"El Orgullo y la calma también son nuestros. Así que, bisexuales del mundo, escribid y escribidme: estoy aquí para encarnar juntes nuevos sentires". Así acababas, Leonor, tu artículo del pasado jueves en Público, que titulabas 'Mujer y bisexual: doblemente impostora'. Pues ala, que no se diga, te escribo. ¡Bisexuales del mundo, a escribirte! Y lo hago para a agradecerte que lo hicieras tú primero porque, de verdad, joder, qué rabia no haberte leído antes.
Me gustó mucho leerte esta semana y, por ello, qué coraje, repito, no haber encontrado un artículo como este con anterioridad. Pero antes, antes. Antes hace 15 años, o 18. Calma, calma que no me voy a poner melancólico, ni a desempolvar el baúl de los recuerdos, ni mucho menos a contar mis penas, no. Yo siempre fui más de comedia, una de mis mayores obsesiones está en sonreír y, además, es sábado y hace sol. Nada de penas.
No te conozco de nada, Leonor, pero observo en tu perfil en Twitter que tu descripción dice "sonrío mucho" y no puedo disimular una mueca de agradecimiento. Yo hoy, justo hoy, cumplo 35 tacos. Es decir, nací tan solo tres años antes de que en la revista Anything That Moves de San Francisco se publicara el Manifiesto Bisexual. Ya haces referencia en tu artículo al manifiesto, no me voy a poner pesado, pero está bien recordar que en aquel momento se empezaba a considerar la bisexualidad como una orientación para vivir libremente, por la que pelear, y no como algo que estudiar desde la ciencia, la psicología o vete tú a saber qué, una conducta. Ese mismo año, 1990, la OMS dejaba de considerar la homosexualidad como una enfermedad psiquiátrica. Vaya tela, hace solo algo más de 30 años.
No sé si estarás de acuerdo conmigo en que la sexualidad y su despertar acompañan, en la mayoría de los casos, a ese periodo difícil de enmarcar que llaman adolescencia y juventud. Eso que empieza cuando van cicatrizando las heridas en las rodillas por rasparse y caerse jugando en el parque o en el patio del colegio... y acaba cuando llega la madurez, la cual creo que todavía no he tenido el gusto de conocer, no tengo prisas.
Digo esto porque me voy a transportar un ratillo a aquella etapa en mi vida (al final voy a abrir el baúl, sí, lo siento, prometo ser breve). En el año 2000 cumplía yo los 13 años. Hasta aquel momento, los personajes LGTBI (casi siempre hombres homosexuales) en las principales series de televisión se podían contar con los dedos de una mano. La serie que nos encantaba entonces a los adolescentes era Compañeros. He rastreado en la memoria y, entre los personajes que solían salir con frecuencia, no había ninguno que no fuera heterosexual. Sí recuerdo un episodio donde había una trama de la salida del armario de una chica lesbiana en el Colegio Azcona, poco más. En Al salir de clase encontramos, más adelante, el personaje de Santi, interpretado por Alejo Saura, que reconocía su orientación homosexual. Más tarde, en Siete Vidas, Anabel Alonso interpretaba a Diana, lesbiana.
Si era difícil en aquellos años encontrar un referente gay en la ficción, ni que decir tiene que un personaje bisexual era casi imposible. Yo, al menos, no recuerdo ninguno. En la vida real, también se podían contar con los dedos de la mano referentes públicos gais o lesbianas, no me viene a la memoria ninguno bisexual. Qué razón tienes en esto que escribías el otro día: "La primera violencia en mi vivencia de la bisexualidad es su borrado sistemático. No encuentro muchos referentes, tampoco historia sobre mi colectivo, ni concienciación contra la bifobia".
Como a mí me iba bien con las chicas en aquellos años de efervescencia y, aunque podía sentir atracción por los chicos, simplemente no entraba en mi cabeza que la bisexualidad fuera una opción y que las dos cosas pudieran pasarme. ¡Vaya lío! Nadie me lo había explicado y no había referentes que lo mostraran. Un borrado sistemático, como dices. Y como tal, durante años, borré una parte de mí.
En tu artículo hablas de cómo compañeras nuestras LGTBI han tenido que "pasar en el recreo en la biblioteca porque para ellas no había hueco en el patio". Yo eso no lo viví. Pasé por hetero durante muchos años y no me supuso ningún problema, tenía passing. Solo con el paso del tiempo comprendí que había borrado una parte importante de mí por comodidad, desconocimiento o incapacidad de imaginar que las cosas podían ir más allá de lo evidente. Ya después, en la universidad y en Madrid, me dio por leer, investigar y conocí a más gente que me ayudó a ver que las cosas podían ser de otra manera. Y esto para mí es clave, a ver si me explico.
En tu artículo hablas de que la bisexualidad es "disruptiva", porque "escapa de las dicotomías que vertebran nuestro sistema". Dices que la bisexualidad no es "ser un poco homosexual y un poco hetero, pues es algo en sí mismo, ni es la atracción por hombres y mujeres, asumiendo binarismos. Y, por supuesto, tampoco se ancla únicamente en lo cis". Lo comparto todo. Mi mayor aprendizaje de todo esto es que la bisexualidad nos sitúa en un lugar privilegiado para comprender que el mundo nunca es como te lo explican, siempre es más complejo, más profundo y más interesante. Frente a las dicotomías cerradas y los simplismos que intentan abarcarlo todo, diversidad. Es más divertido.
¡Cuánto se ha reflexionado, teorizado y escrito sobre el asunto! Qué bien, hemos avanzado mucho sobre esto y en muy poco tiempo. El movimiento bisexual (he de reconocer que he participado muy poco en él) también ha trabajado mucho para tener unas reivindicaciones propias siempre ligadas al conjunto del colectivo LGTBI. Y mira que hay gente que está empeñada en volver hacia atrás, miserables pero ruidosos. A las calles, no queda otra. Las veces que haga falta.
Ya termino mi rollo, Leonor. No sin antes volverte a agradecer tu artículo y decirte que qué pena no haberte leído antes. Qué necesarios referentes como tú para la gente que está por venir. ¡A ver si se anima a escribir alguien más! Leo en tus líneas esto: "Acabo una y otra vez sintiéndome en junio impostora en el Orgullo". Salgamos y reivindiquemos lo que queramos reivindicar y, sobre todo, divirtámonos y sonriamos estos días de Orgullo. Sonreír, como una trinchera. Dientes, dientes...
Comentarios
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