Este jueves por la noche estuvo la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, con Aimar Bretos en la Ser. "Hay desesperación", reconocía la dirigente gallega al hablar de la situación de la flota pesquera (parada hasta hace unas horas) en Galicia, y no solo. Es un alivio, a la par que una inquietud, oír hablar así a un miembro del Gobierno. Estamos exactamente en el carallo, el colmo de lo que sea. Chegamos.
Últimamente quizás hasta los periodistas estamos desbordados con una situación tan variopinta y homogénea, que nos afecta a todas y nos afecta, a la vez, por razones distintas, sea individual o colectivamente. Es muy complicado informar rigurosamente a muchas bandas y con una contaminación multilateral -en Público lo conseguimos con el doble de esfuerzo, y no es porque lo diga yo-. Lo que Díaz admitió ayer es que, al margen de ideologías y protestas más o menos hiperventiladas, estamos jodidas todas. Admitió "más incertidumbre" y "más pobreza" a partir de ya; consintió en decir, incluso, que la acumulación de crisis y malos datos nos hace más vulnerables que en la pandemia.
Menuda líder de partido que quiere estrenarse en 2023, ¿verdad? Pues eche o que hai.
En realidad, ha sido un alivio escucharla hablar. Decir que estamos jodidas, más jodidas que antes del confinamiento -que no era poco-, y que, o tomamos medidas o nos vamos al carallo, es lo más estimulante que hemos escuchado en las últimas horas. Tras escuchar a Joe Biden lanzando misiles de testosterona militar a Vladímir Putin en territorio europeo -que a EE.UU. no le roce la cosita nuclear, qué cachondo...- y a Pedro Sánchez sugerir que es mejor ceder el Sáhara a Mohamed VI que batallar por nuestros valores democráticos, que la vicepresidenta segunda nos diga que la mejor salida para estas crisis acumuladas es una solución "justa" y no unilateral es un soplo de aire fresco y cristalino. Fíjense con que poco nos conformamos; y además, las recetas son tan simples de enumerar como complejas de aplicar en virtud (un decir) de la avaricia de los de siempre y de la cobardía de los inanes.
Aquí nos enfrentamos, vino a decir Díaz, a una situación sin precedentes, peor que en la pandemia. Los recursos utilizados para que ésta no se llevara por delante empleos, salarios y dignidad son válidos para ahora, pero no solo. "La gente que gana mil euros -ha dicho Díaz- ya no tiene nada más que dar", así que toca ir a por los beneficios de cotizadas y otras absolutamente fuera de la realidad, no solo las empresas energéticas.
Yolanda Díaz fue meridiana este jueves en su realismo, y sí, necesitamos realismo. Ni realpolitik de salón, ni diplomacia de ballet, ni susurros de cristal. La vida en la calle, la vida diaria, es mucho más dura que todo esto; es jodidamente dura y la gente no puede más: problemas estructurales, coyunturales y de valores democráticos se juntan en un cóctel explosivo para reventar en la cara de nuestros gobiernos liberales y a favor de los autoritarios. Ustedes verán, porque vamos al abismo. Y eso sí es política real, concretamente, el carallo.
Comentarios
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