Tras más de 40 años de la Constitución Española de 1978, parecen palpables muchos logros en materia de derechos fundamentales y libertades públicas, en la normalización de la democracia y del pluralismo. Vemos lo avanzado en pro de la libertad de pensamiento y de expresión, en la lucha por la igualdad y la no discriminación, hacia el respeto de la dignidad de la persona y de los derechos humanos.
Cercana la celebración del Día Internacional de la Mujer el próximo 8 de Marzo, los españoles podemos sentirnos orgullosos de ser, en Europa y en el mundo, un país pionero en la defensa de esa igualdad, en la visibilización de las víctimas y en el compromiso de los poderes públicos para la promoción de mecanismos de obtención de una igualdad más efectiva, sobre todo en la lucha contra la violencia de género y en la regulación del matrimonio entre personas del mismo sexo. Se pueden citar la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, La Ley 13/2005 por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio o la Ley Orgánica 3/2007 para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres, que plasmó la transposición de varias directivas europeas.
A pesar de estos logros, la revolución contracultural necesaria para la igualdad real de varones y mujeres, ambas mitades de la población, que nos libere de conductas aprendidas, que ponga fin a la violencia y a la tolerancia ante comentarios y situaciones de trato desigual por el mero hecho de ser mujer, todavía no se ha producido. Los roles y estereotipos de dominación y sumisión, de que la mujer debe ser dócil y satisfacer los deseos del varón, parece que persisten soterrados en la sociedad española, sobre todo relacionados con la sexualidad. Algunas estadísticas evidencian que queda mucho por hacer.
España es el tercer país del mundo y el primero de Europa en consumo de prostitución. Es el burdel de Europa, un paraíso para puteros. Somos el principal destino europeo de turismo sexual. El 90% de las personas utilizadas en la trata de seres humanos con fines de explotación sexual son mujeres. En nuestro país están actuando estas mafias cada vez con mayor impunidad, dada la enorme dificultad de su desarticulación. La mujer prostituida en España, según la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención de la Mujer Prostituida (APRAMP), tiene actualmente este perfil: en un 92% extranjera, de entre 18 y 25 años, de nacionalidad nigeriana, rumana, sudamericana o china, está o ha estado bajo la explotación de estas mafias y, en muchos casos, fue captada cuando era menor.
Según la página PornHub, el año pasado España ocupó el puesto 12 de los países del mundo en el número de visitas a esa plataforma web, que alcanzó los 42.000 millones. Y el 68% de esos visitantes web españoles fueron varones. El video pornográfico más visto escenifica una violación de una mujer por varios hombres. Existen tópicos de búsquedas de prácticas sexuales de un grupo de varones respecto a una mujer que permanece pasiva, eyaculaciones, penetraciones, etcétera. Un 80% de los vídeos heterosexuales tienen algún contenido de insultos, vejaciones o agresiones físicas del varón a la mujer, cuando no escenifican directamente violaciones, muchas de forma grupal. El mensaje que ofrece este tipo de pornografía es que la mujer es un objeto para la satisfacción sexual del varón, que el uso sexual compartido de una mujer por varios hombres genera su hermanamiento y una potenciación de su masculinidad y que el deseo y la voluntad de la mujer es irrelevante, pues aunque se resiste al principio o permanece pasiva y, a veces, drogada o inconsciente, al final termina disfrutando. Actos humillantes sin contenido sexual (como meter la cabeza de la mujer en el retrete) se ofrecen como algo sexualmente excitante.
No existe una evidencia científica sobre consumo de prostitución y pornografía y una mayor violencia sobre la mujer. Pero lo que sí parece evidenciarse es que estos datos dibujan unas conductas culturalmente aceptadas que transmiten el mensaje de que la mujer sirve a la satisfacción del deseo sexual masculino, cosificada, sin voluntad, sin tratarla como persona. En España, entre 2016 y 2019, se han denunciado 166 agresiones sexuales en grupo de varones hacia mujeres, tipo manada.
Hay un discurso destinado a generar un estado de opinión en el sentido de que la igualdad entre varones y mujeres no sólo ha sido ya alcanzada, sino superada, que sostiene que ser mujer resulta un privilegio en España para obtener algún cargo o ventaja pública, que minimiza las situaciones que persisten de violencia contra la mujer, entre otros argumentos, por ser una causa de muerte con datos porcentualmente irrisorios (1.032 entre 2003 y 2019, once ya este año), que postula que el hombre está perseguido, que en las relaciones de pareja puede acabar en la cárcel con la sola denuncia de maltrato por parte de su compañera y que el mantener relaciones sexuales con una mujer es hoy un factor de riesgo, exponiéndose el varón a ser imputado como agresor sexual.
Hay también un discurso que pretende apropiarse de la lucha por la igualdad de forma sectaria, como si la democracia, el pluralismo, el feminismo (como lucha por la igualdad entre varones y mujeres) y la defensa de los derechos humanos fueran patrimonio único de un sexo o de un determinado color político, y busca generar un estado de opinión anti-discrepancia, utilizando epítetos denigratorios para etiquetar a todos los que no defiendan sus postulados.
La democracia y la defensa de los derechos fundamentales es patrimonio de todos, con independencia del género y de la ideología política. Nuestra Constitución parte del pluralismo, del respeto y reconocimiento de la discrepancia. No podemos volver al maniqueísmo simplista, en el que unos son buenos y otros malos. No podemos sustituir la defensa de los argumentos con el insulto a quien piensa distinto. No podemos construir nada si el diferente es un enemigo. Tenemos que convivir en la diversidad y todos estamos interesados en que nuestra sociedad sea más democrática y respetuosa con los derechos. Varones y mujeres, sin importar la ideología, estamos implicados en alcanzar un cambio cultural que rompa las estructuras y esquemas heredados de desigualdad y que permita que nuestros hijos, niños y niñas, vivan en un mundo con las mismas oportunidades, en el que ninguno sea cosificado.
Quizá este 8 de Marzo debamos hacer una reflexión conjunta para consensuar el modelo de sociedad que queremos: un país de igualdad o un país para puteros.
Comentarios
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