En este curso parlamentario que se abrirá con la presencia del rey en el Congreso la semana que viene, nada tiene más difícil Alberto Núñez Feijóo que la situación interna de su partido. Inmerso en un encaje de piezas muy complicado, el presidente del Partido Popular trabaja por abrir su tradicional desconfianza y cerrazón a un equipo más amplio y plural que el que le ha acompañado hasta ahora; esto es, el núcleo más próximo que vino con él de Galicia a Madrid para sustituir al caído-empujado Pablo Casado y su equipo, y en un segundo, tercer o cuarto plano, Cuca Gamarra, Esteban González Pons y Elías Bendodo, este que parece haberse alejado un poco más en los últimos tiempos al haber traspasado la portavocía del partido a Borja Sémper, aunque hablar, hablan todos/as, y bastante.
En este círculo de confianza conformado por órbitas en torno al líder, parte de los medios de comunicación, periodistas y analistas bien informadas han situado a Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid que acabó con su compañero y amigo (sic) Casado en cuanto éste se apresuró a denunciar -en una estrategia cargada de razón, pero bastante ingenua- que el hermano de Ayuso se estaba forrando a costa de la pandemia y el dinero público, como así se desmostró. Haya o no delito penal, lo que no hubo fue decencia alguna, ya lo dijimos aquí en su día.
Como indecencia, inhumanidad y presuntos delitos penales de marca mayor ha habido con la muerte de cerca de 7.300 mayores en residencias sin asistencia sanitaria durante la pandemia y obligados/as por los conocidos ya como "protocolos de la vergüenza", solo aprobados en la Comunidad de Madrid. Los y las familiares de estos muertos en medio de una crueldad inexplicable, que no encuentra razones siquiera en la emergencia sanitaria de las primeras semanas de covid, llevan años luchando por que la Justicia señale y condene oficialmente a culpables y responsables de una vez; y digo "oficialmente", porque a tenor de las pruebas y testimonios a todos los niveles de la Administración que ya son archiconocidos, parece evidente quiénes fueron los que dieron luz verde al siniestro protocolo.
Este jueves, la Audiencia Provincial de Madrid ha ordenado a una jueza que reabra una causa penal contra la presidenta Ayuso, en concreto, por el fallecimiento de siete mayores en una residencia del distrito madrileño Ciudad Lineal relacionado con la aplicación de los polémicos protocolos. Los incansables familiares de los mayores muertos sin auxilio confían en que, de una vez por todas, sean juzgados y condenados la jefa del Ejecutivo de la CAM y el equipo que avaló este triaje para ver a quién se derivaba a un hospital y a quién no. La impotencia ante la indiferencia de las administraciones con esta tragedia ha convertido el camino de estas víctimas para honrar a sus muertos y hacer justicia en un calvario impropio de un país que se dice democrático.
"El que quiere ser tirano y no mata a Bruto y el que quiere establecer un Estado libre y no mata a los hijos de Bruto, solo por breve tiempo conservará su obra". Es una de las citas más conocidas de Maquiavelo y habla de traiciones y traidores, que se reproducen como conejos en política y aledaños y generan otros y otras traidores a los que si no se elimina de forma drástica -políticamente hablando-, impiden conseguir objetivos. Feijóo y Ayuso se hermanaron para traicionar a Casado y su equipo en un sainete cutre y despiadado. De los traicionados no queda nadie; de los y las traidoras, bastantes y con mando en plaza, empezando por el líder del PP y la presidenta madrileña.
La noticia de la posible apertura de una causa penal contra Ayuso por la muerte de casi 7.300 personas encarceladas en residencias y sin posibilidad de ser tratadas, aliviadas o, incluso, eutanasiadas para evitarles un sufrimiento atroz, ha sido recibida esta vez con la máxima expectación en la sede nacional del PP, en la planta noble. El de los "protocolos de la vergüenza" es un tema del que no gusta hablar en el Partido Popular, siquiera para valorar la parte ética de la cuestión, que va mucho más allá de la penal y atañe a la política. Incomoda, molesta. Este jueves, en cambio, se encendió una luz en la calle Génova: Ayuso, creen, ha podido obtener una holgada mayoría absoluta sin los votos de ninguno de los familiares y allegados de las víctimas más vulnerables de la pandemia. De lo que ya no están tan seguros es de que pueda mantenerla si esa estrategia que escapaba a todo derecho humano llega a juicio y se conocen a viva voz las atrocidades cometidas, una y otra vez, y en más residencias, y en más seres humanos ... hasta 7.291.
Feijóo puede regodearse, no obstante, de quitarse de encima a una adversaria interna, a la que no dudará en traicionar llegado el caso -como Ayuso a él, como ambos a Casado, y a los antecedentes de los dos y de otros partidos me refiero-, pero es el dolor de tanta gente luchadora y tenaz en su denuncia el que merece no solo respuestas, que ya las tiene aunque los tribunales parezcan ignorarlas, sino justicia y reparación para seguir conviviendo con el agujero negro de la tragedia tan infame que les ha tocado protagonizar.
Comentarios
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