Dominio público

PSOE, año cero

Ana Pardo de Vera

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno. EFE
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, durante una comparecencia en La Moncloa, en marzo de 2020. EFE

El gran perdedor de estas elecciones madrileñas, el único -Ciudadanos es el desaparecido-, es el Partido Socialista. El bloque de izquierdas se ha quedado muy lejos de cumplir con sus expectativas de echar al PP tras 26 años de gobierno con varios casos de corrupción a cuestas; sobre todo, por los resultados de Ángel Gabilondo. Mónica García, la candidata de Más Madrid, ha sido la gran revelación de la izquierda, y no al modo de la estrella rutilante, ni del fichaje estrepitoso y festivo, sino al modo trabajador, propositivo, empático, muy crítica con las políticas neoliberales y contundente con la política de contagios a cambio de bares abiertos ejecutada por la presidenta de Madrid, la ganadora indiscutible e indiscutida de estas elecciones. Parece imposible ganar en las urnas a quien garantiza cervezas, negocios y puestos de trabajo bajo riesgo de contagio de un virus mortal si al que puede ser contagiado le importa un bledo y el que se contagia dice (si llega a tiempo) que, por lo menos, lo intentó. ¿Es justo? Es la democracia.

Más allá de las consideraciones ideológicas y de los mensajes surrealistas de la candidata y su equipo, lo subrayable y, sin duda, responsable de su victoria es una estrategia limada al milímetro, sin desviarse durante dos años en el arte de distraer de su gestión y dirigida a un Madrid harto de pandemia que mirase en clave de futuro. Los muertos y contagiados son ya parte de un pasado nefasto que nadie quiere recordar, salvo para echar la culpa a Pedro Sánchez.

Los milagros no existen en política y eso habría sido si el PSOE hubiera obtenido esta noche los mismos o parecidos resultados que en 2019, cuando Gabilondo ganó a una Ayuso sin plan, sin poder de Gobierno, sin apoyos en el partido y sin nada más que un Miguel Ángel Rodríguez en retiro de la política y reclutado por sorpresa y sin tiempo. Durante estos dos años, mientras García hacía la verdadera oposición a Ayuso y ésta iba construyendo milimétricamente su estrategia para fagocitar a Vox y convertirse en la única alternativa en la (ultra)derecha madrileña y a Pedro Sánchez en La Moncloa, Gabilondo (recordemos, ganador de las elecciones en Madrid en 2019) dejaba hacer y pensaba en su futuro como Defensor del Pueblo, pendiente de un acuerdo entre PP y PSOE para renovar el Poder Judicial. Lo demás, ya lo conocen: el estropicio del intento de moción de censura en Murcia al PP de López Miras, la convocatoria de elecciones de Ayuso (que solo buscaba el momento propicio y eso era de dominio público) y un candidato "soso, serio y formal" para el PSOE-M, el propio Gabilondo, que ni siquiera es soso ni serio. Todo ello, siguiendo con la estrategia del hoy, sin Iglesias, y mañana, con él; del no a los impuestos; de la búsqueda de un centro inexistente a la denuncia del fascismo existente;... Si hoy se quisiera dar forma de ese cacareado "relato" a la estrategia de Gabilondo, habría que recurrir al mago Copperfield para juntar las piezas.

Hace meses, después de las elecciones catalanas, un alto cargo el Gobierno se mostraba inquieto porque había confirmado que este PSOE "no tiene estrategia": gobierna en base a unos principios bamboleantes en función de las fuerzas cambiantes, nacionales o internacionales, y esa falta de firmeza acaba arrastrándolo todo. Con las elecciones de este 4 de mayo, esa reflexión lejana se ha hecho carne en el mismo instante en que Más Madrid sorpassó al PSOE-M. Los socialistas -y me consta que muchos/as están ya en ello- se deben un parón para meditar sobre su presente y su futuro; para saber qué quieren ser de mayores en un mundo de cambios cuyas constantes vitales dependen de fuerzas progresistas en oposición a una ultraderecha, a un nacionalpopulismo que se hace fuerte en España y en Europa con anuncios atractivos para quienes no quieren más responsabilidades que su propio día a día o para quien no tiene intención de ceder ni a uno solo de sus privilegios en pro de una sociedad más sana, más sostenible, más igualitaria, más equitativa y más justa.


Más Madrid está consolidándose, lo que implica que Más País ha recibido su chute de oxígeno también para despuntar ya como un proyecto de medio-largo plazo liderado por Íñigo Errejón. Unidas Podemos inicia un cambio de ciclo con la salida de Pablo Iglesias y el liderazgo de Yolanda Díaz en el Gobierno de coalición, aunque aún está por ver cómo formalizan ese liderazgo orgánico de Podemos. El papel de la ministra de Trabajo, su forma de trabajar, su alta valoración entre los ciudadanos,... frente al amor-odio que se ha volcado sobre Iglesias, será decisivo para este nuevo capítulo de un partido que nació y se desarrolló demasiado rápido, al calor del 15-M y sin apenas echar raíces en los territorios.

La oposición a Pedro Sánchez desde Madrid se adivina pavorosa, sin tregua desde el 5 de mayo, para intentar conquistar La Moncloa (sobre si lo hará Ayuso o Pablo Casado, hablaremos otro día). El presidente y el PSOE tienen dos opciones: entrar en su juego y convertir en protagonista a Madrid, esa comunidad con la que muy poca España se identifica y de la que está seriamente empachada, o definir un rumbo claro, progresista, que no ignore a los/as madrileños pero sí aísle a su Gobierno autonómico, que casi seguro será del PP en solitario con el apoyo externo de la extremaderecha.

La ultravictoria de la derecha trumpista en Madrid no augura nada bueno para la España territorializada, para Catalunya, para Euskadi, para Navarra, para el País Valencià,... Lo que hay que evitar es que el afán nacionalpopulista madrileño contamine al resto del país y eso se consigue asumiendo su pluralidad cada vez mayor y consolidándola desde el Gobierno central, por ejemplo, abriendo de una vez por todas -y sin miedo a la derecha- un proceso de normalización de la relación con Catalunya para resolver el conflicto político, reforma del Código Penal e indulto de presos mediante. Necesitamos transparencia con respecto a los compromisos que se asumen para recibir los fondos europeos, requerimos de una armonización fiscal que acabe con el injusto efecto capitalidad que debe abordarse desde ya -y pese a la llegada de los fondos- de forma multilateral con las comunidades. ¿Qué es eso de dejarlo para más adelante porque ahora tenemos el dinero de Europa? Está España para alardear de billetera.


Salvar a un Gobierno progresista del ciclón trumpista implica un plan, sin duda, pero también valentía y el fin de los complejos frente a una derecha que carece completamente de ellos porque siempre lleva las de ganar; porque ya nació victoriosa en el 78. Madrid es el ejemplo, y que Felipe González, el emérito, su hijo rey y otros de su liga setentayochista estén hoy felices por que Iglesias se retira no debería confundir al PSOE del siglo XXI. Debería animarle a cortar amarras y mandarles a la Historia, aunque sea también la suya.

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