Este año el disfraz de Halloween del PP es un chaleco rojo de emergencias y la careta de Carlos Mazón, president de la Generalitat Valenciana. Otros años hemos tenido a Mariano Rajoy disfrazado del petrolero Prestige y vertiendo hilillos de chapapote por la boca o a Ana Botella disfrutando de un fin de semana en Portugal mientras aún estaban calientes los cuerpos de las cinco niñas muertas en la tragedia del Madrid Arena. También fueron todo un éxito el disfraz de Federico Trillo vestido de enterrador, confundiendo a paladas restos de cadáveres de militares del Yak 42, y el de Acebes intentando vender la moto de ETA el 11 de marzo de 2004, día del mayor atentado en la historia de Europa.
Hay un montón de máscaras de Halloween para elegir, desde la de Ana Pastor disfrazada del Alvia descarrilado en Angrois, con 80 víctimas mortales y 144 heridos, a la de Juan Cotino en el metro de Valencia, con 47 fallecidos y 43 heridos, pasando por el pavoroso bigote de Aznar escondiendo las armas de destrucción masiva, la autoría del 11-M o lo que ustedes quieran. Sin embargo, pese a la cantidad y variedad de disfraces, ninguno de ellos puede superar el de Isabel Díaz Ayuso con guadaña negando asistencia médica a más de siete mil ancianos enclaustrados bajo llave en residencias, agonizando a solas en medio de horribles sufrimientos.
Puede decir uno lo que quiera de estas máscaras de Halloween, excepto que les falte imaginación a la hora de buscar excusas: la culpa siempre es del mal tiempo, de la mala suerte, de ETA, de Venezuela o de alguien que pasaba por allí. Pese al infame protocolo sanitario firmado por su gobierno, Ayuso responsabilizó de la masacre en las residencias primero a Pablo Iglesias, por comprarse un chalet, y luego a la biología, ya que los 7.291 ancianos se iban a morir igual. Un acta judicial definió al PP como "organización criminal", aunque tampoco sería descabellado definir al partido bajo el epígrafe de "catástrofe natural". A fin de cuentas, votar al PP resulta mucho más peligroso que surfear maremotos, hacer balconing desde un rascacielos o practicar alpinismo en calzoncillos. Votar al PP un deporte de riesgo y se ve que hay gente que le va la marcha.
Para hacerse una idea del desastre de gestión que llevó a cabo Carlos Mazón el pasado martes basta comparar la DANA de Valencia con el huracán Milton -el segundo más intenso jamás registrado en el Golfo de México- a su paso por Florida este mismo año: más de un centenar de muertos y un número indeterminado de desaparecidos en una ciudad de millón y medio de habitantes, frente a 33 víctimas mortales en un área habitada por más de veinticuatro millones de personas. Con el agravante de que en Valencia y en toda España estábamos más que advertidos del peligro del huracán Milton con varios días de antelación mientras que la Generalitat fue a avisar de la riada que se echaba encima a las ocho de la tarde, cuando la riada ya invadía carreteras, arrastraba coches y desbordaba barrancos.
En una perfecta demostración de estulticia, el gobierno valenciano desoyó las diversas alarmas de la AEMET (la primera de ellas, lanzada el viernes 25 por Juan Jesús González Alemán, Meteorólogo Superior del Estado, acompañada de un gráfico, provocó un montón de chascarrillos), hasta el punto de que, a la una y cuarto de la tarde del martes, Mazón salió en una comparecencia pública para asegurar que el temporal se desplazaba hacia la serranía de Cuenca y a eso de las seis de la tarde ya habría amainado en el resto de la Comunidad Valenciana. "Según las previsiones" dijo, aunque las previsiones de la AEMET, publicadas a las ocho de la mañana del martes, eran de alerta máxima en toda la región: "Lluvias de intensidad torrencial. Acumulaciones de más de 90 l/m2 que pueden ocasionar crecidas e inundaciones. ¡Mucha precaución! El peligro es extremo. No viaje salvo que sea estrictamente necesario".
Para terminar de arreglarlo, con cerca de un centenar de muertos certificados y los equipos de salvamento trabajando a destajo, Feijóo se acercó hasta Valencia para exculpar a Mazón y responsabilizar a Sánchez, a la AEMET y al toro que mató a Manolete por no comprar suficientes paraguas. Especialista en gestiones desastrosas, discursos inextricables y echar balones fuera, Feijóo ha vuelto disfrazarse de calabaza de Halloween, demostrando que no sólo no sabe hablar: es que no sabe leer, ni pensar, ni sumar dos y dos. En su día, el PP se opuso con todas sus fuerzas a la creación de la Unidad Militar de Emergencia, obra de Zapatero, y hace un año el PP valenciano presumía de haberse cargado la UME valenciana. En su lugar, Mazón se dedicó a financiar corridas de toros y nombró vicepresidente a un torero de Vox. Los toros que no falten. Viva España.
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