TOMÁS HERREROS Y RAÚL SÁNCHEZ CEDILLO
Los últimos años muestran señales inequívocas de mutaciones fundamentales en el mundo de las relaciones laborales, que ponen de manifiesto el lado oscuro de la sociedadred. Al trabajador fordista, industrial, de contratación indefinida, varón, blanco y de mediana edad, le acompañan hoy nuevas figuras de la relación laboral, más móviles, más flexibles, discontinuas, con un fuerte componente juvenil, migratorio y femenino, pero con un elemento común, la precariedad, que se expresa en condiciones de trabajo más frágiles o anómalas y, cómo no, en el plano salarial.
Si a ello le añadimos lo que sucede fuera del trabajo (por ejemplo, en la vivienda, en los servicios públicos o en la privatización de la formación), la precariedad se manifiesta en forma de lo que se conoce como la precarización del conjunto de la vida.
No obstante, una de las paradojas que definen nuestro tiempo es la exclusión representativa e institucional de este precariado. Los dos grandes sindicatos se muestran incapaces de conectar con los deseos y las necesidades de esa nueva fuerza de trabajo.
Más allá de las explicaciones que hablan de una derechización sindical –que en más de un caso llegan a ser ciertas–, resulta más plausible buscar respuestas en el marco de la inadecuación de tales sindicatos a las condiciones en las que hoy se ventila la relación entre trabajo y capital.
La crisis de las tres separaciones clásicas del trabajo del siglo XX (entre lugar de trabajo y lugar de vida, entre producción y reproducción y entre salario y renta) hace difícil imaginar que la incapacidad sindical sea una tendencia coyuntural, atribuible a la incapacidad de sus dirigentes.
Obliga, por el contrario, a pensar y analizar formas renovadas de sindicalismo, útiles para que esas nuevas figuras laborales puedan conquistar nuevos derechos sociales que se amolden a la experiencia de un trabajo y una vida que, extendidos en el campo social, se confunden cada vez más.
En este contexto, surgen experimentaciones que van más allá del marco sindical que hasta ahora hemos conocido, y que sugieren otras formas de expresión y organización. Una de ellas es el Mayday, la fiesta de este precariado, iniciativa surgida en Milán y que desde 2005 se ha extendido a distintas metrópolis europeas (véase euromayday.org) .
De esas movilizaciones sorprenden al menos tres rasgos. El primero es que, en efecto, en ellas se movilizan decenas de miles de personas y en cierto modo reinventan la cita el 1º de Mayo.
Por último, resalta la forma festiva, alegre y desinhibida de sus manifestaciones, con música, carrozas, que recuerdan más a las marchas del Orgullo gay que a las manifestaciones de los grandes sindicatos.
En el caso español, –Las Mayday Parades tendrán lugar hoy en Málaga, Sevilla, Madrid, Barcelona y Terrassa– vale la pena situarlas en el contexto más amplio de las nuevas movilizaciones que emergen en el marco de la precarización: la reivindicación de la vivienda digna, la okupación y la creación de centros sociales autogestionados, la reivindicación de condiciones laborales aceptables para trabajadores/as sociales, domésticas (y migrantes), de los transportes públicos, la reivindicación de condiciones de libertad para los creadores culturales (y aquí entra de lleno la crítica de la legislación sobre propiedad intelectual), las protestas que emergen en las universidades públicas por la insatisfacción cada vez más manifiesta ante el rumbo depredador que cobran la educación y la investigación, y en consecuencia las condiciones de explotación del trabajo de investigadores, docentes y becarios/as.
A todo ello se añade en el Mayday el malestar ante los obstáculos que impiden que los migrantes accedan a una ciudadanía normal, sometidos a instituciones democráticamente inaceptables como los Centros de Internamiento de Extranjeros.
Estos nuevos movimientos y reivindicaciones se sitúan hoy de lleno en el marco de la recesión económica provocada por la privatización y financiarización del deficit expending keynesiano en forma de endeudamiento privado de las familias (caso de las subprimes).
Todo ello podría abrir una coyuntura política incierta: ¿cómo atender estas y otras reivindicaciones en el marco de la crisis? ¿Serán capaces las insuficientes y en buena parte caducas políticas de bienestar españolas y europeas de dar una respuesta no represiva a los nuevos movimientos frente a la precarización de la vida?
Estamos convencidos de que en esta coyuntura el terreno de la conquista de nuevos derechos universales pasa por la transformación de las políticas de bienestar, avanzando hacia un Welfare 2.0 que se configure con arreglo a las necesidades de nueva democracia de la galaxia del precariado, esto es, el derecho a la libre movilidad del trabajo (también migrante), el derecho a la libre producción y compartición de saberes y bienes digitales (copyleft) y, por último, el derecho a una renta básica universal que permita compaginar la flexibilidad de la relación salarial con la seguridad de la renta y de los derechos.
De no ser así, cabe esperar tormentas a corto y medio plazo.
Tomás Herreros y Raúl Sánchez Cedillo son miembros de la Universidad Nómada y del colectivo Mayday
Ilustración de Miguel Gallardo
Comentarios
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