A pocos días de que se cumpla un año del comienzo de los confinamientos por la Covid-19, en el que nos hemos adaptado a esta nueva normalidad de mascarillas y distanciamiento social, es importante reflexionar no solo sobre lo que ha sucedido, sino también a lo que nos enfrentamos. Es el momento de escuchar con atención a la comunidad científica, líderes indígenas y activistas animalistas y ecologistas, porque ya nos venían avisando de la alta probabilidad de que esta pandemia o una similar proveniente de la vida salvaje tuviera lugar, pero, además, anuncian que si seguimos por este camino de deforestación y abuso y consumo excesivo de animales las pandemias se sucederán cada vez con más celeridad y frecuencia.
Las mayores pandemias de las que se tiene información tienen un origen zoonótico a través de la infección de animales no humanos a humanos. Se calcula que hasta un 61% de los patógenos conocidos y un 75% de las nuevas enfermedades emergentes que afectan a los humanos son de origen animal (zoonótico). Es por tanto más que probable que la próxima pandemia tenga también un origen animal.
La acelerada pérdida de biodiversidad, fomentada en gran parte por la expansión de mono cultivos como la soja y el aceite de palma en las últimas selvas vírgenes de África, América y Asia está destruyendo las barreras naturales que tenemos los humanos frente a enfermedades como el ébola o la Covid-19. La fragmentación y destrucción de hábitats está acercando a las comunidades humanas a animales con los que normalmente no entraríamos en contacto. Animales que pueden ser huéspedes de enfermedades mucho peores que la Covid-19.
A la masiva deforestación se une el tráfico de animales salvajes. Este es un tráfico internacional que transporta millones de animales vivos o muertos anualmente, generalmente hacinados. Muchos de los que comienzan vivos llegan muertos tras semanas o meses de viaje y rara vez se investiga la causa. Tras el transporte son almacenados junto con otros animales procedentes de otros países o continentes hasta que se realiza su venta. Las famosas imágenes del mercado de animales salvajes de Wuhan no son más que la punta del iceberg, con hasta un 80% de las ventas de animales salvajes para el consumo realizadas por internet o ventas directas a los restaurantes, fábricas y grandes consumidores. Desde su captura hasta su venta, cada individuo animal ha entrado en contacto cercano con otros muchos animales (muchos de ellos de otras especies) portadores de patógenos que pueden infectarles, bastantes de ellos con heridas abiertas e hiperventilando por el estrés, con los que han compartido espacios reducidos y cerrados durante días, semanas o meses.
Las granjas de animales salvajes, como las de tigres u osos del sol en el sudeste asiático, encierran de por vida a animales estresados, a menudo enfermos, en condiciones paupérrimas. Estas granjas de una sola especie pueden acelerar las mutaciones de los virus antes de hacer el salto a otros animales. Aquí en Europa las de visón han sido focos masivos de la Covid y millones han sido sacrificados en el último año.
Las granjas, y sobre todo las macrogranjas de cerdos, vacas, pollos y gallinas también pueden ser el punto de origen de la próxima pandemia. La investigación y rastreo del origen y primer foco de la mal llamada gripe española, responsable de la muerte de 50 millones de personas en el siglo XX, condujo a una granja de cerdos de Kansas; el ántrax proviene de una población bovina; y aún actualmente seguimos teniendo focos intermitentes de la gripe aviar. Al hacinamiento de estos animales se le une las altas dosis de diversos antibióticos que les suministran a los animales, un caldo de cultivo óptimo para bacterias cada vez más resistentes. Animales que, además (cerrando un círculo vicioso que se retroalimenta) consumen la mayor parte de la producción de los mono cultivos que arrasan el Amazonas, como la soja de la que un 70% de su producción está destinada a la alimentación de animales de granja y solo un 6% para el consumo humano. Y como hemos visto estos días con el buque Karim Allah y la orden del Ministerio de Sanidad español de sacrificar a 864 vacas y terneros por un brote de infección fúngica, el transporte de animales de granja se realiza también en demasiadas ocasiones en pésimas condiciones sanitarias.
En un reciente estudio internacional en granjas porcinas los científicos han encontrado el virus influenza A, que puede ser el responsable de una nueva pandemia como la gripe porcina del 2009 y 2010, en el 50% de los animales analizados, especialmente en las áreas de producción porcina intensiva (léase macrogranjas) en países como Alemania, Dinamarca y Holanda. Además, anualmente los cerdos en estas granjas contraen enfermedades como la gripe de los trabajadores de estas, y gracias al hacinamiento masivo en el que se encuentran, el virus puede rápidamente propagarse y encontrar una gran cantidad de huéspedes donde mutar.
Con centenares de macrogranjas que albergan hasta 20.000 cerdos, 70.000 gallinas o 55.000 vacas, en manos privadas que solo buscan beneficios a costa de la salud de los animales y los trabajadores, en decenas de países, incluidos algunos que no disponen suficientes de medios de monitoreo de nuevas enfermedades, es razonable pensar que ante la siguiente pandemia no podremos lavarnos las manos mundialmente y achacar su origen a unos pocos "bárbaros" en otro lado del mundo que comen murciélagos.
Para evitar futuras pandemias no sólo es imprescindible proteger todos los hábitats que quedan, especialmente los que contienen mayor biodiversidad, sino también repensar nuestra dieta.
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