proponga y más rápido aún sin proponérselo: le basta con abrir la boca.
Según el principio de Ockham, no hay que multiplicar los entes sin necesidad, lo que viene a significar que Monasterio sobra, que Ayuso ya ocupa todo el estrato ideológico de la ultraderecha, incluyendo el alcoholismo libertario y la eutanasia forzosa. Además, ¿cómo competir con una señora que empezó su vida laboral traduciendo a un perro? La paradoja va mucho más allá de cuestiones personales cuando dos formaciones políticas se pelean a muerte en las urnas mientras van de la mano en las instituciones, cantando el Cara al sol en estéreo. Entre el PP y Vox, el votante de derechas se encuentra en el dilema de elegir entre el franquismo de toda la vida -el franquismo made in Fraga, certificado en varias legislaturas y en otras tantas oposiciones- con el franquismo reciclado de unos rebotados del PP que se marcharon de Génova para atrincherarse en la taberna china de Usera.
De cualquier modo, pese a que anda en horas bajas, la repentina eclosión de Vox en el panorama político español tiene mucho mérito. Que apareciera un partido a la derecha del PP parecía un chiste y un imposible metafísico, ya que más allá del PP no podía existir nada, excepto la pared. Sin embargo, contra toda evidencia científica, la ultraderecha española es virtualmente interminable, igual que un tubo de dentífrico donde, siempre que se apriete lo suficiente, sale un poco de dentífrico más. En efecto, creíamos haber llegado al límite con el bigote cuántico de Jose Mari Aznar y la medalla a la Virgen de Fernández Díaz, pero de una ventana salió Abascal con un casco de los Tercios para hacer la mili con cuatro siglos de retraso. En el mismo tubo de dentífrico caben la derechita cobarde y la ultraderechita redundante, pero también Alvise y Dani Desokupa y la Falange y el chino de Usera. Al fondo hay sitio.
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