Dominio público

La inhumana vida en Gaza y las violaciones de Israel del Derecho Internacional

Sandra Barrilaro

Integrante de Rumbo a Gaza-Coalición Flotilla de la Libertad

La inhumana vida en Gaza y las violaciones de Israel del Derecho Internacional
Palestinos caminan entre los escombros de un edificio destruido, tras un ataque aéreo israelí contra Khan Yunis.- Abed Rahim Khatib/dpa

Una persona medianamente informada a través de los medios sobre el llamado conflicto palestino-israelí aceptará la idea de que lo que está ocurriendo en Oriente Medio ha comenzado con el ataque de Hamás a Israel del pasado sábado. Nada más lejos de la realidad. Pero tampoco empezó tras el Holocausto, en contra de quienes puedan pensarlo. 

Todo comenzó a finales del siglo XIX y no en Palestina, sino en el corazón de la Europa colonial, con Theodor Herzl. Este intelectual austrohúngaro de origen judío fue el fundador de la Organización Sionista, que promovió el traslado y retorno de la diáspora judía a Palestina, cuando este territorio aún pertenecía al Imperio Otomano. Su sueño era crear el Estado de Israel y murió sin verlo. Nadie sabe lo que hoy pensaría Herzl. 

Del Imperio Otomano al control del Imperio Británico, para luego frustrar los anhelos de los habitantes palestinos, el Estado y las tierras no serían para ellos. Décadas de guerra, de confrontación, para que el ataque de Hamás del pasado sábado haya tomado por sorpresa a casi todo el mundo, incluido al Gobierno de Benjamin Netanyahu, inmerso en una crisis interna con su propia población dividida como nunca. También sorprendente es el desconcierto dentro de los servicios secretos israelíes, el Mossad.

Las respuestas, como eran de esperar: la Unión Europea y Estados Unidos alegan el derecho de Israel a defenderse, por eso la Franja de Gaza está siendo bombardeada, con todos sus habitantes dentro. En este contexto, que Netanyahu emplace a la población de Gaza a huir de sus hogares y a dejar su terruño no termina de sorprender a la mayoría de las personas que escuchan y leen las noticias, pero sí a quienes conocemos de cerca este lugar bañado por el Mediterráneo. ¿Huir?,  ¿a dónde? No hay escapatoria para la población de Gaza, lo más que puede hacer es refugiarse en las escuelas de la UNRWA, en un intento para evitar ser bombardeados directamente. Pero esto ya se ha visto, anteriormente, que es inútil porque Israel ha bombardeado esas escuelas aborrotadas de gazatíes inocentes en busca de un lugar seguro, o al menos eso creían.


En 2007, año en el que Hamás ganó las elecciones en la Franja, Israel impuso un férreo e inhumano bloqueo: cerró el paso, por tierra, mar y aire, a las personas y también a las mercancías, aislando literalmente a los más de dos millones de seres humanos que habitan Gaza, un castigo colectivo contrario al Derecho Internacional y que viola la IV Convención de Ginebra. Desde entonces, la población es atacada a diario, con tres operaciones de bombardeos masivos ocurridos en 2008-2009, 2012 y 2014. 

En 2012, Naciones Unidas publicó un informe alertando de la situación de crisis humanitaria que sufría Gaza como consecuencia del bloqueo y alertaba de que en 2020 este lugar sería inhabitable, pero el mundo miró a otro lado y el bloqueo se mantuvo.

Más de la mitad de la población de Gaza es menor de edad, a quienes se niega el derecho a un futuro digno y en paz. Cerca del 60% vive en la pobreza, el 97% del agua no es apta para el consumo, el 80% depende de la ayuda internacional para subsistir, el desempleo alcanza al 70%... y se puede seguir con un largo etcétera de datos inhumanos. Sin olvidar que el 70% de la población es refugiada o desplazada desde 1948, incluidos sus descendientes, a quienes Naciones Unidas reconoce su derecho al retorno a las tierras de las que fueron expulsados por los israelíes y a la devolución o restitución de sus propiedades.


Los agricultores y los pescadores son atacados a diario mientras realizan sus labores. La Franja sufre cortes de luz. La única central eléctrica fue bombardeada en 2014, por lo que las restricciones son continuas y suponen tan solo entre dos y cuatro horas de electricidad diarias. Esto contribuye al colapso hospitalario y del sistema de salud que afecta a las unidades de neonatos, quirófanos, diálisis... Hospitales que carecen desde hace años de material médico básico como gasas, analgésicos o antibióticos. Las aguas residuales no pueden ser depuradas por esa misma falta de suministro eléctrico y son vertidas directamente al mar sin tratamiento alguno. A ese Mediterráneo donde buscan alimento los pescadores en una millas náuticas limitadas, también por el bloqueo. 

Cuando en 2018 se organizaron las Marchas del Retorno, manifestaciones pacíficas frente a la valla que encierra a Gaza por el norte, Israel apostó tiradores de élite que disparaban contra la población civil indefensa. En el primer año de esas marchas, que se celebraban cada viernes, hubo un saldo de 195 personas palestinas asesinadas, 41 de ellas menores, y cerca de 29.000 heridas. Esta es la población que ahora, una vez más, vive bajo el terror de las bombas en Gaza.

En Cisjordania, la otra parte del territorio dividido de Palestina, la población vive bajo un régimen de apartheid. Asesinatos a diario por disparos del Ejército de ocupación israelí, sobre todo jóvenes por tiros en la cabeza, incursiones militares en campos de refugiados que siembran de horror y muerte localidades como Yenín o Nablus, detenciones arbitrarias, cientos de personas encarceladas, menores y mujeres incluidas. Cisjordania está cercada por un muro de más 700 kilómetros que cicatriza el territorio, pese a haber sido declarado ilegal en 2004 por el Tribunal de la Haya, por lo que obligó a desmantelarlo.

Asentamientos declarados ilegales por Naciones Unidas donde viven alrededor de 750.000 colonos, que atacan a la población palestina, sus propiedades, cosechas y rebaños, aumentan cada día envalentonados por el Gobierno de Netanyahu, ahora aliado con la extrema derecha, y ante la inacción internacional. Puestos de control, cierre de territorio, habituales restricciones al movimiento de la población, una incesante destrucción de viviendas. Provocaciones como el paseo triunfal de Ariel Sharon por la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén en 2010, una fanfarronada renovada en abril de este año por el extremista Utar Ben Gvir. Las violaciones de los derechos humanos no tienen fin.

Tras años de arduo trabajo por parte del Centro Palestino de Derechos Humanos (PCHR), la Corte Penal Internacional (CPI) anunció en 2021 la apertura de una investigación por crímenes de guerra cometidos en Palestina desde 2014. Fue un halo de esperanza bajo la creencia de que por fin comenzaría a hacerse justicia, pero ha caído en un interesado olvido. Los palestinos y palestinas de Cisjordania viven bajo ocupación desde 1967, tras la Guerra de los Seis Días, algo que parece no está en la memoria colectiva de nuestros gobiernos. 

De la ocupación, el bloqueo y la limpieza étnica que comenzó en 1947, meses antes de la creación del Estado de Israel, la Nakba, vienen estos lodos. Y aquí están las verdaderas raíces de la injusticia que sufre Palestina.

Mientras nuestros gobiernos sigan repitiendo el mantra del derecho de Israel a defenderse, un insulto a la dignidad del pueblo palestino y gasolina para el ocupante, se seguirán ignorando los crímenes y la vulneración de los derechos humanos a diario por parte de Israel. 

Mientras nuestros gobiernos sigan concediendo total impunidad a los crímenes de Israel, mientras nuestros gobiernos sigan respaldando con su inacción y silencio cómplice del sistema de apartheid, Palestina seguirá resistiendo.

Mientras no se reviertan las tremendas injusticias cometidas contra el pueblo palestino desde 1948, mientras la mentalidad colonial no sea desterrada, no habrá paz. Así que ¿por qué algunos se llevan ahora las manos a la cabeza?

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