Dominio público

Las derechas españolas: entre la regresión y la reacción

Sato Díaz

Jefe de Política en 'Público'

Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal. Imagen de archivo. Eduardo Parra / Europa Press
Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal. Imagen de archivo.
Eduardo Parra / Europa Press

Personas quemándose vivas. Bebés mutilados. Cuando esta semana el Ejército israelí perpetraba un nuevo ataque contra población refugiada palestina en Rafah, las cuentas del lunes 26 ascendían a 45 muertos más en una sola noche, la mitad mujeres y menores. Decenas de miles de civiles asesinados por el Ejército israelí desde el otoño, un genocidio en marcha. José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid, del PP, se refería así a la situación: "Quienes provocan no se pueden hacer los ofendidos. Israel lucha por su supervivencia frente a un grupo terrorista".

Cuando en 1978 culminaban los debates constituyentes, la aconfesionalidad, el reconocimiento del término ‘nacionalidades’ y el diseño constitucional de la organización territorial del Estado fueron las excusas para que Alianza Popular, la semilla del Partido Popular, no votara unida a favor de la Constitución Española. Ocho diputados votaron a favor, entre ellos, Manuel Fraga, cinco, en contra y tres se abstuvieron. A algunas de señorías les parecía que la nueva normativa dejaba poco espacio y presencia para la Iglesia en la vida pública y que la diversidad territorial no debía verse reflejada en la Carta Magna.

Hace unos días, había cierto revuelo en la tertulia matinal de la Cadena SER a causa de un artículo de opinión publicado ese mismo día en El País por Daniel Innerarity. A Innerarity siempre hay que leerlo, siempre se aprende con él y plantea reflexiones interesantes en sus textos, las cuales pueden dar lugar a las discrepancias, como es el caso.

El artículo planteaba una hipótesis: "Defender la democracia no pasa hoy por intensificar el combate entre la izquierda y la derecha, sino por acudir en ayuda de la derecha clásica, que no se está entendiendo correctamente a sí misma". Ese "acudir en ayuda" de las ideas y proyectos conservadores pasa, según el filósofo e investigador de la Universidad del País Vasco, por "no meter en la misma categoría de los reaccionarios a todos los que discrepan de nuestras ideas y, en concreto, distinguir entre los conservadores y los reaccionarios".

El pasado miércoles, en el Senado, la senadora de Más Madrid, Carla Antonelli, afeaba a un homólogo del PP una referencia a Federico García Lorca en su defensa a la tauromaquia en un debate parlamentario. Antonelli: "Lávense la boca antes de hablar de Federico García Lorca, fusilado de tres tiros en el culo por maricón por los fascistas, los franquistas".

En su encendida intervención, la portavoz del grupo de la Izquierda Confederal en la Cámara Baja recordaba al senador conservador Juan Manuel Ávila que "nunca ha denunciado" el PP "el franquismo, la dictadura". Pese a distintas declaraciones de cargos del PP en entrevistas, el partido fundado por Manuel Fraga, quien fuera ministro de Francisco Franco, nunca ha condenado en ninguna iniciativa institucional ni parlamentaria la dictadura franquista en concreto.

"El responsable de este atentado es la banda terrorista ETA". Tras la masacre perpetrada por el terrorismo yihadista en Madrid el 11 de marzo de 2004, el ministro del Interior del Gobierno del PP de entonces, Ángel Acebes, mantuvo esta hipótesis incluso cuando se evidenciaba que la línea de investigación que tomaba fuerza para los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado era la del radicalismo islámico. Este año se cumplían 20 años de aquel atentado, qué febril la mirada, y se recordó en innumerables trabajos periodísticos aquellos momentos.

Tres días después, el 14 de marzo se celebraban elecciones generales, por lo que Génova y Moncloa actuaban con una premisa: si la ciudadanía relacionaba una autoría islamista del atentado con la participación española en la guerra de Irak, podría haber un voto de castigo hacia el PP. Los conservadores acabaron perdiendo las elecciones, pero movieron montañas y usaron RTVE y presionaron a los medios de comunicación privados para que no se conociera la verdad.

En estas maniobras del PP vemos un conato de lo que dos décadas después es motor de propulsión de la ultraderecha internacional: la posverdad, la mentira y manipulación como forma de influir en las elecciones democráticas, usar el engaño para acabar con la democracia. La estrategia seguida por el Gobierno de José María Aznar durante aquellos días fue precursora, pues, de Donald Trump, Jair Bolsonaro o Javier Milei.

El imprescindible artículo de Innerarity bucea en el pensamiento actual para definir qué es progresismo, qué es el conservadurismo o qué es reaccionarismo y la regresión. Finalmente, el prestigioso filósofo vasco dibuja una línea que se podría definir entre demócratas y no demócratas y aspira a que el PP no caiga en el segundo saco, el de la reacción.

Sobre el propio artículo, concluye el autor que "puede interpretarse como un escrito de ayuda al PP, cuyo destino quisiera creer que todavía no está irremediablemente atado al de los reaccionarios, que todavía puede ser un partido liberal-conservador". Un repaso histórico, sin embargo, por la derecha española no da lugar a dejar una puerta demasiado abierta para el optimismo.

Quizás no es el destino del PP el que está "irremediablemente atado al de los reaccionarios", sino el pasado. Por cierto, el partido que lidera Alberto Núñez Feijóo mantiene un bloqueo de la renovación del CGPJ, órgano de gobierno de uno de los tres poderes fundamentales para que funcione en sentido clásico una democracia liberal, desde hace más de 2.000 días, el Poder Judicial.

 

 

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