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Día de la victoria en Rusia: Putin habla, Occidente contiene la respiración

Ruth Ferrero-Turrión

Profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la UCM

Día de la victoria en Rusia: Putin habla, Occidente contiene la respiración
Ensayos para el desfile de la Victoria durante el 4 de mayo de 2022 en Moscú.- Victor Berzkin / ZUMA Wire / dpa

El día 9 de mayo se ha convertido en el acontecimiento anual donde los rusos celebran la derrota de la Alemania nazi de 1945 a manos del Ejército Rojo. La razón por la que esta celebración se realiza en Rusia un día más tarde que en el resto de Europa tiene que ver con los husos horarios, el cese oficial de las operaciones alemanas se realizó a las 23:01 hora de Berlín, una hora más en Moscú.

Si bien esta conmemoración comienza con Stalin, lo cierto es que durante casi veinte años, hasta 1963 con Brezhnev, no se volvió a realizar. Este fue el inicio de la utilización, por parte del liderazgo soviético, de un acontecimiento histórico con fines de movilización política apelando al sentimiento nacional-patriótico del pueblo soviético. Tras el fin de la Guerra Fría Yeltsin volvería a recuperar esta celebración con la excusa de la conmemoración del 50 aniversario de la victoria en 1995. Pero, sin duda, ha sido Vladimir Putin el que ha impulsado la relevancia de esta fecha. Desde 2008 se ha convertido en un acontecimiento anual con un marcado carácter militar que antes no tenía. El 9 de mayo además se utiliza con un triple objetivo, se presume de las capacidades militares rusas, se intimida a la oposición o al enemigo y, especialmente, se complace al líder.

Como en otros regímenes las fechas conmemorativas tienen un marcado carácter simbólico y este caso no es una excepción. Para muestra sirvan los carteles de este año donde aparecen vinculadas 1945 y 2022 con el fin de mostrar que, de nuevo, la batalla se libra contra los nazis.

Es imposible entender la relevancia que adoptado esta conmemoración sin vincularlo con el discurso nacionalista desplegado por el Kremlin que, de hecho, ha conseguido que este hecho esté profundamente arraigado en la identidad nacional rusa, en la misma medida en la que lo están otros hechos que permanecen en la memoria colectiva tales como los procesos de alfabetización masiva de toda la población o el lanzamiento del Sputnik. De hecho, uno de los logros de Putin ha sido integrar esta celebración dentro de un proyecto político sostenido sobre el orgullo patrio que se construye a través de la memoria histórica de la grandeza del pueblo ruso y la recuperación de un proyecto imperial sostenido sobre la idea de Rusia como la gran libertadora del nazismo en Europa.

Este año, de nuevo, se vuelve a realizar un gran desfile militar, pero al contrario que en 2014, cuando ofreció a la ciudadanía rusa la anexión Crimea sobre una nueva derrota del fascismo para luego volar a Sebastopol a celebrar la victoria sobre el terreno, no habrá demasiado que celebrar. Tras más de dos meses del comienzo de la invasión de Ucrania no hay ninguna gran victoria militar ni política contundente.

Si lo que quería el Kremlin era anunciar la victoria sobre Ucrania, o mejor dicho, recuperar el control sobre el país, lo único que es posible mostrar son victorias parciales tácticas como la caída de Mariupol o el terreno ganado en la región del Donbás, algo que, a todas luces, no cumple con los objetivos previstos en febrero. Lo que ha hecho Putin ha sido utilizar este momento para enviar mensajes donde, por un lado, ha dibujado su propio diagnóstico sobre lo que sucede en Ucrania, y, por otro, ha planteado el escenario de futuro. Así el discurso ha pivotado sobre lo que considera que es el ataque que está sufriendo Rusia por parte de la OTAN y sus aliados tachando la invasión de Ucrania como "de una rechazo preventivo a la agresión" contra Rusia. Tampoco ha faltado la mención velada de una potencial escalada del conflicto.

Pero, sin duda, dos aspectos han llamado la atención del discurso de Putin, además del bajo perfil político mostrado en esta ocasión. Por un lado, con su intervención alerta a los rusos de que están inmersos en un conflicto de larga duración y que, por tanto, deben prepararse para ello. Por otro, en todo momento se ha referido al Donbás como el lugar donde se sitúa el teatro de operaciones, en ningún momento ha hecho referencia a Ucrania.

Finalmente, por tanto, no hubo anuncios ni de fin de la "operación especial" ni de la declaración de guerra. Lo primero porque no ha conseguido de manera fehaciente ninguna victoria real para mostrar a los rusos, y lo segundo porque hubiera roto con la narrativa con la que comenzó esta invasión. Por tanto, a Putin no le ha quedado otro remedio que limitarse a un discurso regado de grandes dosis de propaganda para distraer de los fracasos tácticos y estratégicos que ha cometido tanto la inteligencia como el ejército ruso durante estas semanas.

En cualquier caso, ha cumplido con los tres objetivos marcados en este día, exhibir las capacidades militares rusas, intimidar a la oposición y darse un baño de masas. Como muy bien apuntó Habermas hace unos días, Putin es el que está determinando la naturaleza y los tiempos de esta guerra. Por el momento, occidente respira con alivio, porque los más oscuros augurios no se cumplieron, si bien ya sabemos algo más, iremos a una guerra larga.

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