1. Hace unos cuantos años me daba bastante igual la interna de los partidos, como supongo que le pasa al 99% de la población mundial. Estar al corriente de las cosas que suceden entre bambalinas me parece hoy un lastre; más aún cuando, tras publicar algún artículo, ha habido quien, desde dentro, me ha respondido con sorpresa, remarcando que yo identificaba de forma precisa lo que estaba sucediendo.
Mi primera experiencia con la interna: en el instituto, reorganicé y reviví la asamblea de estudiantes, convocando muchas reuniones hasta definir un organigrama y empezar a preparar acciones, charlas y demás. Llegó meses después el día en el que una chica con la que mantenía una relación amorosa semejante en estabilidad a una montaña rusa o a una coalición andaluza se coaligó con los anarquistas del instituto para forzar elecciones y destituirme como secretaria general: yo tenía los apoyos de mi cónclave y de una tímida mayoría de marxistas, izquierdistas en general y feministas.
Mi mayoría se tambaleó cuando el sector feminista se independizó, formando un colectivo autónomo del cual luego participé. La chica con la cual yo salía no era anarquista, pero me derrocó alzándose como portavoz de ellos: me juzgaban caudillista en exceso. Se convocaron elecciones. Mi equipo y yo renunciamos a organizarlas y no las organizó nadie. Juro por Dios que esto no es ninguna novela en clave sobre la interna de un partido de la nueva izquierda, y que no se pueden sustituir las facciones por los nombres de corrientes de Podemos, sino que me pasó a mí, en Bachillerato, en 2017.
2. En 2019, tras la derrota de Más Madrid en las municipales, Guillermo Zapata escribía lo siguiente: "Tengo la sensación de que todos los asuntos internos, en su importancia, son hoy una enorme masa de conocimiento muerto, dolores personales, incapacidades propias y ajenas que, si bien es importante, dicen poco del futuro".
Tengo hoy la sensación, en 2022, de que cambiar los actores políticos no ha hecho desaparecer los dolores personales, como si en las familias que son los partidos los traumas también se heredaran y las constelaciones bailaran en infinita repetición. Tenemos cúpulas con otras caras, pero rencores idénticos; quienes hace diez años eran portavoces de lo político en televisión o en ruedas de prensa hoy son en ocasiones portavoces de sus inquinas desde tribunas que influyen (por más que ellos no lo quieran, o digan no quererlo) en la esfera de lo político.
Con el dolor, perdón por decirlo, no vamos a ninguna parte; con la soberbia, tampoco; la enorme masa de conocimiento muerto que ha quedado tras el ciclo político que comenzó con el 15M hoy es un peso muerto sobre nuestra capacidad para escribir historia. Hasta que no renunciemos a hacer política marcada por las heridas del pasado seremos incapaces de organizarnos para un futuro. En otras palabras: mientras nuestra política (de izquierdas) pueda ser explicada a través del psicoanálisis y la terapia de pareja, mal vamos. Si vivimos una situación en la que no ha habido una renovación de cuadros, en la cual a duras penas aparecen caras nuevas, donde la izquierda parece un erial condenado al bucle infinito, nuestro círculo del infierno estará pronto vacío.
3. A la mayoría de la gente le da igual de quién haya sido la responsabilidad última de que Podemos no figure en la confluencia registrada en Andalucía. Las cuestiones que tratan de Telegram o e-mails mandados tarde solamente nos producen tristeza o vergüenza ajena. Que el debate lleve días hablando de líos a la hora de registrar un documento dentro de los plazos sólo produce tristeza. Que la conversación vaya a seguir siendo sobre el reparto de unas listas cojas en lugar de instaurar unos marcos de campaña y ponerse a trabajar y hacer política, más. Que se apuraran los plazos hasta el último momento es rematadamente triste. Que estemos haciendo así el ridículo sólo da ganas de mandar a todos los responsables del ridículo a la mierda. Casi no nos interesa ni siquiera que se depuren responsabilidades. Quienes observamos sólo estamos cansadas, más aún cuando nos enfrentamos a unas elecciones andaluzas en las cuales la victoria de la izquierda es casi una imposibilidad: en política hay terremotos, sí, pero no milagros. Y no estamos en un momento ni de milagros ni de terremotos.
Hay una película francesa muy linda de 1973, con ánimos claramente inspirados en el 68, llamada El año 01. Habla de lo que pasaría si todo el mundo diera un paso al lado: si lo paráramos todo. Quizás el conjunto de fuerzas progresistas de este país haría bien en pararlo todo durante unos minutos, fijarse en lo que están haciendo y pensar en por qué lo acaecido produce tanta vergüenza, y pensar en por qué la responsabilidad siempre recae en los demás y no en los propios.
4. Dijo Yolanda Díaz este lunes en una rueda de prensa que lo sucedido en Andalucía nada tenía que ver con su proceso de escucha, contradiciendo las declaraciones de Isa Serra sobre cómo la coalición andaluza era el primer paso del "frente amplio" de Yolanda Díaz. A nadie se le escapa tampoco que el término "frente amplio" ni siquiera ha sido bendecido por la Ministra de Trabajo; ni ese, ni otros elementos del relato. Añadió Díaz que escenas como las producidas en Andalucía lo único que generan es desafección con los partidos.
Quizá no llegue nunca a ser un fiel reflejo de lo que sucede en la interna, pero es que la interna da muchas veces igual. Si la dinámica sigue así, por más que reciba golpes por otros frentes, la única beneficiada de la desafección con los partidos será la propia Yolanda Díaz, que se liberará de ellos al tiempo que apela a su responsabilidad meramente como gestora que despliega una agenda ambiciosa en el ámbito laboral. Lo demás será tierra quemada.
Apelo ya a cada uno no a que actúe por responsabilidad: es suficiente con que actúe con estrategia. Si se producen más escenas como las del registro de la coalición andaluza, y parece que más así se van a producir, no habrá partes del proceso que no resulten damnificadas. Nadie se va a librar de los daños colaterales. Nadie se va a librar de la pérdida de votos y de nada va a servir tanto ridículo irremontable. A más fuego amigo y más acusaciones cruzadas, peores resultados. A más maniobras desesperadas, mayor exhibición pública de impotencia. Hoy, arrastrando ya una mochila más que suficiente, hay quien construye ya la masa de dolor con la que cargarán otros en el futuro. En algún punto hay que decir basta.
Comentarios
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