La prisión permanente revisable se votó hace cuatro años y entró en vigor un poco más tarde. A lo que parece hasta el momento solo se ha aplicado a un reo. La introducción de este tipo de castigo se justificó diciendo que se ajusta a la Corte Penal Internacional y se hacía equiparable a lo que existe en la mayor parte de países que nos rodean. Por otro lado, se eliminaba la legislación anterior en la que el judicialmente culpable podía estar encarcelado 30 y hasta 40 años. La lista de delitos graves, que ha sido aumentada, no es lo suficientemente clara como para saber si un determinado delito cae o no entre los penados con esta pena máxima. Además, los modos de revisión varían de tal forma que algunos sostienen que en España en vez de disminuir el tiempo encerrado lo aumentaría. Inmediatamente se han enfrentado dos posturas en relación a esta nueva ley. Unos desean que se derogue y otros, por el contrario, que continúe e incluso que se endurezca. Uno de los que más se ha implicado en su derogación ha sido y es, precisamente, el PNV.
Entrar en la discusión, más allá de los datos jurídicos, tiene algo de laberintico. A los que defiende con uñas y dientes una concreta ideología es difícil convencerles de nada, como lo es a los fieles de los partidos políticos que opinarán y actuaran en función de la mayor rentabilidad electoral y entrar en el clásico de si hay que legislar en frío o en caliente es como dar vueltas en un tiovivo. Mas importe es señalar que si bien el que cumple condena ha perdido la libertad, el bien más preciado que diría Don Quijote, mantiene otros de los derechos que tomamos como fundamentales. Por ejemplo, no torturarle, no humillarle, no deshumanizarle con aislamientos intolerables o que no pueda tener contactos adecuados con sus familiares. Tampoco habría que olvidar que es ya casi un tópico afirmar que la justicia es un avance porque supera la bárbara venganza. No es un tópico, sin embargo y aunque suene a incorrecto, señalar que incluso en la justicia más pura hay huellas de venganza. Qué diríamos de la impura.
Más allá de lo dicho, me interesaría señalar algunos aspectos en relación a los presos de ETA. El colectivo SARE está haciendo esfuerzos constantes para que, cosa elemental, se les apliquen aquellos aspectos concretos que tienen que ver con la legislación española. No se está pidiendo más. Ni la luna, solo lo que esta legislado. Por ejemplo, que sean atendidos debidamente los enfermos, que accedan al grado penitenciario que les corresponda y, cosa esencial, que se les acerque a cárceles lo más próximas a su lugar de residencia. Esto se pide una y otra vez y no hay eco sino sordera. De este modo los familiares, que no tienen arte ni parte en lo que se dirima en el ámbito judicial tienen que recorrer kilómetros y kilómetros para visitarles. Con todo lo que ello implica en dinero, inseguridad vial, problemas laborales y familiares y un largo etcétera que a la vista está. Todo sigue, a lo que parece, sin embargo, igual. Me atrevería a sugerir algunas de las razones que explican esta actitud de no atenerse a sus mismas leyes.
En primer lugar, el manto de silencio que cubre lo que acabo de decir. No se verá casi una letra en los medios de comunicación generalistas y que son los que llegan a mayor número de personas. Informaran cualquier banalidad o silenciaran un desfalco. En este caso, por el contrario, es como si esa parte de la realidad hubiera sido amputada. En segundo lugar, y está en relación con lo anterior, la indiferencia de la gente que en cuanto toca algo que cree que le puede causar el más mínimo problema pone como escudo el miedo. Lo correcto y lo correctísimo lleva aquí no solo a no dialogar sino sencillamente no hablar. Y en tercer lugar esa voltereta que han dado algunos con favor logístico para decir lo que quieran y con aplauso de no pocos, ciertos de estos sedicentes izquierdistas. Y es que ahora que ha desparecido Eta se lamentan de que no es que haya desparecido, sino que ha crecido puesto que está en las instituciones del país. Es un despropósito, pero funciona.
No tengo, obviamente, ninguna fórmula para romper ese cerco. Y si la tuviera seria, dado el terreno embarrado en el que nos movemos, echar flores en el mar. Ojalá me equivoque y venza la cordura. Pero mientras tanto ejerzamos la virtud de llamar a las cosas por su nombre.
Comentarios
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