Dominio público

La paz como única solución democrática

Sira Rego

Eurodiputada de Unidas Podemos

Jon S. Rodríguez Forrest

Responsable de Relaciones Internacionales de IU

La paz como única solución democrática
Vehículos blindados rusos en la estación de tren de la región de Rostov, Rusia, el 23 de febrero de 2022.- EFE

Estos días se ha escrito mucho sobre lo que ha ocurrido en la última década en Ucrania para explicar el ataque de Rusia. Está claro que la situación actual no se entiende sin el conflicto abierto en 2014 y el incumplimiento sistemático de los Acuerdos de Minsk que, firmados por todas las partes, tenían la intención de solucionarlo. La penetración de sectores de extrema derecha en el Estado ucraniano hizo que nunca se pusieran en marcha unos acuerdos que contemplaban la reintegración de las repúblicas separatistas del Donbas en Ucrania a cambio de un estatus autónomo y que se contribuyera así a una progresiva militarización de la región. Con los confines orientales de Europa convertidos en un polvorín en el que ha incrementado progresivamente la presencia militar tanto rusa como de la OTAN, sería fácil pensar que las cosas hubieran podido ser de otra manera de haberse tomado otras decisiones.

Pero ahora que las tropas rusas ya están en Kiev, todo lo que no sea una condena inequívoca a esta agresión militar de Rusia y un compromiso firme con el derecho internacional está fuera de lugar. El ataque a un país soberano es injustificable y es responsabilidad de todos los actores internacionales contribuir a una solución pacífica. La guerra es la expresión más atroz de las relaciones humanas, en el que un pequeño centro de poder toma una serie de decisiones que afectan de modo directo a la vida de millones de personas, provocando muerte, destrucción y sufrimiento totalmente injustificables. Por ello es central el compromiso con la paz, que no es un concepto hueco sino un acto de enorme profundidad política. Quienes defendemos la paz nos oponemos a que se genere una respuesta ofensiva ante este ataque, precisamente por lo que supondría una escalada entre potencias nucleares y sus consecuencias para toda la humanidad. La salida fácil es responder atacando, pero la historia nos demuestra la fragilidad e inutilidad de unas respuestas que generan las mismas víctimas que una invasión. Por eso, en estos momentos el ‘no a la guerra’ es la única salida democrática.

La Unión Europea tiene un papel central que jugar en la desescalada. Nos jugamos mucho ante un conflicto de estas magnitudes en nuestras propias fronteras y sería una temeridad hacer una política seguidista de otra potencia con una posición geográfica y unos intereses geoestratégicos muy diferentes. Por ello, más allá del incremento de una política de sanciones que lleva en marcha desde 2014 y que no ha cumplido ni uno solo de sus objetivos – además de haber tenido un impacto real sobre la economía de la propia UE – es necesario que tengamos una verdadera estrategia propia. Una estrategia que en este momento crítico sea capaz de abrir vías diplomáticas con Rusia, ya que forma parte del continente europeo y, por lo tanto, es clave para la pacificación de la región. Sólo así podremos avanzar hacia el fin de los conflictos que en los últimos años no han dejado de sucederse en nuestro vecindario oriental y avanzar hacia un continente de paz.

En esta imprescindible redefinición de la estrategia europea es fundamental que haya una apuesta por reequilibrar la balanza de las relaciones económicas y las dependencias mutuas, particularmente en el contexto de la actual crisis ecosocial. Poco habremos aprendido de la actual situación si no empezamos ya a acelerar el proceso de transición energética para lograr una verdadera soberanía que no nos haga depender del gas ruso o estadounidense. Acabar con la dependencia energética y crear un modelo energético propio, descentralizado, con control público y basado en las energías renovables sería una manera mucho más efectiva de poner fin a cualquier tentación expansionista rusa que todas las sanciones aprobadas.

Al igual que se abre un debate sobre sustituir la OTAN por un sistema de seguridad colectiva propiamente europeo. Ante la manifiesta incapacidad de la Alianza por velar por nuestros intereses y su papel desestabilizador en el continente es imprescindible que planteemos el papel que juega el control de los recursos y sus vías de distribución en este conflicto. En la crisis ecosocial se impone un contexto de escasez creciente, la guerra es un recurso más al servicio de quienes defienden seguir haciendo negocios de forma ilimitada, como si los recursos no fueran finitos y no fuera necesaria la adaptación a esta realidad. Y supone el máximo exponente de una salida reaccionaria y ecofascista al problema del colapso climático. Por eso a la izquierda le corresponde seguir exigiendo el fin de la guerra, seguir planteando el papel central de la paz como eje de construcción política de una salida justa y democrática.

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