Dominio público

El compromiso de las ciudades españolas con el desarme nuclear

Carlos Umaña

Alianza por el Desarme Nuclear

El municipio de Teia, en la provincia de Barcelona, en una imagen de archivo.- Alberto-g-rovi
El municipio de Teia, en la provincia de Barcelona, en una imagen de archivo.- Alberto-g-rovi

Cuando en enero de 2023, la ciudad de Burgos declaró su rechazo a las armas nucleares y su apoyo al TPAN, se hizo viral un tuit del escritor Arturo Pérez Reverte burlándose de la implicación de dicha ciudad en la abolición de las armas nucleares. Hace unos días, al convertirse Teià, en el Maresme, en el centésimo municipio español que adopta una moción institucional de apoyo a la abolición de las armas nucleares, dos concejales (uno del PSOE y otro del PP) justificaron su voto en contra aduciendo que el asunto no era de competencia municipal. Es un tema de "asuntos exteriores".  

Hoy en día nos enfrentamos al riesgo más alto de la Historia de una guerra nuclear a gran escala. Una guerra que no respetará fronteras, clases sociales ni especies y cuyas víctimas seremos todos. Es una cuestión de interés para toda la ciudadanía española y del mundo, puesto que nos afecta directamente. Es clave, entonces, entender no solo por qué nos atañe, sino también cómo empoderarnos y por qué las ciudades son un eje importante en este tema. 

Por un lado, las ciudades son los principales espacios de encuentro e intercambio de nuestras sociedades y de interacción entre personas, grupos, empresas, ideas y valores. El efecto de la crisis climática, por ejemplo, ha motivado a muchas ciudades a tomar medidas y establecer coaliciones para ayudar a alcanzar los objetivos del Acuerdo de París.  

En segundo lugar, las ciudades, los centros urbanos de población civil, son el blanco de las armas nucleares. Son las principales afectadas por estas nefastas armas que no están hechas para acabar con blancos militares, sino para generar una destrucción masiva y aniquilar a una gran cantidad de civiles -a hombres, adultos mayores, mujeres y niños- de forma atroz.  


En Hiroshima y Nagasaki más de 200.000 personas fallecieron en los primeros días tras el bombardeo y muchas más sufrieron y murieron insidiosamente a lo largo de los años. Muchos de los heridos sufrieron horriblemente a consecuencia de la explosión y el calor, y más aún por los efectos de la radiación, algo que la mayoría de la gente desconocía en aquel momento. La misteriosa enfermedad de la que la gente no sabía nada hizo que muchos murieran y padecieran atrozmente: sus abdómenes explotaban, sus caras se derretían, se desangraban hasta morir. Sus heridas abiertas no cicatrizaban. Y los aparentemente sanos enfermaban y morían años después. Quienes lograban sobrevivir sufrían aún más la estigmatización por parte de otras personas en Japón. Por miedo al contagio, los niños eran apartados de otros niños. Los adultos tenían dificultades para encontrar trabajo, porque eran vistos como propensos a enfermarse, o para encontrar pareja, porque se temía que tuvieran hijos defectuosos. Por eso, muchos aprendieron a ocultar sus orígenes y a mentir sobre su procedencia. Lo que antes era motivo de orgullo, su ciudad de origen, se había convertido en fuente de desprecio y vergüenza. 

La ciudad se transforma en un entorno inhabitable ante el impacto de una bomba nuclear. Los sistemas alimentarios -la agricultura de la que depende la población- se vuelven inutilizables. El patrimonio histórico y ambiental de la ciudad queda destruido de forma irreversible. 

Ahora bien, el problema nuclear no cesó cuando acabó la Guerra Fría y bajó la tensión entre los bloques. La armas nucleares se habían convertido en un símbolo de estatus. Eran una moneda de poder, asociada al prestigio y privilegio. Por esto, el primer paso crucial para llegar al desarme nuclear es el cambio de discurso: concebirlas por lo que realmente son y la amenaza que representan. Es importante contrarrestar los conceptos abstractos de «seguridad y estabilidad» asociados a estas armas con hechos sobre sus efectos y sus riesgos; entender claramente cuál es el problema y a partir de ahí, ahondar en soluciones. Es precisamente por ello que tiene todo el sentido abordar la cuestión nuclear desde el punto de vista de las ciudades. Los municipios son conscientes de su responsabilidad en el cuidado de sus ciudadanos, de ayudar a gestionar su salud y su educación porque mantienen una relación directa con ellos. Entienden su obligación de protegerles y de proteger su historia y los tesoros y bienes de su ciudad. 

Por eso es encomiable que ya sean 100 las ciudades españolas que se han unido al Cities Appeal de ICAN (la Campaña Internacional por la Abolición de las Armas Nucleares) en apoyo de la firma, ratificación y universalización del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares. Esto les permite ejercer su influencia para proteger a sus ciudadanos de esta amenaza, como por ejemplo adoptar varias iniciativas que se opongan a la hegemonía nuclear, promover el desarme nuclear y asegurarse de que los fondos públicos no se inviertan en armas nucleares. Pueden, efectivamente, implementar el TPAN a su propia gobernanza. Además, una coalición internacional de ciudades y sociedad civil puede ser decisiva para romper el inaceptable statu quo de la política sobre las armas nucleares. Esta iniciativa, a su vez, les permite a los ciudadanos individuales comprometerse de forma proactiva con el nivel político más cercano, poniéndose en contacto con sus funcionarios locales y ampliando su ámbito de acción. El desarme nuclear desciende de las altas esferas y se vuelve algo susceptible de acción para el ciudadano de a pie, algo cada vez más necesario en la situación tan volátil en la que estamos.  

O es el fin de las armas nucleares o es el nuestro. Un mundo sin armas nucleares es urgente y es competencia de todos, porque es un cambio de paradigma que implica la participación ciudadana en todos los niveles. Ciertamente, es esperanzador el creciente compromiso de la sociedad española, a través de estos cien municipios y de la Alianza por el Desarme Nuclear, hacia este fin. Es hora de que el gobierno español siga este ejemplo, vele por la verdadera seguridad de los españoles y se comprometa con el desarme nuclear con la firma del TPAN. 

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