Dominio público

Todo esto da mucho miedo

Israel Merino

 

Israel Katz y Josep Borrell en una foto de archivo. Europa Press.
Israel Katz y Josep Borrell en una foto de archivo. Europa Press.

Da pánico asomarse a las grandes cabeceras europeas y ver cómo el mundo se desangra. En el Julio César de William Shakespeare, donde el escritor inglés apuesta por no ceñirse al rigor histórico para componer una obra moralmente impactante, Marco Antonio esgrime un discurso tras el asesinato de César con el que justifica su apoyo a la confabulación (a posteriori, claro, pues demuestra ser un cobarde oportunista y no tenerlo nada claro de antes). Por mucha labia que emplee, Marco Antonio es incapaz de justificar realmente los motivos que lo llevan a apoyar el crimen y se aferra a la explicación de los males que tarde o temprano traería el líder romano, pero sin dar ni un solo argumento.

Con el mismo sentimiento que una parte del pueblo de Roma al escuchar la perorata de Marco Antonio, me da pánico asomarme a la ventana mediática europea y observar cómo, a solo unos días de las elecciones europeas que decidirán el futuro político y moral de Occidente, los candidatos conservadores se ponen marcoantonianos y justifican de baratillo y sin razones, adivinándose entre sus palabras solo su supervivencia personalísima, su intención de pactar con algunos partidos de ultraderecha europeos: son como Marco Antonio, se han montado un discurso completamente vacío y cínico para apuñalar la democracia por interés particular.

Me da miedo el mundo tal y como me dan miedo las alturas; me da miedo la caída y lo que nos pueda pasar. Me da miedo el cinismo del ala derechista europea, que decidió seguirle el juego a sus competidores ultras y ahora se lamenta con lagrimitas falsas, como el paté de unicornio, de la supuesta falta de un remedio que no sea pactar con grupos que coquetean con el fascismo y quieren acabar con lo bueno que queda en pie del Estado Social de Derecho.

Con este guiso en la olla y las europeas a punto de pillarnos con el pie cambiado, Benjamin Netanyahu, el líder fascista y genocida y absurdo y depravado de Israel, ha decidido asesinar a cincuenta civiles más en un ataque en el sur de la Franja de Gaza –del que nos han llegado vídeos que prefiero no describir.

Como en la era de Internet los asesinos no solo quieren limpiar un pueblo de la faz de la Tierra, sino también que medio mundo los jalee y aplauda como en un tablao de Sacromonte, ha amenazado brutalmente a España por tomar la decisión de reconocer al Estado de Palestina: "se acabaron los días de la Inquisición; a quien nos haga daño, le haremos daño", ha dicho literalmente a través de su ministro de exteriores, Israel Katz.

Que una supuesta potencia nuclear desbocada – digo supuesta porque hay indicios suficientes para decir que lo son, aunque este Estado de cartón piedra nunca lo haya confirmado – amenace a un país de la Unión Europea parece que no es motivo suficiente para que los 28 socios rompan inmediatamente relaciones con Israel y para que la parte derechista del arco parlamentario, ahora hablamos de política patria, ponga pie en pared de una vez a estos tipejos con ínfulas de pistoleros asesinos; todavía vamos a seguir haciéndonos los idiotas miserables un rato más, premiando sus tácticas nazis en el Ayuntamiento de Madrid o riéndoles las gracias por ser contrarios a la izquierda.

Me da mucho miedo el mundo y me da pavor lo que pueda venir: los descendientes de Marco Aurelio no quieren parar el asesinato, sino que lo ansían. De hecho, estoy convencido de que ya tienen escrito el discurso en algún frío mueble de madera carísima.

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