Dominio público

¡Es la calle, estúpido!

Ana Pardo de Vera

Cacerolada contra el Gobierno en el madrileño Barrio de Salamanca, en mayo de 2020.- RODRIGO JIMÉNEZ / EFE
Cacerolada contra el Gobierno en el madrileño Barrio de Salamanca, en mayo de 2020.- RODRIGO JIMÉNEZ / EFE

En una magnífica entrevista de Fernando Navarro a Nacho Vegas, en El País Semanal, el músico asturiano hace una reflexión política sobre la situación actual de la izquierda coincidiendo, además, con la publicación de una encuesta del mismo periódico en idéntico día que alerta sobre el ascenso de la ultraderecha y el desgaste de PSOE y Unidas Podemos, los partidos que conforman el Gobierno de coalición. Leyendo ambas cosas sucesivamente, es imposible no vincularlas y dar la razón al cantautor.

"La calle con la pandemia desapareció", reflexiona Vegas. "La izquierda necesita de activismo político. Necesita la calle. Y esta falta lo ha aprovechado la ultraderecha. Con el escenario 15-M se volvieron a tejer redes. Había un ímpetu por reconstruir. Pero al 15-M se lo comieron los gusanos. La izquierda mainstream nunca lo entendió y Podemos está en declive. Es un partido que buscó el fin, buscó la política institucional antes que la transformadora". El músico termina citando al feminismo y al ecologismo como los dos grandes movimientos actuales.

Efectivamente, las encuestas que se han publicado durante los últimos meses de 2021, como ésta de El País en 2022, plantean más dudas que certidumbres en un escenario preelectoral que ha pasado a ser electoral con la apresurada convocatoria de Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León para ir a las urnas el 13 de febrero. Por un lado, el descontento social es evidente y el Ejecutivo sufre un desgaste lógico tras un desastre como la pandemia que, contra el pronóstico de Pedro Sánchez, continúa y, además, lastra una recuperación donde el mismo presidente se las prometía felices. Y es verdad que nos recuperamos poco a poco, pero de forma muy desigual, con grandes incertidumbres sociales y culturales ante el cambio de modelo vital que nos plantea esta pandemia y varios problemas estructurales de calado, como el precio de la luz.

Hace tiempo que mantengo la máxima de que en política, pocos errores son más perjudiciales para un Gobierno que defraudar expectativas y creo que no me equivoco si digo que, sobre todo, hacerlo es un mazazo para el electorado de izquierdas, "mainstream", como dice Nacho Vegas, o todas las demás. Por razones históricas a las que nos hemos referido y hemos denunciado en varias ocasiones en Público, a la izquierda le cuesta más conseguir el poder y la oposición de derechas no tarda ni un segundo en considerar estos gobiernos "ilegítimos" pese al apoyo inequívoco de las urnas: lo hizo José María Aznar con Felipe González; el mismo Aznar y su sucesor, Mariano Rajoy, con José Luis Rodríguez Zapatero, y hoy, Pablo Casado y Santiago Abascal, con el Ejecutivo de coalición. Cómo estará el patio que hasta Vox utiliza a González como referencia para criticar a Sánchez.


Según el análisis de Belén Barreiro, expresidenta del CIS y presidenta de 40dB, empresa responsable, asimismo, de las encuestas sobre la monarquía de la Plataforma de Medios Independientes (PMI), las conclusiones de la encuesta de El País muestran el apoyo generalizado a las medidas laborales, sociales y económicas del Gobierno de coalición, pero poca simpatía por él, además de una decepción reseñable en el lado de los votantes socialistas consultados; también en los de UP, aunque menos, subraya Barreiro, de cuyo análisis se obtiene una percepción clara de que los votantes de ambos partidos gobernantes consideran que sigue habiendo desigualdad, que las medidas tomadas continúan favoreciendo a los más ricos y que hace falta más ambición en las políticas pro justicia social.

Seguramente, y pese al buen dato para Moncloa de que el PSOE siga siendo el partido ganador a día de hoy en unas elecciones, a la coalición podrían sorprenderle las conclusiones de la directora de la encuesta sobre la falta de simpatía que genera, cuando cualquiera que haga una vida normal en este país sabe perfectamente que las medidas no son suficientes y que hay preocupación por un futuro que se anuncia transformador desde el Gobierno y que apunta a poco más que el reformismo de siempre. Sobre todo, si tenemos en cuenta, en este sentido, el episodio tan ilustrativo de las macrogranjas y Alberto Garzón de la semana pasada, que coleará un tiempo durante el que la (ultra)derecha no soltará el bulo para su campaña en Castilla y León, bien acompañada por un PSOE que parece haber perdido el norte (y sus planes de gobierno) por un momento.

Han sobrado entusiasmo y quizás ingenuidad para una situación aún muy complicada y ha faltado empatía con una parte considerable del electorado progresista, pero, sobre todo, ha faltado una calle que la conciencia del poder de izquierdas siempre ha necesitado como el comer para no encapsularse en sus dinámicas internas y madrileñas, en el amplio sentido de la palabra. "Al 15-M se lo comieron los gusanos", dice Vegas. Y el feminismo y el ecologismo necesitan algo aun más grande ahora, que vuelva a ocupar las calles, conciencie, entusiasme, atraiga, una y expulse al machismo y al negacionismo de ellas.


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