Dominio público

Ayuno y antipolítica: llega la moción

Ana Pardo de Vera

Este martes asistimos al inicio del espectáculo (sic) de la moción de censura de Vox contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que devolverá al Congreso, por unos minutos (largos), a Ramón Tamames, que fue diputado en las Cortes durante ocho años de forma discontinua entre 1977 y 1989. La semana pasada y el comienzo de esta ha habido una sucesión de análisis sobre lo a qué partidos beneficia y a cuáles no este proceso, que va desde lo constitucional hasta lo esperpéntico, básicamente, por la actitud del candidato elegido por la ultraderecha para volcar los reproches sobre el Gobierno, un señor que ha dejado una serie de entrevistas, como mínimo, abracadabrante.

También ha dejado constancia el candidato de Vox de lo que toda la vida han dicho sus compañeros de partido y aventuras políticas sobre Tamames: tiene un ego del tamaño del hemiciclo parlamentario y esa y nada más es su motivación nuclear. "Ni siquiera tiene un desprecio sincero por Sánchez, como los líderes de Vox, sino que lo envidia por ser lo que él siempre quiso ser. ¿Y qué hay más cerca, a estas alturas de su vida, que ser un candidato a sustituirle por unos minutos y aunque sea con una moción abocada al fracaso?", comentaba una persona que trató varios años al economista.

Como periodista, me genera bastante curiosidad la moción, sobre todo, la respuesta de los partidos y su discurso ante algo sobrevenido, que dicen rechazar, pero que les proporciona, al mismo tiempo, una plataforma ante la opinión pública nada desdeñable, mucho menos, en tiempo electoral. Eso sí, el foco puede acabar iluminando a los partidos por el lado equivocado en función de cómo evolucione el debate y convertirse en un arma de doble filo. Veremos.

Como periodista, también, y como ciudadana, sin embargo, estoy cansada ya de hablar, oír hablar y leer sobre la extravagante moción, que aún empieza este martes y que no deja de plantear un partido que niega derechos humanos y libertades; un partido cuya sola existencia frustra y entristece al mismo tiempo. Metidos en esta espiral de Tamames, Vox, el PP y su abstención, el respeto del Gobierno, la ausencia de Feijóo, ... tengo la sensación de que estamos ocupando espacios que deberían ser llenados con noticias más interesantes para la mayoría, aunque es verdad que la situación económica y social provoca que las nuevas sean, en general, pesimistas; incluso, deprimentes.


La semana pasada apenas tuvo repercusión una noticia que muestra para mí la gravedad del momento que atravesamos y que tiene relación directa con la moción, el enraizamiento de la ultraderecha en las instituciones y, en definitiva, el hastío con la política y los partidos de una población, para la cual, pese a las recetas socialdemócratas aplicadas (echen un vistazo a la Francia de Macron), de signo opuesto a las introducidas durante la crisis de 2008, no se ve el final del túnel: bancos rescatados (otra vez), autoridades que niegan insolvencia financiera (lo mismo que nos decían en 2008), pánico en unos mercados de mercaderes, que menos inteligentes y sosegados, demuestran una histeria propia de analfabetos irracionales, ...

No son irracionales, en cambio, los y las ciudadanas que se ven obligadas a saltarse comidas para poder alimentar a sus hijos o porque no tienen ingresos para las comidas principales diarias. Una de cada cuatro familias en España se saltan comidas y, en el caso de las rentas menores de 15.000 euros, son cuatro de cada diez las familias que no pueden llevar una alimentación normal, porque no les llega el dinero y los precios de los alimentos siguen disparados. Es un estudio interesantísimo realizado por una consultora internacional y que ha recogido El Diario Cantabria, socio de Público, junto a muy pocos medios más.

El informe se ha llevado a cabo con estudios sobre España, Francia, Italia, Alemania, Bélgica, Reino Unido e Irlanda, que muestran, además, que con todo lo malas que son la cifras, las y los españoles no somos quienes peor estamos: "Aquí la cifra rozaría el 18%, pero en el Reino Unido sobrepasan el 29%; en Francia, el 25%, y en Alemania están por encima del 21%". Nos hemos enterado de este estudio en la misma semana que se constató que las ayudas públicas no están distribuidas correctamente, ni mucho menos, sino que las cobran siempre quienes menos la necesitan cuando pueden cobrarlas y las cobran mucho menos quienes tienen menos recursos, porque no disponen de las herramientas ni los conocimientos de una burocracia enrevesada como la nuestra. Un despropósito impropio de este Gobierno socialdemócrata y que impacta de lleno en el desarrollo alarmante de la antipolítica que representa Vox y que bendice Tamames con su ego. ¿A que nadie hablará de estas cifras en la moción?


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