Dominio público

La guerra se decidirá, pero no ahora: de la situación sobre el terreno a las propuestas de paz

Ruth Ferrero-Turrión

Profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la UCM

Un soldado ucraniano en una trinchera. REUTERS
Un soldado ucraniano en una trinchera. REUTERS

En el último mes son pocas las noticias que llegan desde el frente batalla que aporten novedades sustantivas sobre lo que allí acontece. Tal y cómo se venía señalando por los analistas de Defensa prácticamente desde Navidades los frentes han permanecido estáticos. Las noticias desde el terreno se limitan a observar con detenimiento los avances y retrocesos de unos y de otros en Bakhmut y a esperar a la anunciada contraofensiva ucraniana de primavera (ya será de primavera-verano). Esta última está prevista que suceda durante las próximas semanas, en ausencia de rasputitsa y presencia de las armas prometidas por los aliados occidentales. Pero, por el momento, asistimos a una tensa espera en dónde las partes se observan y testan sus respectivas capacidades bélicas. Sin duda la batalla que se librará durante los próximos meses será dura y de su evolución dependerá también la posterior evolución de esta guerra, así lo llevan constatando diversos expertos y así lo confirman los papeles del Pentágono filtradas a través de Discord.

Del éxito de esta campaña del lado ucraniano, así el objetivo ahora es claro, romper la lengua de territorio que une a Crimea con el resto de los territorios controlados ahora por los rusos, eso incluiría, al menos, la recuperación de Melitopol, y, si fuera posible, Mariupol, de esto dependerá, con toda probabilidad, la renovación de la confianza de sus aliados y, por tanto, una mayor recepción de ayuda militar y financiera. En cuanto a Rusia, su objetivo en este nuevo enfrentamiento incluye no sólo no ceder territorio, sino intentar la conquista total del territorio de los cuatro oblast anexionados en otoño (Lugansk, Donetsk, Jerson y Zaporiyia). Cualquier retroceso en la línea del frente, profundizaría las grietas que ya están abiertas entre Prigozhin de la Wagner y el ministro de Defensa, Shoigú, y, sin duda, debilitarían mucho la ofensiva rusa lo que haría al Kremlin apostar aún más fuerte por una guerra larga de desgaste.

Y mientras esto sucede sobre el terreno, más allá del frente se han comenzado a ver algunos movimientos que apuntan hacia un mayor espacio para el diálogo y una potencial apuesta por una mayor distensión entre las partes de la mano de algunos actores, Brasil y China, pero también el Papa Francisco o Turquía que intentan comenzar a tender los puentes que en el medio plazo permitan poder sentar a las partes en una mesa de negociación política.

Lula ha propuesto la creación de una suerte de G20 por la paz en Ucrania que apueste por una solución política del conflicto a través de la promoción del diálogo entre las partes con el objetivo de reducir la tensión y comenzar a sentar las bases de una futura mesa de negociación que lleve eventualmente a la paz. Reivindica así Lula un papel central en el ámbito internacional con la intención de situar a Brasil en un actor esencial en un orden internacional que forzosamente va a tener que adaptarse a una geopolítica diferente de la de 1945. Y además lo hace sobre la idea de una política exterior que es autónoma y es pragmática pero que apuesta por el multilateralismo, la equidad, la sostenibilidad y la cooperación, y que defiende el Derecho Internacional, incluyendo la condena de la ocupación unilateral de los territorios ucranianos. La interlocución con Moscú y Kiev está abierta y ninguno de ellos ha cuestionado su potencial papel mediador.  Por su parte, Xi con su propuesta política de 12 puntos, su alianza con Rusia, y con su nuevo papel internacional como facilitador de diálogo, como ha demostrado en Oriente Medio, al menos abre canales que quizás puedan servir en el medio plazo para una potencial negociación entre las partes. También el Papa Francisco ha continuado en insistiendo en la necesidad de alcanzar un plan de, al menos, un alto el fuego. Incluso EEUU está preparando un plan de negociación por si la contraofensiva ucraniana no prospera. Desde Europa todavía no hemos escuchado nada al respecto.


Parece que, aunque todas estas apuestas por el diálogo son, sin duda, un primer paso para alcanzar el fin de la guerra, sin embargo, todo apunta que todavía habrá que esperar para poder ver algún tipo de avance en dirección a la paz. Conviene, en este sentido no ser ingenuo. Para poder convencer a las partes a sentarse a negociar, ambos deben tener un incentivo para hacerlo, y este incentivo nos lleva, de nuevo al campo de batalla.

Todos los planes bien intencionados y que abogan por el alto el fuego inmediato, retirada de tropas, creación de una zona desmilitarizada o protocolos de reconocimiento y neutralidad de Ucrania, no serán posibles en tanto en cuanto Rusia y Ucrania decidan que no va a ser posible controlar más o menos territorio. La presión China no será suficiente para convencer a Moscú, así como tampoco será suficiente el apoyo incondicional a Ucrania de sus aliados occidentales en sus términos actuales.

En estas circunstancias, no habrá claros perdedores, ni claros ganadores, y, por tanto, será imposible alcanzar los objetivos máximos de cada una de las partes, así que habrá que negociar. Y cuando llegue ese momento, es importante tener un plan y para elaborar ese plan es imprescindible comenzar a pensarlo ya, sobre todo teniendo en cuenta que ninguna guerra se ha resuelto con el primer ni el segundo plan de paz de propuesto. Durante las guerras balcánicas al menos hicieron falta cuatro planes para conseguir alcanzar un acuerdo entre las partes. Entonces Naciones Unidas, la UE y un grupo de contacto compuesto por varios países trabajó en la elaboración de un plan de paz que, finalmente, llegó. Confiemos en que también llegue esa voluntad en esta ocasión.


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