Dominio público

Ayuso, naturaleza muerta

Gabriela Wiener

Escritora, poeta y periodista

Ayuso, naturaleza muerta
La candidata del Partido Popular a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante el debate electoral celebrado este martes en la sede de Telemadrid, en Pozuelo de Alarcón. EFE/Juanjo Martín

Es esa manera leve de enfatizar con el puño, cayendo hacia abajo la manga como con falsa energía, la que será su mayor aportación al debate sobre el cambio climático: una planta en cada balcón madrileño. Es el bodegón sempiterno de Ayuso, la naturaleza muerta, artificial. Un piso de lujo alquilado. Telepizza para lxs niñxs pobres y becas para los hijos de millonarios. Un macrohospital de campaña vacío. El café con leche del PP. Un traje color bubaloo desde el que emite globos de discursos que van perdiendo poco a poco el aire hasta caer al suelo. Hoy, tras su comparecencia mediática, la muñeca souvenir de Madrid parece languidecer por falta de batería. La batería ya no se carga con una antigualla como ETA. Debería saberlo.

Ella apela a la Corona y a la Constitución pero la hermandad nepótica, el Toni de los 234.000 euros covid en las camisetas podemitas y el inocultable horror de los mayores asesinados de las residencias llegan mejor a las audiencias que aún tienen el chotis en el cuerpo y el duelo en el alma. Se durmió en sus laureles la chica de Chamberí que alivia de impuestos a los ricos del país y castiga a los demás haciéndolos creer que algún día serán ricos como ella. Y, madre mía, hacerle un feo a un libro regalado en directo, aunque lo haya escrito su Judas, cuando quedan días para la feria del libro de Madrid. La pillaron fría. Como cuando fue nombrada alumna ilustre de la Complu y acabó yéndose entre pedradas simbólicas de sus estudiantes. Mejor le fue cuando la premiaron los liberales en Italia por dejar abiertos los bares en plena ola mientras dimitían escandalizados los responsables médicos.

Cuando ya eres parte del show, y ella solía serlo, únicamente queda actuar para que el circo pueda continuar. Pero Isabel Natividad no actuó ni de manera televisiva, ni performática en el único debate al que accedió porque su cola de paja ya le da la vuelta a la esquina. Y las cerillas están al ristre. Venía la señora trajeada de chicle flanqueada por una activista de la vivienda y una médico. Es decir, encarnaciones de las dos cosas que peor hace la presidenta de la pandemia en Madrid y de los pisos buitre para amiguitos hoteleros.

Muy lejos parece ésta de la triunfal campaña de 2021 en la que Ayuso, la monárquica y conservadora "al lado" de Vox –la Trump española, si me lo permite el feminismo– reivindicó la libertad como el rasgo más característico del madrileño (además de los atascos). Y proclamó para el mundo: "La libertad triunfó en Madrid", pero en este tiempo el pueblo entendió que lo que triunfó fue el liberalismo salvaje de los recortes en la sanidad pública, de la suit del Room Mate, las colas y los teléfonos descolgados de la atención primaria, los desahucios, los desokupas, los privilegios de pocos, la educación privada, los agentes infiltrados en movimientos sociales, el racismo, el negacionismo de la memoria histórica, las ayudas sociales para los concebidos no nacidos y el Pride a la Casa de campo.


Porque las verdaderas libertades, los derechos y la justicia social siempre han estado muy lejos de ese personaje de traje rosa que se ha colado entre las letras azules del PP y las verdes de Vox para hacer de la derecha española lo que su amigo Nacho Cano hizo de su carrera musical: una horterada. Pero las de la política son horteradas que matan. Ojalá en estas elecciones no le demos más poder a los horteras del poder.

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