Del consejo editorial

Amarga retirada (parcial) de Irak

LUIS MATÍAS LÓPEZ

Periodista

Barack Obama recibió dos herencias envenenadas, en Irak y en Afganistán, y prometió liquidar con rapidez la primera de ellas, la más disparatada aventura de George Bush. Año y medio más tarde, el presidente anuncia que el 1 de septiembre sólo quedarán en Irak 50.000 de sus soldados, y que finalizará su misión de combate, en el marco de una estrategia que prevé la retirada total a finales de 2011. "Nuestro compromiso", asegura, "cambia desde el esfuerzo militar al diplomático".

Tras más de 4.000 norteamericanos muertos y 30.000 heridos, Obama no debería apresurarse a cantar victoria. Es cierto que las bajas propias se han reducido mucho al cederse a las fuerzas iraquíes la responsabilidad de las operaciones militares, y que se han asestado golpes letales a la cúpula de Al Qaeda, pero aún pesa más el platillo negativo de la balanza.
La guerra para "implantar la democracia" y eliminar la "amenaza terrorista" (lo de las armas de destrucción masiva fue un chiste macabro) no ha llevado bienestar a los iraquíes (no hay trabajo, ni servicios esenciales), ni restaurado la paz y la seguridad (en julio hubo 400 civiles muertos, el doble que en junio), ni aportado estabilidad política (cinco meses después de las elecciones aún no se ha logrado formar Gobierno). La clave es si los líderes políticos y los 665.000 soldados y policías locales podrán evitar por sí solos que el país se despeñe hacia el caos, la división étnica y la miseria.
Tal vez Obama pase a la historia por algo más que por ser el primer mulato en llegar a la Casa Blanca, pero será difícil que lo haga como uno de los pocos políticos Nobel de la Paz que merecieron el premio. No sólo por Irak, sino sobre todo por Afganistán. Y ojalá que no por Irán.
En el país de Asia Central que no lograron doblegar ni los ingleses en el XIX ni los rusos en el XX, Obama también habla de retirada, pero a largo plazo. Las bajas propias crecen, al contrario que en Irak, y pasan ya de las 1.200 (la de afganos se mide en decenas de miles). Con 66 muertos, julio ha sido el peor mes para la fuerza ocupante en nueve años de guerra. El paisaje social, económico, político y de seguridad es aterrador, el conflicto contagia a Pakistán, y es una opción abierta negociar con los talibanes, lo que casi supondría admitir la derrota. Un agujero negro del que Obama, perdida ya su aura, no sabe cómo escapar.

Más Noticias