La soledad del rey estos días ha quedado reflejada en las calles y en las instituciones. Felipe VI está tan solo como el Gobierno de coalición, pero a él no le ha votado nadie, aunque la Constitución se diseñara con la monarquía parlamentaria encajada en el texto, sin un referéndum previo sobre la forma de la Jefatura de Estado que querían los ciudadanos/as tras la dictadura de Franco. El sátrapa eligió a Juan Carlos I como sucesor y hasta hoy; pero esa historia ya la conocen. La hemos revisado en Público de arriba abajo.
No debe extrañar, por tanto, el gesto serio del monarca en los encuentros que ha mantenido con el presidente Sánchez y su nuevo Consejo de Ministras, que todos los medios se han apresurado a subrayar como un rechazo a Sánchez, a su propuesta de amnistía a los independentistas implicados en el procés y al Ejecutivo de coalición con Sumar, en general. El monarca "es muy de Feijóo", argumenta un dirigente de ese Gobierno, "no del PP propiamente, sí de Feijóo", o sea, del presidente de la Xunta de Galicia o de la imagen que se fabricó allí a golpe de medios subvencionados. En todo caso, desconozco la relación personal del rey con el líder del PP, antes y ahora, que podría haber cambiado conforme a la actualidad.
"Felipe, masón, eres un cagón", "Felipe, masón, defiende tu nación" ... son algunos de los eslóganes coreados por las calles de Madrid, pidiendo al rey que interviniera para parar la ley de amnistía (y de paso, al Gobierno), que inicia ahora su trámite parlamentario por los cauces democráticos pertinentes. Los insultos sonaron fuertes, más fuertes incluso que los dedicados a Sánchez o al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska; quizás porque a estos últimos nos hemos ido acostumbrando después de los cinco años de Gobierno PSOE-Unidas Podemos. Los hooligans de quienes se han arrogado el papel institucional de defensores únicos de la Corona, la unidad de España, la Constitución, la bandera, las Fuerzas Armadas o las ídem de seguridad del Estado decidieron que el rey no estaba haciendo el trabajo que ellos le tienen encomendado: el de jefe ejecutivo de las Fuerzas Armadas que dé un golpe de Estado cuando a los señores de la ultraderecha antidemocrática -valga la redundancia- les parezca bien.
En toda esta jungla aparente no hay solo ignorancia, hay mucho de mala fe y Feijóo, como todas las derechas que se dicen "centradas", "moderadas", "democráticas", etc., es responsable de exaltar los ánimos de los anticonstitucionalistas, primero, saltándosela él y su partido para no renunciar a una mayoría del Poder Judicial que no le corresponde y, segundo, con sus acusaciones apocalípticas contra una decisión soberana que es la investidura del presidente del Gobierno: puedes estar en contra de una ley, pero no puedes cuestionar a la mayoría soberana que la impulsa, porque es cuestionar a la democracia misma.
El rey no está contento. Motivos tiene, más allá de la mayoría de edad de su hija Leonor, muy bien recibida en el Congreso (y muy cínicamente, visto lo visto, por parte de la bancada de (ultra)derecha). Las republicanas celebraríamos una derecha ídem que apoyara esta forma de Estado si esto no consistiera en un grupo de dictadorzuelos dispuestos a usar las herramientas democráticas (elecciones) para entrar en todas las instituciones (también al jefe del Estado) y apoderarse de ellas. No, nosotras pedimos un referéndum; pero este será imposible mientras el PSOE respalde el pacto del 78 sobre una Constitución con una monarquía encajada a capón.
Al rey Felipe le quedan los socialistas, aunque le pese, y le pesa. Como a su padre le quedaban Felipe González y Santiago Carrillo, éste sin capacidad de decisión apenas, aunque al emérito no le pesaba en absoluto: lo aprovechó de maravilla. La cuestión es cuánto podrá aguantar el PSOE una Jefatura de Estado no electa democráticamente, sobre todo, por el empuje de sus Juventudes Socialistas, que vienen pisando fuerte y pidiendo la palabra ya para la sucesión de Sánchez: un Estado federal, el que se busca, parece incompatible con una monarquía no refrendada.
A Felipe VI no le quedan casi monárquicos, que la mayoría lo eran por interés de privilegio en torno a una estructura dominante, la del posfranquismo bien ordenada en el régimen del 78 en torno a la institución monárquica. Por no quedar, no le queda ni Jaime Peñafiel, que, aparte de apelar al monarca para que no deje el Estado en manos de Sánchez en un artículo en El Mundo, señala ya a la reina Letizia con unas memorias tópicas del patriarcado clasista, donde un tal Jaime del Burgo -hijo de un dirigente veterano del PP, Jaime Ignacio del Burgo- se despacha a gusto, además, advirtiendo con grabaciones, SMS y otras indiscreciones tipo Villarejo guardadas bajo llave y propias de quienes necesitan fama y reconocimiento (¿y dinero?) a costa de lo que sea. No hay ultraderecha sin la complicidad de la derecha, caiga quien caiga, y parece que esta legislatura van en serio, incluso contra el rey.