El odio y la mentira se transforman en titular sin reproche ni contraste. La dictadura del clickbait es más rentable que ética, pero aquí nadie ha venido a salvar a nadie, esto es un negocio y esto es lo que hay. Bien lo saben los fascistas, que regalan titulares a los medios poco dados a tomar partido frente al odio si este les regala visitas. Di cualquier barbaridad, algo ‘políticamente incorrecto’ (esto es, algo racista, machista o abiertamente nazi, siempre contra los de abajo, nunca contra los de arriba), y te aseguras ser la comidilla al día siguiente en todas las tertulias y en todos los debates de Twitter. A veces, también por culpa nuestra, ojo, que reaccionamos indignados reproduciendo la diarrea verbal de la ultraderecha provocando que todavía salpique más y más lejos.
La seducción del escándalo, la espectacularización de la información y la chabacanería como estilo. Todo esto ha marcado los debates políticos desde hace tiempo. Y esto solo ha sido posible gracias también a que los medios han asumido que son tanto una herramienta de entretenimiento como un pretendido medio de comunicación que hace efectivo el derecho constitucional de la ciudadanía no solo a estar informado sino a recibir información veraz.
El ex presidente de los EEUU, Donald Trump, fue un gran maestro reciente de esta estrategia de comunicación. El lingüista George Lakoff no paraba de alertar sobre ello, y proponía diversas maneras de evitar caer en la trampa. La lectura de su libro No pienses en un elefante sigue siendo obligatoria para cualquiera que quiera entender las estrategias de la comunicación política. Para periodistas, el consejo del sándwich de la verdad para tratar con estos propagandistas del odio y la mentira, también merece la pena ser recordado hoy que se repite el ruido tóxico de algunos políticos: Empieza por la verdad. Si el fulano de turno dice una trola, como es habitual, desmóntala a la primera. Luego, inserta esa trola llamándola así, que quede bien claro que es una jodida mentira. Después, insiste en la verdad. Sencillo, pero poco habitual. Lo que debería ser, pero escasas veces es. Mejor un titular y un copia-pega de unas declaraciones, y las conclusiones son cosa del lector. Aunque te digan que la tierra es plana o que comer caca de perro es saludable. Es una opinión respetable más.
No voy a reproducir las mentiras infectas de la ultraderecha que me han llevado a escribir esta columna sobre algo que ya se ha dicho mil veces, pero que sigue pasando con absoluta normalidad y obscenidad. El problema es que, muchos de los medios que habitualmente informan, también le han cogido el gusto a desinformar, a participar de lawfares varios o a servir de altavoces a la ultraderecha cada vez que esta abre la boca, aunque sea para vomitar. No son suficientes las agencias de verificación, lo siento. Ni los múltiples y loables proyectos e iniciativas como No Les Des Casito, que luchan como pueden para contra la desinformación. Hoy, la gente cree estar informada porque su amigo Juan le envió un whatsapp de un primo suyo que aseguraba que los inmigrantes reciben un maletín con billetes de 500€ cuando llegan a Melilla, o que si no reenvías este artículo a 2.000 personas, Facebook será de pago. Los hábitos de consumo de información (y desinformación) han cambiado estos últimos tiempos, y aquí, los propagandistas del odio han encontrado un buen terreno donde sembrar.
Lo recordaba justo ayer la publicación anarquista Todo Por Hacer, que, como muchos otros medios comprometidos, saben bien que no hay virtud alguna en situarse entre el verdugo y la víctima. Entre el problema y la solución. Entre la verdad y la mentira. Entre el odio y el compromiso con los derechos humanos. Y añadía muy acertadamente que, ‘por muy bufones que nos puedan parecer algunos de sus líderes, bajo sus ridículas acciones se esconde un peligro de violencia extrema y si no se les paran los pies ahora, puede que dentro de unos años sea demasiado tarde."
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