Dominio público

El PP de Feijóo y la imposibilidad de una estrategia que le aleje de la ultraderecha

Eduardo Bayón

Politólogo

De izq. a der., y el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, el presidente del PP, Pablo Casado, el candidato a la Presidencia de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en el mitin de cierre de la campaña en Valladolid. EFE/Nacho Gallego
De izq. a der., y el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, el presidente del PP, Pablo Casado, el candidato a la Presidencia de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en el mitin de cierre de la campaña en Valladolid. EFE/Nacho Gallego

El tiempo de Feijóo como nuevo líder del PP ha comenzado. El todavía presidente autonómico de Galicia recorre el país presentando su candidatura de cara al Congreso que los populares celebrarán. En estos días, el próximo presidente del PP —es el único aspirante, lo cual asegura su proclamación— ya ha mostrado atisbos que le llevan a un alejamiento del perfil moderado que había intentado desarrollar desde Galicia a lo largo de su carrera política. No es casualidad, por los motivos que se analizan a continuación, que estas manifestaciones más propias de la ultraderecha se hayan producido sobre cuestiones como la violencia machista, tantas veces negada por los de Santiago Abascal.

El último CIS publicado, correspondiente al mes de marzo, ha confirmado al nuevo referente de la derecha española al mostrar una preferencia por parte de los votantes del PP hacia Feijóo como hipotético presidente del Gobierno superior a la que muestra por Isabel Díaz Ayuso (41,3% frente 17,7%). Un dato que debe ser tenido en cuenta con toda la cautela, ya que solo uno de los dos dio un paso al frente para liderar el partido.

Solventado el problema del liderazgo en el PP tras el derrocamiento de Pablo Casado —cuya figura no se llegó a consolidar y siempre resultó cuestionada, incluso, por su propio electorado— y Ayuso esperando, al menos, por el momento, en Madrid, el partido se sigue encontrando en un momento crucial para su devenir. Los populares siguen teniendo que responder a la cuestión de qué estrategia seguir respecto a Vox. Es decir, cómo se enfrenta el PP a un partido surgido a su derecha que se ha consolidado y ahora amenaza su supervivencia como principal formación de su propio bloque.

La cuestión relativa a los bloques no es menor, ya que la política española sigue girando sobre ellos. Un contexto que sirve de límite a la acción de un PP sin más posibilidad que gobernar con Vox tras el colapso de Ciudadanos. Lo sucedido en Castilla y León evidencia que los populares no están en condiciones de rechazar gobernar con la ultraderecha si quieren seguir ostentando el poder en los diferentes territorios. Por lo tanto, el acuerdo de gobierno que ha tenido lugar en Castilla y León es lo esperable allí donde la distancia entre PP y Vox se vaya reduciendo. Además, en esta comunidad autónoma, el PP carecía de incentivos para buscar otras alternativas. Así, ir a unas nuevas elecciones, dado el resultado electoral, su situación interna y la falta de posibilidades de ampliar su distancia respecto a la ultraderecha, resultaba impensable.

El propio PP en su estrategia de oposición, también ha retroalimentado durante este tiempo la aritmética de bloques. Lo ha hecho, por ejemplo, cuando acusaba al Gobierno y los partidos del bloque de la investidura de ilegítimos, lo que en la práctica le llevaba a una invalidación del resto de actores como interlocutores posibles con los que llegar a acuerdos parlamentarios relevantes.

Existe así una imposibilidad manifiesta para que el PP realice una estrategia de moderación, puesto que está condicionado por la necesidad de competir intra-bloque frente a Vox. Es decir, el PP está obligado a centrar su batalla en disipar cualquier duda o amenaza que ponga en riesgo seguir siendo la formación que lidera a la derecha española. Todo esto, en un momento de auge de los posicionamientos de la derecha radical populista —incluso entre sectores del PP—. Queda así condicionado también su papel como partido sustentador del sistema político.

Que este congreso del PP llegue en un momento de aumento de la tensión que les genera la competición frente a Vox explica, entre otras cosas, porqué se ha producido ya un desplazamiento del perfil mostrado por Feijóo hacia posicionamientos más radicales. Esto será una constante mientras los dirigentes populares sigan percibiendo a Vox como una amenaza. El riesgo está en que el PP puede desaprovechar imponerse a los de Abascal a través de una acción gubernamental que les sirva para remarcar su perfil de partido alfa de la derecha española mientras esperan que Vox comience a desgastarse. Una ultraderecha que seguirá buscando mantener un discurso emocional centrado en la batalla cultural y alejado de la gestión gubernamental, pese a que ahora comience a ocupar puestos en los ejecutivos.

En definitiva, no cabe esperar en el corto plazo una moderación del PP mientras este continúa intentando resolver su disputa con Vox. Lo previsible es que Feijóo siga realizando discursos de los que hasta ahora se había alejado, ya que su acción política se venía desarrollando en Galicia, un territorio en el que Vox no había irrumpido.

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