Dominio público

¿No hay que opinar de política?

Ana Bernal Triviño

Unai Simón. EFE/ J.J. Guillén
Unai Simón. EFE/ J.J. Guillén

Este domingo, primera ronda de las elecciones en Francia y todo apunta a que el partido de ultraderecha Agrupación Nacional podría superar con holgura al partido de Macron en el Parlamento francés. Pero el fondo es que estas elecciones se producirán con el eco de los jugadores de fútbol que han dado declaraciones en contra de la ultraderecha. 

Esto ha dado para días de debate allí y aquí. Allí porque han pedido de forma abierta, sobre todo a la juventud, no votar a la extrema derecha que "pisotea" el respeto todos los días. El llamamiento al voto de Mbappé y Dembélé no es baladí. Hablamos de referentes sociales y hablamos de fútbol, el deporte más emocional y que mejor funciona para movilizar. Y, aunque hay muchas críticas de que estas declaraciones tenían que haberse hecho antes, el caso es que se han producido y ahora.

Todo esto, ha sido allí. Aquí el debate se trasladó cuando se le preguntó sobre estas manifestaciones de los jugadores franceses a los nuestros. Y el portero Unai Simón respondió que: "Soy futbolista y los temas políticos hay que dejárselos a otros. Tenemos muchas veces una tendencia a opinar demasiado sobre ciertos temas cuando no sé si deberíamos de opinar o no". Y esto lo dirán muchas otras personas, cual Poncio Pilatos, que se acaben lavando las manos. Pero quizás hay otra cuestión de fondo.

España fue ese país en el que durante generaciones muchas personas crecieron escuchando aquello de "no hables de política" bajo el terror de una dictadura. Luego, llegó la democracia pero esa idea sigue subyacente en la memoria. El "no hables de política" si quieres conservar un trabajo, la fama, un círculo social o una posición ventajosa. Quizás también la falta de memoria colectiva de la guerra, de la dictadura y de lo que representa la democracia ha hecho que se piense que la política es algo en lo que mejor no meterse. 

Pero el fondo es que no estamos hablando ahora de una batalla partidista, hablamos de la extrema derecha, de una ideología. Y si hablamos de ello, lo hacemos sobre lo más valioso que tenemos: los derechos humanos. Y estos afectan a todos, a los de derechas, a los de izquierdas y hasta a los que se consideran apolíticos. Porque una cosa es el partidismo y otra la política. Y ahí sí hay que posicionarse. Los derechos sociales, laborales, civiles... no son un regalo caído del cielo. Mucha gente murió incluso por conseguirlos, así que debemos defender esa herencia como obligación social y como el patrimonio más valioso.

Entiendo que viendo a algunos en las televisiones que opinan sin tener ni idea de qué, quizás sea prudente guardar silencio antes de que el debate se llene de intoxicación. Pero, realmente, ¿ese es el fondo o no querer pagar un precio por opinar? Esto es una cuestión primaria, elemental. No se pide un análisis profundo y un tratado político. Se pide un posicionamiento claro ante los derechos humanos. A no ser que alguien se haya tragado ese cuento de "los dos extremos son igual de malos". Porque no. No es lo mismo matar que no matar, o robar que no robar. No hace falta estar muy ilustrado para entender que, en cada extremo, uno representa algo malo y atroz, y el otro algo bueno. 

Pues si pensamos en esto tan básico, no es igual los partidos que busquen crear, mantener o reforzar derechos fundamentales y derechos humanos frente a un partido que busque cuestionar, debilitar o anular esos derechos. Y este es el fondo de todo. La falacia del debate de los extremos. Porque los derechos humanos no son, como también se dice, el "pensamiento único". Son el marco de convivencia social que si se resquebraja y le saltan las costuras perdemos todo el mundo. Pronunciarse frente a quienes quieren dañar los derechos es asumir que no eres más que nadie y es pedir dignidad y respeto para todo el mundo.

A veces es cierto que parece que defender los derechos es predicar en el desierto, pero callar solo llevaría al desastre. Quizás muchos que guardan silencio se creen a salvo, pero garantizo, porque así lo dice la historia, que será por poco tiempo. Porque cuando a la ultraderecha se le da alas hay un efecto dominó y quizás un día seas tú la pieza que caiga. Puedes ser futbolista, carpintero, dependienta, camionera, maestro o estar en paro pero hay que hablar de política porque es la que determina no solo el mercado, tu calidad de vida, tu vivienda, tu trabajo, tu sueldo o la cesta de la compra. También algo que es más delicado aún, la convivencia social, la convivencia con la diversidad, con el que piensa diferente, la empatía ciudadana y la tolerancia en las calles y en el día a día. O lo contrario es abrir trincheras.

Pero claro, a quienes pasan del machismo a sus compañeras o de los insultos racistas a sus compañeros en el campo quizás no se les puede pedir más ni ser referentes. Cada uno da ejemplo hasta con sus silencios. Pero hay silencios que hacen mucho ruido. 

 

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