Dominio público

Big Band Jazz Sumar

Sato Díaz

Jefe de Política de 'Público'

Una apoderada de Sumar en el colegio Nuestra Señora de la Almudena, en Madrid (España).- Matias Chiofalo / Europa Press
Una apoderada de Sumar en el colegio Nuestra Señora de la Almudena, en Madrid (España).- Matias Chiofalo / Europa Press

Qué sugerente es la imaginación. Cuando este viernes Jonathan Martínez titulaba su tribuna en Público 'La orquesta del Titanic', a punto estuve de arrancar el papel de la Hispano Olivetti M40, arrugarlo y arrojarlo a la papelera de la historia. Pero ahí no había ni papel, ni máquina de escribir, ni la orquesta de Martínez tenía nada que ver con las izquierdas estatales, ni nada por el estilo, todo era imaginación y cualquier parecido con la realidad era pura coincidencia. El Titanic que se hunde metafóricamente en las líneas del periodista vasco es la Unión Europea; su columna, un delicioso texto que, si no han leído, háganlo ya; y la imaginación, por tanto, había errado en todo. Puedo seguir escribiendo, pues, sin riesgo de plagio, sobre mi particular orquesta, las izquierdas, que por momentos también parece hundirse, aunque cuando menos se les espera salen a flote.

Esta orquesta parece, sin embargo, un ensemble de jazz; un combo numeroso que en las noches zalameras, camuflado entre el humo y el olor a whisky, arranca a tocar. ¡Bing Band Jazz Sumar! Y es que, en el prodigioso género musical proveniente de las húmedas calles de New Orleans, la improvisación es una de las verdaderas especialidades de la casa. El director o directora de orquesta se puede ir a hacer puñetas pues raramente consigue la autoridad para que la banda le obedezca.

"Hemos afinado, hemos ensayado y tenemos la partitura en la cabeza y en el corazón", Sumar usaba esta metáfora sobre la orquesta musical en uno de sus spots electorales de la pasada campaña de las elecciones europeas. "Es entonces cuando nos convertimos en orquesta para interpretar la más bella sinfonía, la orquesta de la justicia social y la del progreso colectivo (...). Sonamos mejor, y juntas, sumamos más", rezaba el vídeo.

El flamante coordinador federal de IU, Antonio Maíllo, demuestra oficio y buen hacer sobre el escenario, en los mítines, y también ante los micrófonos en las entrevistas radiofónicas y televisivas. Tiene tablas, el andaluz, y se le nota que disfruta en su nueva responsabilidad. En uno de los actos de la última campaña, concretamente en Sevilla, se refería al spot y agasajaba a Yolanda Díaz como la, entonces, directora de una orquesta que afinaba y sonaba bien.


Ya no hay directora en esta orquesta, la vicepresidenta del Gobierno dejaba este lunes la dirección de Movimiento Sumar. Se va como principal dirigente del espacio político de las izquierdas tras los bochornosos resultados de Sumar (solo tres eurodiputados), pero se queda (esperemos que más tiempo de lo que duró Cristina Cifuentes tras el siniestro episodio del vídeo de las cremas) en la Vicepresidencia y Ministerio de Trabajo y como presidenta del Grupo Plurinacional de Sumar en el Congreso. Coordinará, por tanto, Díaz la acción política institucional de Sumar. Ahora este proyecto es una Big Band en la que la horizontalidad gana importancia a la fuerza. La orquesta sigue tocando, mejor dicho improvisando, como las figuras del jazz, mientras el Titanic (la UE) se hunde en el océano.

Se hunde también la República Francesa en un mar maloliente de extrema derecha. Emmanuel Macron le ha visto las orejas al lobo y convoca precipitadamente elecciones. La izquierda francesa, en un ágil movimiento, se ha unido entorno a la marca Nuevo Frente Popular emulando la histórica victoria contra el fascismo de 1935. En la nueva confluencia, un amplio espectro de partidos, que va desde la izquierda moderada del Partido Socialista Francés hasta los radicales del Nuevo Partido Anticapitalista pasando por los ecologistas o los insumisos, compartirán siglas en un acuerdo por el que se reparten los cabezas de lista de las distintas demarcaciones electorales entre las diferentes fuerzas políticas.

Sin un claro director de orquesta, las izquierdas francesas tendrán que interpretar la Marsellesa en desiguales tonos, pero manteniendo el mismo compás. Se permite desafinar, pero la canción tiene que comenzar y terminar a la vez, en el mismo momento al menos, para que el aplauso arranque con verosimilitud, para que dé la sensación de coordinación. Hay partido en Francia, según las encuestas, en los comicios legislativos de final de junio y julio. La unión de las izquierdas ha supuesto un revulsivo contra la ultra Marine Le Pen.


Las comparaciones no han tardado en cruzar los Pirineos. La resaca electoral de las izquierdas del Estado español se ha hecho más amena gracias a los movimientos de las homólogas francesas. Malos resultados sin paliativos el domingo para Sumar (tres eurodiputados) y para Podemos (tan solo dos, aunque ha remontado en parte las encuestas); no tan malos para Ahora Repúblicas, las izquierdas soberanistas han logrado otros tres representantes en la Cámara de Bruselas y Estrasburgo. Si no hay un nuevo giro de guion inesperado en la política española, queda tiempo para los próximos comicios, para que las izquierdas se reorganicen tras los últimos varapalos electorales: Galicia, Euskadi, Catalunya, europeas...

Qué sugerente es la imaginación. Francia muestra que hay fórmulas imaginativas para crear herramientas políticas útiles. La realidad se acaba imponiendo, entonces se clarifican los objetivos. La prioridad es evidente, las izquierdas tienen que ser útiles para frenar la embestida ultraderechista. Para ello, poco margen para el error queda en la gestión allá donde gestionen y en la labor y comunicación de las organizaciones políticas. En el Estado hay margen para un gran acuerdo de las izquierdas a la izquierda del PSOE que implique también a las izquierdas soberanistas y, de este modo, generar un dique de contención a la extrema derecha y reavivar un espacio, como ha sucedido en Francia.

La marcha de Díaz de la coordinación de Movimiento Sumar abre también el debate sobre el liderazgo. La respuesta inmediata de este propio partido, pero también del espacio político más amplio que implica a Sumar y los diferentes partidos implicados, es que es el momento de un liderazgo colegiado. Está por ver si esta tesis se mantiene en el tiempo.


Tras las elecciones gallegas de febrero, elogiamos al BNG y a su líder, Ana Pontón. El nacionalismo gallego es ahora un proyecto político que está identificado con un rostro, una personalidad y una marca, Pontón, lo que no funcionaría, desde luego, sin una organización estructurada y movilizada. En abril, tras los comicios en Euskadi, elogiamos a EH Bildu, que, como contraste a la estrategia del BNG, presentaba a Peio Otxandiano como candidato a la Lehendakaritza, un perfil que hasta meses atrás era desconocido para la mayoría de la sociedad vasca. BNG y EH Bildu afrontaron sus respectivas elecciones territoriales con dos fórmulas totalmente distintas, pero que resultaron igualmente exitosas.

La marcha de Díaz deja abiertas muchas incógnitas. De momento, el espacio de Sumar parece decidirse por poner en marcha un debate y acción política colegiada. Esto no exime que no puedan florecer liderazgos individuales de forma natural en los próximos meses. Además, las izquierdas estatales van más allá de Sumar (el caso de Podemos es paradigmático, pero no el único) y estas tienen que abrir cada vez más puentes con las izquierdas soberanistas. Como en Francia, se puede hacer de la necesidad virtud. No debiera ser tan importante quién dirige la orquesta, mientras la música suene de forma óptima. Qué sugerente es la imaginación.

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