Ya que el verano es una época excelente para pegarse de hostias, los gobiernos del PP suelen aprovechar para para desentumecer los músculos diplomáticos y hacer ejercicio. En el ministerio de Exteriores ven que los michelines se les derraman por la gomilla del bañador e inmediatamente organizan un simulacro de guerra. Les sirve para recordar las glorias de un imperio venido a menos donde antaño no se ponía el sol y ahora lo que no se pone es el ridículo.
En julio de 2002 fue el desembarco en Perejil, donde acudimos con fuerte viento de levante porque unos cuantos moros, con la ignominiosa pretensión de que ramonearan las cabras, nos habían usurpado un islote en la penúltima almorrana de España. Inmediatamente, el ministro Federico Trillo sacó un mapa del Caribe para localizar Honduras y envió una nutrida expedición con florida retórica desempolvada de los tiempos de las guerras de Flandes.
Para distraer al personal del bochorno internacional del caso Bárcenas, lo mejor hubiera sido un remake de Perejil, una pantomima de lucha libre con Marruecos en la verja de Melilla, tres o cuatro moros apaleados después del último incidente y unos cuantos gorilescos golpes de pecho para dejar claro quién manda. Pero la inoportuna visita del rey Juan Carlos a su primo marroquí, con el monárquico intercambio de cromos que ha dejado libre a una alimaña pederasta, nos ha dejado sin el contricante idóneo para tan prometedora velada de boxeo verbal.
Margallo ha tenido que optar entre invadir Cataluña o desempolvar el peñón de Gibraltar. Como Cataluña todavía no se ha divorciado de España, aunque no por falta de ganas, queda fuera de la competencia de Exteriores. Rápidamente Margallo ha llamado a Trillo para que le preste el mapa del Caribe, no vayamos a liarla otra vez con Honduras. Una vez localizado Gibraltar, que es esa roca gorda que está enfrente de Algeciras y que molesta sobremanera a los españolazos de toda clase y condición, Margallo les ha apretado las tuercas a los ingleses con reivindicaciones varias, entre las que destaca "nuestra obligación de controlar a rajatabla el contrabando, el blanqueo de dinero y el tráfico ilícito". Lo de "controlar a rajatabla" suena un poco raro después de una amnistía fiscal general a los grandes defraudores españoles y no digamos después de descubrirse la inmensa fortuna en dinero negro que el antiguo tesorero del PP almacenaba en Suiza. A ver si los asesores de Margallo se han equivocado y en vez de un mapa del Estrecho le han dado uno de los Alpes.
Aparte de la cortina de humo necesaria para tapar las vergüenzas de un gobierno putrefacto cuyo pestazo llega ya a Nueva York, la conga gibraltareña puede servir también para pedir la nacionalidad española para los monos del Peñón, una de las pocas comunidades de antropoides europeos que todavía no se ha pronunciado acerca del caso Bárcenas, ni a favor ni en contra.
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