Dominio público

El elefante de la abstención

Ana Pardo de Vera

Es normal que solo Juan Espadas, el candidato andaluz a la Presidencia de la Junta, haya planteado al del PP y presidente autonómico, Juanma Moreno, la firma de un acuerdo ante notario para que le garantice que no gobernará con Vox. Pero lo estruendoso de la propuesta -ha faltado sutileza- ya nos hace pensar que es posible que Espadas vaya de farol para que Moreno se retrate al comienzo de la campaña sobre sus intenciones reales con la ultraderecha, pese a que ha dicho que está dispuesto a repetir elecciones si no logra una mayoría de síes en segunda vuelta -y la abstención de PSOE y/o Vox, pues con solo el "no" de uno de ellos y sin la mayoría absoluta, no gobierna-. Y las repeticiones de elecciones ya sabemos como acaban, de bien, para la ultraderecha.

Parece imposible, a estas alturas, que todas las encuestas se equivoquen sobre el ascenso meteórico de Moreno Bonilla en Andalucía, más que de la marca PP, y sus posibilidades de superar la suma de escaños de los partidos situados a la izquierda, y a la izquierda de la izquierda, y a la izquierda de la izquierda de la izquierda,... y esas cosas divisibles hasta el infinito. ¿Que Yolanda Díaz, la candidata que podría aglutinar con relativo éxito a todas esas matrioshkas de izquierdas, habla de sumar ciudadanos/as y no partidos? Pues la izquierda andaluza se divide como bolitas de mercurio, no vaya a ser que logren un resultado digno o, al menos, mejor que el de Vox.

Me dirán que lo de los sondeos, "ya tal", pero llevamos así más de tres años, en ascenso para el PP y para Vox, aunque menor; en congelación para el PSOE y las candidaturas de izquierdas, y en borrado para Ciudadanos, de aquí el éxito del PP (Juan Marín consiguió 21 escaños en las anteriores elecciones). La cuestión a estas alturas está en si el PSOE y las matrioshkas suman más que el PP y en si realmente queremos que Vox desaparezca de los gobiernos y las gobernabilidades, porque entonces sí tendría que haber un pacto entre PP y PSOE sobre ese cordón sanitario o antifascista. Actuar como si Vox no existiera, nada más que para convencer a sus votantes de que no vale la pena dar ni agua a la ultraderecha, que estamos muy bien sin ella y con muchas posibilidades de mejorar.

Mi texto es optimista porque la situación es tan grave, aunque algunos no lo vean, que merece gestos y acciones inéditos, tal vez demasiado grandes, políticamente hablando. Es verdad que el PSOE se abstuvo para dejar gobernar a Mariano Rajoy, pero es que el PP estaba hasta el cuello de corrupción -y no había salido todo el material de Villarejo con Cospedal- y el mensaje revolucionario de Unidas Podemos aún pisaba fuerte. Esa abstención imposible de justificar salvo por las ansias de salvar al bipartidismo y a la corte/Corte del 78, se llevó por delante a su entonces secretario general, Pedro Sánchez, que volvió a serlo por la puerta grande: las bases. Es verdad que el partido se partió como el Titanic y aunque no llegó a hundirse, créanme, gracias a Unidas Podemos y a los nacionalistas e independentistas vascos y catalanes que le dieron el poder, me temo que nada será igual cuando La Moncloa se aleje por un tiempo. Pero ya lo veremos.


Ahora toca mirar al sur, duro y luminoso, y preguntarse ya, en esta crisis gravísima de democracia que padecemos, si la abstención es posible, a uno u otro lado y con un pacto de mínimos, para que la ultraderecha se quede en su casa, sin su vicepresidencia faltona y cruel, y podamos empezar a difuminarla. Sobre las oportunidades que esto abriría a la izquierda en toda España, hablaremos otro día. Europa nos está mirando, ¿alguien se ha hecho ya esta pregunta?

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