Dominio público

¿Qué hace falta para seguir viviendo en casa cuando se necesitan apoyos y cuidados?

Pilar Rodríguez Rodríguez

Presidenta de la Comisión de Cuidados de la Plataforma de Mayores y Pensionistas y de la Fundación Pilares para la Autonomía Personal

Freepik.
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Según las últimas estadísticas del IMSERSO, en España hay 1.435.172 personas que tienen reconocido el derecho y reciben prestaciones derivadas de su situación de dependencia.  De ellas, un 17% reciben un servicio de ayuda a domicilio, el 24% tienen teleasistencia, un 5,3% acuden a un centro diurno de atención y un 29% reciben una prestación por cuidados en el entorno familiar. 

Estos datos son congruentes con el conocimiento existente en cuanto a que las personas que tienen necesidad de cuidados prefieren continuar viviendo en su casa y recibir en ella la atención que necesitan evitando, hasta donde sea posible, trasladarse a una residencia. Pero lo que vamos conociendo también, tanto por la investigación desarrollada, como por la última evaluación del Sistema de Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia (SAAD), es que los servicios domiciliarios que hoy se ofrecen no tienen capacidad por sí mismos de resolver las necesidades de atención que tienen las personas y sus familias. Se plantea, en consecuencia, como muy conveniente realizar cambios para reorientar la oferta de prestaciones y adaptarla a las preferencias de las personas y acabar, al mismo tiempo, con el peso excesivo que tiene la dedicación al cuidado de las familias (en especial, de las mujeres), con los perjuicios conocidos para ellas en su salud, situación laboral y relacional. 

Lograr que la casa y el propio entorno se conviertan en escenarios preferentes de suministro de una diversidad de apoyos y servicios profesionales no está resultando sencillo debido a las incompatibilidades existentes entre prestaciones y a la inadecuación de algunos de los servicios. Por ello, y conforme ya ocurre en el seno de los países más avanzados en políticas sociales, habría que plantear alternativas viables y sostenibles que hagan posible vivir en casa mediante una oferta y suministro de una diversidad de servicios de calidad que se complementen con el apoyo familiar y que se adapten a las necesidades de atención y preferencias de las personas que tienen una situación de fragilidad o dependencia. Deberían propiciarse entornos comunitarios amigables que incluyan a todas las personas; disponer de viviendas adecuadas y con condiciones de accesibilidad; favorecer la disponibilidad de productos de apoyo, teleasistencia y otras TIC que sean usables y accesibles a las personas, avanzar en fórmulas de coordinación sociosanitaria y ofrecer apoyos y servicios de respiro a las familias.  

Por lo que se refiere a la prestación de servicios profesionales, habría que revisar de manera crítica los más tradicionales, como es el de atención a domicilio (SAD), que se ha venido considerando como piedra angular para la permanencia en casa, ofreciendo, entre otras cosas, a las personas trabajadoras mejores salarios y la formación adecuada. Esto ayudaría a sacarles de la precariedad actual, buscando también una mayor implicación de los hombres en el trabajo de cuidados.  


Tenemos que acabar de romper en España la dicotomía con que hoy se contempla la atención a las personas que tienen necesidad de apoyos y cuidados permanentes. No es posible que éstos se afronten, sobre todo cuando la dependencia es importante, exclusivamente con servicios profesionales, pero tampoco es justo pretender que sean las familias las que soporten una excesiva carga del peso de los cuidados. Además de injusto, es muy improbable que las familias puedan seguir asumiéndolo en el futuro porque la dinámica demográfica española (disminuye el número de nacimientos) y la incorporación generalizada de las mujeres al trabajo dibujan una perspectiva muy diferente a la tradicional. A ello hay que unir que cada vez hay más personas con necesidad de apoyos y cuidados que, o no tienen hijos/as o, aun teniéndolos, no quieren que sea su familia la que asuma a sus expensas el peso de los mismos.    

En consecuencia, hay que hacer un cambio de enfoque y considerar necesarios y complementarios tanto los apoyos familiares como los servicios profesionales de atención.  Es muy conveniente impulsar el desarrollo de éstos últimos  por un triple motivo: a) porque ofrecen a las personas que tienen una situación de dependencia, así como  a sus familias cuidadoras una atención de calidad sin menoscabo de principios como la salvaguarda de su autonomía personal; b) porque hay evidencia de que los costes de los sistemas de apoyo y atención integral y coordinada en el medio comunitario resultan más costoefectivos que los que se prestan en las instituciones; y c) porque el desarrollo de estos servicios de proximidad tienen gran capacidad de generar riqueza y empleo estable y no deslocalizable.  

Las propuestas de los Organismos Internacionales, en especial en Europa con la Estrategia Europea de Cuidados, insisten en priorizar el desarrollo de servicios que promuevan la permanencia en el domicilio. Lo mismo ocurre con las diferentes iniciativas de los últimos años del Gobierno de España que también se plantean como objetivo la transformación del modelo de cuidados hacia una atención integral y centrada en la persona.  Para conseguirlo es necesario el desarrollo de acuerdos entre las diferentes Administraciones Públicas, como el que se consiguió en julio de 2022 para la acreditación y calidad de los centros y servicios del SAAD y una reforma legal de este Sistema. A este cambio deben adherirse, como muchos están haciendo ya, los proveedores de servicios, las comunidad experta y las organizaciones representativas de personas mayores y personas con discapacidad.  

Se trata, en definitiva, de lograr, como ya se propuso desde nuestra Plataforma de Personas mayores y Pensionistas, un Pacto de Estado por los cuidados, para aportar, con la financiación suficiente, nuevas vías y soluciones que sean más acordes a una población con necesidades complejas que es cada día más consciente de sus derechos y más exigente en el ejercicio de su autonomía. Solo así lograremos avanzar hacia una sociedad cuidadora, respondiendo conjuntamente a dos de nuestros principales desafíos: ofrecer servicios que promuevan el bienestar de las personas con discapacidad o dependencia sin apartarlas de su casa y de su entorno y encontrar nuevos yacimientos de empleo y riqueza.  

 

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