Dominio público

Kamala salió al ataque mientras Harris consumaba su viaje al centro 

Ruth Ferrero-Turrión

Kamala Harris, durante el debate con Donald Trump en ABC News. / Europa Press
Kamala Harris, durante el debate con Donald Trump en ABC News. / Europa Press

El debate del día 10 de septiembre si para algo sirvió fue para certificar lo que ya se venía intuyendo durante las últimas semanas. Por un lado, la campaña de Trump ha perdido fuelle tras la salida de Biden y no ha sido capaz de recomponer su estrategia más allá del insulto barato. Por otro, Harris no termina de convencer con propuestas políticas, si bien consiguió sacar de sus casillas a su rival, y hace que todavía haya partido. Harris salió al ataque, era su momento y lo sabía. Durante todo su mandato como vicepresidenta ha estado oculta, y desde que fue nombrada candidata el Partido Demócrata la ha aislado. El entusiasmo que desprendió la Convención Demócrata con su candidata no se correspondía con el miedo y el temor a que, de dejarla al albur de los medios de comunicación, pudiera "meter la pata". De eso fue el debate, de que Harris no patinara, y no lo hizo. Ante su rival fue contundente y siguió al pie de la letra el guion marcado, sabiendo a ciencia cierta que su mejor estrategia era el ataque al ego de un narcisista Trump que no pudo contenerse y volvió a mentir.

Porque otra cosa no, pero el debate fue catastrófico para Trump, que utilizó estrategias y argumentos que quizás pudieron servirle en 2016 y en 2020, pero que no parece que puedan serle de utilidad en 2024. Ni el momento político es el mismo, ni el contexto nacional e internacional, ni tampoco su rival. De hecho, Harris tuvo que salir a recordarle que "yo no soy Biden". Con ello mostraba dos fortalezas: la primera, la desorientación de la campaña republicana ante el cambio de rival; y la segunda, que si bien Harris ha formado parte del equipo de Biden, tiene su propia línea de actuación. Este era uno de sus objetivos, mostrar cual gato de Schrödinger que era distinta e igual a Biden al mismo tiempo. La ineficiencia e incompetencia de su rival le dejaron el camino expedito. 

Porque Harris volvió a mostrar su ausencia de propuestas y programa político. Su campaña se centra en dejar en evidencia a Trump y sus hipérboles. Se trata de construir un muro de contención frente a la propuesta de un nuevo mandato del magnate de los medios de comunicación. Y todo ello, al tiempo que consuma un viaje al centro que comenzó hace cuatro años y que ahora escenifica de manera primorosa. Porque Harris ni fue, ni es ni será una izquierdista peligrosa por más que Trump se empeñe en dibujarla como tal. Harris, a día de hoy, no va más allá de su lema de campaña, ya saben, la alegría y el futuro frente al enfado y el pasado, y todo ello ungido por la recuperación del concepto libertad, como reza la canción de Beyoncé utilizada en su campaña, Freedom. Todo ello mientras continúa apoyando el fracking, al Gobierno de Netanyahu y las políticas de control migratorio, eso sí, siempre con una sonrisa. Pero es ella o Trump.

En todo caso, aún no ha ganado. A pesar de las muestras de entusiasmo y los apoyos, no menores, de personajes como Taylor Swift, es importante mantener la calma. Las tendencias demoscópicas han cambiado a favor de los demócratas, pero eso no quiere decir que Trump haya perdido apoyos de los suyos. Significa que Harris ha conseguido atraer a indecisos y double-haters (aquellos que no querían ni a Biden ni a Trump). La cuestión es si será suficiente con esto. Y esta será la gran batalla. Conseguir atraer más voto femenino, joven y árabe en aquellos estados denominados swing-states. No vale con movilizar a los neoyorquinos, que son unos convencidos. Lo relevante es atraer a los votantes del medio-oeste, de Ohio, Carolina del Norte o Nevada. Ellos y ellas serán los que den la victoria.

Así pues, estamos ante una disputa que parte de tablas (no se dejen abrumar por la ingente cantidad de encuestas por estado que no dejan de aparecer de manera constante) y donde las semanas que faltan hasta el 5 de noviembre serán determinantes. Este debate certifica que todavía hay margen, que los demócratas tienen una candidata peleona y que Trump va a tener que esforzarse mucho más de lo que lo ha hecho hasta ahora si quiere volver a ganar.

A partir de ahora comienza la verdadera campaña electoral. Es en este momento cuando todo el dinero recaudado durante los últimos meses, más de 500 millones de dólares en el caso de Harris, unos 300 millones en el caso de Trump (aunque no hay claridad en las cifras), se pondrá en movimiento. Este es el momento en que se comenzará a ver el verdadero despliegue de fuerzas de una y otro. Nada de lo que hagan los candidatos será casual, ni con quien coman, se tomen un café o discutan será azaroso. Abróchense los cinturones, porque de cómo sea el desempeño de estos dos candidatos en un pequeño grupo de estados dependerá en gran medida cómo se dibujará el papel de EEUU en el mundo. Y nada de lo hagamos y digamos por aquí servirá de nada. Todo quedará en manos de un reducido grupo de personas en Pensilvania, Michigan o Wisconsin.

Más Noticias