La guerra en Ucrania ha casi desaparecido de los informativos a pesar de la persistencia de los enfrentamientos, muertes y todas las consecuencias socioeconómicas de la misma. Ya no vemos con la intensidad del comienzo los publirreportajes y noticias diarias de periodistas destacados en el frente, las reseñas de posibles graves crímenes de guerra....; sí, la parte bélica del conflicto casi se ha esfumado de la agenda político-comunicativa pero, sin embargo, los dirigentes europeos, con el irresponsable y belicista Borrell a la cabeza, nos anuncian escenarios apocalípticos y un otoño e invierno donde la recesión se hará presente en las economías europeas en un contexto de una inflación desbocada.
Ahora lo noticiable no son los muertos en el frente, sino si Rusia cerrará el grifo del gas y si, como consecuencia, nos abocará a una crisis energética y económica que evidentemente pagaremos los de siempre, más allá de su efecto en las cuentas de resultados de grupos económicos y empresariales. Incluso Europa, bajo la influencia de una Alemania, que podía ser seriamente afectada en su dependiente tejido industrial del gas ruso, nos plantea reducir el consumo energético de calefacción o aire acondicionado para, estoicamente, enfrentarnos a las consecuencias económicas y sociales derivadas de la contienda político-militar.
Y todo ello aderazado por una Cumbre de la OTAN donde la administración USA, con la irresponsable sumisión de los mandatarios europeos, ha impuesto un escenario de continuidad del conflicto como estrategia para desgastar a Rusia, erosionar a la propia Europa y neutralizar la creciente hegemonía económica de China en nuestro continente y en el conjunto del planeta. En lugar de apostar por medidas diplomáticas, por iniciativas de negociación política, se prepara a la opinión pública para un "conflicto largo" y, por lo tanto, para sus inevitables consecuencias. La administración USA, sin arriesgar militarmente como lo ha hecho en otras invasiones tan "ilegales" y atentatorias al derecho internacional (Irak, Afganistán, Granada...) como la realizada ahora por Putin, nos impone una partida de ajedrez geopolítica donde ellos siguen haciendo cash para sus lobbies armamentísticos y energéticos (a costa del impulso del fracking...), mientras Europa se ve envuelta en una espiral de consecuencias socioeconómicas por el mantenimiento de la guerra, su dependencia energética con Rusia y las propias consecuencias de las sanciones económicas al régimen de Putin.
Y por si fuera poco, en esta cumbre se señala a China como enemigo potencial. Y pocas semanas después, se dispara la tensión por la irresponsable visita de Pelosi a Taiwan. Es en este contexto donde el secretario general de la ONU advierte de que la humanidad está a un error de cálculo de una conflagración nuclear. Sun Tzu y Tucídides son lecturas obligatorias en estos días.
Seamos pues responsables desde la izquierda al advertir con claridad que el marco de la "inevitable guerra larga" es una marco político que debemos de combatir, porque no es sino la coartada de quienes hacen negocio económico y geoestratégico de la prolongación de la misma. Seamos serios, ¿qué previsión debemos hacer en torno a la supuesta estrategia de recuperación de los territorios ocupados por la armada rusa? ¿Alguien cree que es posible esa recuperación sin desencadenar una respuesta que aumente la apuesta por parte de Putin? ¿Y qué significa doblar la apuesta? Pues sencillamente poner en marcha una escalada militar con la más que probable utilización de armas nucleares. Es a ese juego macabro al que se ha ofrecido sumisa una Europa carente de autonomía estratégica y alienada de manera acrítica con los intereses de los EEUU, que nos conduce a una apuesta por tratar de empantanar el conflicto con el envío de más ayuda militar mientras se "prepara" a nuestros pueblos y sus clases trabajadoras y populares frente convulsiones económicas que, si ya se han llevado a Draghi por delante puede, en este otoño-invierno, pueden llevarse también a otros gobiernos ante la ausencia de la diplomacia europea, si tal cosa existe. Y veremos cuál es el escenario italiano tras unas elecciones en donde los fascistas pueden ser la primera fuerza política del Parlamento.
Así que, de forma resumida, la prolongación interesada de la guerra en Ucrania nos conduce a los pueblos europeos a la pérdida de nuestra soberanía estratégica, a ser parte de una partida que interesa a USA, al empobrecimiento generalizado de las clases trabajadoras, a una inflación desbocada, a una más que probable recesión económica, al aumento creciente de los precios y a una más que probable escasez de determinados productos y materias primas en el corto plazo.
Ante todo esto, los ciudadanos nos preguntamos: ¿Por qué los gobiernos asumen irreversible un escenario de caos energético y recesión económica a consecuencia de la guerra en Ucrania y no hacen ningún esfuerzo diplomático real para parar una guerra que está acabando con miles de vidas humanas y puede generar un tsunami económico que, como siempre, afectará a los de "abajo", a la gente normal? Si la apuesta es el mantenimiento del conflicto, las sanciones a Rusia, parece evidente que Putin jugará con sus propios instrumentos globalizando los efectos de la guerra y poniéndonos en el umbral de escenarios aún más perjudiciales para las clases trabajadoras ¿Hacia dónde nos dirigen los dignatarios europeos, sus élites políticas y económicas en esta estrategia?
En esta incomprensible deriva, a estas élites no se les ha ocurrido otra cosa que, para abordar el pulso en esas coordenadas, "bautizar" como verdes la energía nuclear y el gas en una decisión que atenta contra el sentido común de la ciudadanía y significa un golpe de muerte a los acuerdos recientes de Glasgow en torno a la lucha contra el cambio climático. ¿A qué estamos jugando con el cambio climático? No viene; ya está aquí. Cuando estamos viviendo de manera permanente las consecuencias del mismo con miles de muertos y grandes pérdidas por fenómenos meteorológicos extremos (olas de calor, enormes incendios...) que nos siguen amenazando como civilización, los dirigentes de la UE adoptan una decisión incomprensible y que deslegitima otros discursos y compromisos al respecto de la lucha contra el cambio climático. Una decisión que nos demuestra la fuerza de los lobbies económicos que rodean a los dirigentes europeos instalados en Bruselas y la ausencia de liderazgos que estén a la altura del momento histórico.
Por tanto, es inaudito e irresponsable que no se hagan todos los esfuerzos, que no se inviertan todos los medios para facilitar y alumbrar soluciones a la situación bélica y política y, mientras tanto, intenten prepararnos para un duro panorama para los próximos meses. Tengo la impresión de que esta estrategia puede ser un "boomerang" de enormes dimensiones para la propia Europa y, por supuesto, un factor que puede desestabilizar a numerosos gobiernos en su seno.
Resulta sorprendente cuando menos que en el marco de este conflicto personajes como Erdogan, con una hoja de servicios con enormes masacres al pueblo kurdo y a todo tipo de oposición política en su país, se esté convirtiendo en la práctica en dirigente "pacifista" ante la inacción de la UE, principal afectada en este conflicto además, por supuesto, del pueblo ucraniano y el propio pueblo ruso.
En este estado de cosas, ¿qué hacemos desde la izquierda? No podemos estar viendo esta partida de ajedrez, este pulso geopolítico sin asumir nuestro propio protagonismo y responsabilidad, sin incidir en la búsqueda de otra dirección. Si esas previsiones se cumplen, la mayoría social trabajadora pagará una vez más los platos rotos y, además, estoy convencido de que ese escenario sería utilizado en el caso del Estado español por la derecha política, económica y mediática, de la que hablaba el presidente Sánchez hace poco, para buscar su desgaste y propiciar un cambio de ciclo político de la mano de unas derechas de similares características a la que hace más de ocho décadas arrasó con la II. República española y la lucha de Euskal Herria por su emancipación nacional. Italia empezará a marcar el rumbo. Tengámoslo presente.
Así que comencemos por combatir el marco de la inevitabilidad de una guerra larga y, por ende, de sus inevitables consecuencias económicas y sociales. No es verdad. La guerra larga es una apuesta irresponsable, que no alterara sustancialmente los resultados militares en el campo de batalla. Detener la escalada militar y propiciar una solución negociada entre las partes puede evitar consecuencias todavía más graves en el futuro próximo.
Desde la vieja nación vasca, desde la memoria antifascista de Gernika, una prioridad que quiere ser compartida con el conjunto de las izquierdas transformadoras de Europa y el mundo: paz y desarme, libertad y antifascismo, igualdad, reparto equitativo de la riqueza, y soberanía para todos los pueblos.
Comentarios
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