Dominio público

El momento Donoso

Pablo Batalla Cueto

Periodista

Retrato de Juan Donoso Cortés, por Federico Madrazo (1849)
Retrato de Juan Donoso Cortés, por Federico Madrazo (1849)

¿Cuál es el español más importante de la historia? Televisión Española propone en un programa, presentado por Silvia Intxaurrondo, una larga y variopinta lista de ellos para votar, de Isabel la Católica a Felipe González, pasando por Ramón y Cajal, Severo Ochoa, Emilio Aragón, Dolores Ibárruri, Félix Rodríguez de la Fuente, Fernando Alonso o Mercedes Milá [sic]. Indignados por lo que deben de considerar una charlotada progre, desde el colectivo nacionalista Gestas de España proponen una nómina alternativa ("Mejor así, ¿no?"), con nombres como el de don Pelayo, Hernán Cortes, Blas de Lezo, Trajano, Juan Sebastián Elcano o Ángel Sanz Briz; un campo de nabos con cinco femeninas excepciones: Ángela Ruiz Robles, Catalina de Aragón, Clara Campoamor, Urraca I de León e Isabel la Católica. En una cosa al menos concuerdan las dos listas: ninguna otorga un puesto a Juan Donoso Cortés 

Ello es que sorprende la ausencia, en listas que pretenden designar al español más importante de la historia, del autor de Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo (1851), a quien tal vez afecte el desinterés generalizado por el Ochocientos, que fue su siglo; una centuria vastamente considerada como poco sexy, a pesar del estupendo trabajo de reivindicación de historiadores como Daniel Aquillué, Florencia Peyrou o Sergio Sánchez Collantes. Tampoco Espartero, Riego o Concepción Arenal aparecen en ninguna de las dos enumeraciones de influencers históricos. Pero, siendo honestos, de ningún hijo del XIX es tan injusto el escamoteo. Donoso bien puede ser uno de los dos o tres pensadores españoles más influyentes de la historia; uno de los pocos intelectuales que consiguieron trascender con fuerza las fronteras de su propio país y ejercer influjo entre los pensadores de otros. Todo un Carl Schmitt decía de él que había sido "uno de los pensadores políticos más grandes del siglo XIX", admirándose de su condición del "más radical de los contrarrevolucionarios, un reaccionario extremo y un conservador de fanatismo casi medieval"; mezcla peculiar de "profeta escatológico" y "ambicioso diplomático profesional". Al jurista nazi le fascinaban, escribe Enzo Traverso en Revolución:

"El estilo alegórico de Donoso Cortés, sus descripciones de la historia como un gigantesco laberinto donde los seres humanos inmorales se perdían, o como un barco piloteado por una tripulación de marineros borrachos en medio de una tempestad. También le gustaba su desdén aristocrático por los seres humanos, descriptos como una ralea de pecadores corruptos que solo se merecían que los aplastaran hasta matarlos ('el desprecio [de Donoso] por el hombre no sabe de límites'). Apreciaba esta vigorosa imaginación y sin duda estaba de acuerdo con el alegato de Donoso en favor de un liderazgo autoritario: los seres humanos necesitaban que los rigieran, ese era su destino". 

Convendremos en que esta no es una influencia de la que quepa presumir, pero no deja de ser interesante acordarse de Donoso Cortés, y leerlo, sobre todo en un momento como este. Donoso fue, sí, reaccionario, pero no un absolutista sin más, sino un hombre sagaz que en la primera mitad del siglo XIX entendía que el absolutismo no podía ser repuesto en su integridad, que alguna pera había que partir con el nuevo orden emergido de las revoluciones burguesas, sujetándolo en cualquier caso a su versión más conservadora posible. Era, en fin, un liberal doctrinario, nombre asignado en Francia al ideario de figuras como Royer-Collard, que abogaban por una monarquía constitucional con un sufragio muy restringido y facilidad para un suspenso dictatorial de las garantías legales en caso de desborde democrático. Donoso expresó esto en 1849 —tras el sofocamiento de una insurrección en Barcelona, Sevilla y Valencia y en el contexto de su espanto por el ciclo revolucionario de 1848— con una fórmula de la que hoy podemos pensar que vale, mutatis mutandis, para el minuto y resultado del neoliberalismo. Decía el pacense: "Cuando la legalidad basta para salvar la sociedad, la legalidad; cuando no basta, la dictadura".  


A nosotros también nos dicen hoy, nos lo dicen desde hace cincuenta años, que si somos buenos nos asignarán a Tony Blair; si nos ponemos tontos, a Margaret Thatcher; y si nos ponemos aún más tontos, a Augusto Pinochet. Y en lugares como Argentina transitan ya de la segunda opción a la tercera. Lo que es más inquietante para nosotros es que lo hacen para entusiasmo de las derechas de acá, empezando por la Cayetana Álvarez de Toledo, que calificó la victoria de Milei de "excelente" y "esperanzadora". Bien dice el tuitero Lavín que "la derecha española haría bien en reconocer que el único liberalismo español del que desciende espiritual y orgánicamente no es el de Riego y Torrijos, sino del doctrinarismo de Donoso Cortés, pasando por Ramiro de Maeztu y Carl Schmitt —'don Carlos', como lo llamaba Fraga—". Atravesamos, sí, un momento Donoso. Y debiéramos ser capaces de horrorizar a los Donoso Cortés del siglo XIX alzando un 1848 triunfante. 

Más Noticias