Al hecho de que María del Monte salga del armario en el Orgullo sólo puedo decir que ¡Ole y ole! Pero que el folclore no nos agüe el análisis. Olé ella pero... ¿alguien en este mundo ignoraba que María del Monte era lesbiana? El armario de María del Monte nos sirve para explicar cómo funciona esta herramienta de la lgtbfobia. Ese armario en el que nuestro fachoso alcalde madrileño quiere enterrar la bandera del arcoíris porque "la bandera se tiene que llevar por dentro". Como las vidas armarizadas, le ha faltado decir.
Porque de eso se trata. De llevarlo todo por dentro. Si hace años, décadas, cuando los derechos LGTB ni estaban ni se les esperaba, lo que importaba era sacar a la gente del armario(sólo a la que molestaba: pobres, disidentes políticos...) a golpes, si era preciso. Y desde ahí curarla, reprimirla, matarla, encarcelarla, torturarla; se trataba de acabar con esas existencias, de exterminarlas. Pero la democracia liberal, la de Ayuso y Almeida, ya saben, incluso la de Vox, se asienta sobre el principio de que lo que se haga en el ámbito privado es irrelevante. Libertad para que, cada uno en su casa, haga lo que quiera. Ahí entra en juego el armario, que no es una herramienta aislada, sino que es un mecanismo social destinado a evitar que tengan representación pública aquellas existencias que pueden resultar desestabilizadoras para el orden heterosexista. No sé si recuerdan aquella cosa que se inventó el presidente Clinton para armarizar a todos los militares LGTB estadounidenses: "No preguntes, no digas". El perfecto ejemplo del neoliberalismo conservador e hipócrita. Haz con tu vida privada lo que quieras, pero no lo cuentes porque así podremos seguir castigando, oprimiendo, juzgando, estigmatizando, chantajeando, persiguiendo, a otras. "No te signifiques", que dirían nuestras abuelas.
El feminismo jugó un importante papel al desenmascarar la ideología que subyace en esa forma de control social que es la radical separación entre lo privado y lo público. Nosotras dijimos que lo personal es político y que los derechos, también los derechos del ámbito privado, se juegan, se conquistan, en realidad, en el ámbito público. Hoy, el armario tiene las puertas de cristal; todo el mundo sabe lo que pasa dentro. El armario no impone el secreto, impone el silencio y la vergüenza. El armario nunca oculta del todo, o no sería efectivo; por eso todo el mundo sabía lo de María del Monte. Lo que el mecanismo del armario intenta evitar es que las existencias LGTB se legitimen socialmente; lo que se pretende es que toda existencia desestabilizadora para el sistema se avergüence de sí misma y calle. El armario no esconde nada sino que muestra una existencia diferente que provoca la burla, los comentarios en voz baja, los insultos que se reciben con miedo, las risas cuando pasa, los murmullos, las amenazas, los chantajes permanentes.
María del Monte no se ha protegido a sí misma en el secreto, al contrario. No ha evitado las chanzas, las parodias crueles, las continuas preguntas impertinentes que la han perseguido toda su carrera; seguramente se ha puesto a sí misma en situación de ser chantajeada o amenazada. El silencio es ese constructo liberal-conservador que apela a la tolerancia y la tolerancia no protege de nada. La existencia pública de las personas LGTB, por el contrario, apela a la libertad y a la igualdad. El objetivo del movimiento LGTB, por tanto, es la destrucción del armario como mecanismo de control social.
Estaba escribiendo este artículo que, en principio, tenía un cierto tono de broma que luego se fue perdiendo según avanzaba el fin de semana. Vino la prohibición del aborto, vino el atentado lgtbifóbico en Oslo, la manifestación de los antielección. Todo se puso más oscuro. Y pensé que este año, después de muchos años ausente, tengo que ir al Orgullo.
El año 1998 asistí en Amsterdam a los gay games. Asistieron más de 20.000 atletas de todos los países del mundo. La ciudad era un puro arcoíris, la bandera ondeaba en todos los edificios públicos, en los autobuses, en las calles y la llevaban incluso los policías en sus uniformes. A mi, en aquel entonces, me impresionó mucho la ciudad vestida toda ella de arcoíris, pero me impresionó mucho más lo que aquella exposición pública significaba para gente cuya existencia transcurría no en armarios, sino en oscuras y peligrosas mazmorras. Recuerdo perfectamente a los y las atletas que venían de países en los que ser LGTB significa tortura o muerte, llorando al subirse a autobuses pintados para la ocasión con los colores del arcoíris y llorando cuando compraban todo tipo de souvenirs arcoíris que no podrían mostrar en sus países. Aprendí allí a no menospreciar lo que significa la ocupación del espacio público con nuestra presencia y también con nuestros símbolos.
Y aquí vuelvo la vista al Ayuntamiento de Madrid y me reafirmo en que la bandera del arcoíris tiene importancia porque es un símbolo de visibilidad social; un símbolo de la voluntad de permanecer, de sobrevivir. Por eso los reaccionarios de Cibeles no la quieren en el Ayuntamiento y por eso debemos exigirla. Sí, ya sé que la bandera no nos da trabajo, ni casa, ni acaba por sí sola con la lgtbifobia. La bandera no nos arregla la vida ni acaba con la desigualdad, pero la bandera impone la visibilidad de la existencia LGTB, ensancha el espacio, el físico y el mental y, en ese sentido, sí, la lgtbifobia disminuye, la vida se hace más fácil para quienes todavía están en los márgenes de la legitimidad social. Para quienes están en lugares en los que aun cuesta respirar.
Por eso, con la que está cayendo, con los fascistas a las puertas de la ciudad, la mera presencia en las calles es importante. Seamos un tsunami. Ocupar por cientos de miles el espacio público el día del Orgullo es más importante hoy que otros años. Porque con nuestra presencia masiva estamos diciendo que no van a poder devolvernos a las catacumbas. Un orgullo masivo es un arma contra la oscuridad y el fascismo, nuestros cuerpos, todos los cuerpos, se tienen que convertir en una muralla que les impida pasar a los liberticidas. No, el orgullo no acabará con el capitalismo, las banderas tampoco; y tampoco lo hará María del Monte saliendo del armario. Pero las banderas, el Orgullo y romper los armarios nos ayudará a mantenernos vivas y unidas en tiempos peligrosos como estos.
A María del Monte, de hecho, se le ha puesto mucho mejor cara, no sé si lo habéis notado. ¡Todas las folclóricas fuera del armario! ¡Por la libertad y la autonomía de todos los cuerpos, de todas las vidas! ¡Por el derecho al aborto! ¡A la calle!
Comentarios
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