He recibido varios ‘wasaps’ con la misma pregunta: ¿te imaginabas esto de Íñigo? Pues no, la verdad, no me lo imaginaba. Pero tampoco me ha sorprendido. La violencia estaba servida en el espacio político del cambio desde el primer minuto. La viví nada más aterrizar en Podemos en 2014, antes de que entráramos al año siguiente en la Asamblea de Madrid.
Los comienzos
Llegué a Podemos Madrid con la candidatura "oficialista", que competía en las primarias al Consejo Ciudadano Autonómico con la de Anticapitalistas, de Miguel Urbán. El resultado fue casi un empate técnico, y mi alegría, mayúscula, porque tenía amigos y gente a la que admiraba en ambas listas: tendríamos un órgano de gobierno plural. Eso pensaba. Pero en la primera reunión, los de mi candidatura me advirtieron: "los de la otra lista son unos ‘troskos’, vienen a reventarlo todo. Les llaman ‘Bin Laden’. No deben ocupar ningún puesto de poder". ¿Por qué hablaban así de quienes hace poco eran compañeros? ¿Íbamos a hacerles eso? Habían obtenido un resultado casi tan bueno como el nuestro.... ¿No veníamos todas a luchar contra la corrupción y la austeridad?
La violencia
Fue el inicio de una violencia política que pronto empeoró. Había que elaborar un programa y una lista para las elecciones autonómicas de mayo de 2015. Las reuniones eran muy tensas: quienes, por pocos votos, habían ganado las primarias, se quedaban con los mejores puestos e imponían su criterio.
Al abuso de poder se añadió la imposición de un nuevo discurso político descafeinado: el de los "significantes vacíos" que no dieran miedo. Términos como "feminismo", "maltrato policial", o "derecho al aborto" (que el ex Ministro Gallardón trataba de eliminar), se borraron del programa porque no eran conceptos "ganadores". No fue una decisión democrática de quienes entonces integrábamos Podemos. La voz de los más veteranos militantes fue reprimida bajo la amenaza constante de la purga. Y el discurso radical fue reemplazado por la pericia en el manejo de las redes por parte de los más jóvenes, que se arrimaron al calor de una prometedora carrera política dado su escepticismo ante el futuro.
En aquellos días, Pablo Iglesias ocupaba su escaño de eurodiputado en Bruselas y Errejón quedó al mando del partido. Pronto se rodeó de un ejército de fieles, diestros en la purga, que recorrían el paisaje reprimiendo cualquier disidencia, política o de funcionamiento democrático interno. Acabaron con la riqueza y pluralidad iniciales de Podemos. Lo que durante un tiempo fue un proyecto emancipador e ilusionante para millones de personas, se aniquiló en nombre de una supuesta "maquinaria de guerra" que debía funcionar como un bloque cohesionado frente al enemigo externo común. Era necesario "correr mientras nos atábamos los cordones", y no había tiempo para la democracia interna ni para el buen trato: no había tiempo para respetar a los compañeros. El Partido se erigió como una estructura vertical en la que los jefes decidían: sabían lo que hacer, tenían "la hipótesis". Y quienes discrepaban eran ninguneados, aislados, purgados.
Me fui sintiendo cada vez más identificada con la corriente Anticapitalista, guardiana de las esencias iniciales de Podemos, del pluralismo y la democracia interna, pero que estaba siendo aplastada. Me posicioné con ellos con cierto temor a las represalias, pero tuve bastante suerte: solo me gané el apelativo de "Judas Iscariote" por parte de los errejonistas.
"Jaque Pastor"
Al poco de llegar a las instituciones tuvo lugar el célebre "Jaque Pastor": el error de un errejonista desveló un intento de golpe de mando para descabalgar al Secretario General de Madrid, minar a Pablo Iglesias y conseguir que Errejón liderase el partido. No salíamos del asombro. En el intento de golpe estaban nuestros propios compañeros del Consejo Ciudadano y destacados miembros del Grupo Parlamentario madrileño. La escalada de la violencia había subido varios peldaños.
Sirvió para que el Secretario General, que seguía en Europa, despertara: su amigo íntimo le estaba haciendo la cama en Madrid. Regresó, le cortó la cabeza al Secretario de Organización, y pactó con la corriente Anticapitalista una nueva mayoría que redujera al errejonismo a la irrelevancia. A Errejón le quitaron la Portavocía del Congreso y todo el poder orgánico. Pero ni una palabra a los medios sobre la violencia que había ejercido y ordenado. Y, por supuesto, nadie quiso plantear que alguien así no podía seguir participando en un proyecto emancipador como Podemos. El niño mimado del establishment aportaba muchos votos de los que no se podía prescindir.
Otra derivada de aquel suceso fue mi elección como portavoz del Grupo Parlamentario en la Asamblea de Madrid, tras la votación del nuevo Consejo Ciudadano. Había que relevar a los que participaron en el golpe fallido. Pero sin decir nada a la prensa y sin denuncias ni expulsiones. Y asumiendo el relato de que éramos nosotros los cortacabezas estalinistas.
En mi Grupo Parlamentario, los errejonistas -que acabaron creyéndose su falso relato sobre lo sucedido- eran mayoría. Jamás aceptaron el resultado democrático de mi nombramiento, e hicieron todo lo posible por hacer imposible mi portavocía. Esa actitud no era una excepción en aquel ambiente: la tónica general consistía en tratar de arrebatar el poder a toda costa. Ni rastro de aceptación y respeto por el poder que ocupaban otros. Como en las viejas películas del Oeste en las que los pioneros arrebataban y acumulaban territorios, sin más ley que la de la fuerza.
Un día, a mi regreso de una baja médica, cierta diputada me comunicó que, en mi ausencia, "habían decidido" que a partir de entonces las apariciones en medios de comunicación las haría ella, y yo me limitaría a intervenir en los Plenos (que apenas tenían repercusión mediática). Parecido al "movimiento de silla" que le hicieron a Teresa Rodriguez, cuando la expulsaron del Grupo Parlamentario aprovechando su baja por maternidad. Feminismo.
El candidato que surgió del frío
Con los compañeros de la corriente Anticapitalista hicimos un buen trabajo, para intentar mejorar la vida de la gente en una región tan desigual como Madrid. Construimos un discurso solvente del que estábamos convencidas. Y la oportunidad de oro que nos brindó la dimisión de Cristina Cifuentes, por haber robado, nos ponía la posibilidad del éxito al alcance de la mano. Lo habíamos hecho todo sin ayuda del Partido. Lo hicimos incluso a pesar de sus permanentes intentos de invisibilizarnos o hacernos descarrilar.
En la sede de la calle Princesa estaban demasiado ocupados en su particular juego de tronos, en hacer caer del tablero cualquier pieza con tal de colocar la suya. Y así, en lugar de remar a favor de nuestro trabajo contra una Presidenta herida de muerte (la primera que dimitía por robar en la Comunidad de Madrid), convocaron unas primarias tramposas, carentes de la más elemental democracia, para asegurar a su propio candidato. Faltaba más de un año para las elecciones autonómicas, y aquella nueva pirueta de ingeniería estratégica sólo sirvió para desviar el foco de atención hacia las fratricidas guerras podemitas.
Pero Roma no paga traidores, y todos conocemos el final de la historia: Errejón abandonó Podemos a pocos meses vista de las elecciones, y se llevó a los suyos a montar un nuevo partido con Manuela Carmena.
En resumen, las peores prácticas habían encontrado perfecto acomodo en el espacio político del cambio, por parte de unos y otras. Sin pararse a pensar que aquello sólo conducía al precipicio. Campañas de acoso por Telegram. El silencio, como castigo cuando pasabas a ser "enemiga interna". ‘Chats’ paralelos para manipular asambleas. "Recados" amenazantes de los líderes. Intentos de arrebatar el poder y el espacio de los demás. Y las purgas, las traiciones.....
El feminismo asomaba tan solo en elocuentes discursos de papel. La realidad cotidiana estaba poblada de mujeres que ejecutaban esas mismas prácticas violentas y machistas, que todas asegurábamos querer combatir.
Los ataques de la derecha, que desde lo más profundo del Estado se revolvió fieramente contra nosotros, fueron muy duros. Pero lo que de verdad mata son los ataques de los propios compañeros. Dimití de la actividad que me apasionaba, porque no pude soportar tanta violencia. Así, "no se puede".
Conclusión
La violencia sexual de Errejón contra las mujeres, conocida estos días, es insoportable. Pero resulta morbosa, y lamentablemente, ha sido la única capaz de quitar la venda de los ojos a tanta gente embelesada por su oratoria y su apariencia de yerno ideal. Sin desdeñar el dolor y la valentía de estas mujeres, que han desenmascarado al falso héroe, sostengo que la violencia siempre ha estado presente en el espacio político del cambio. Con protagonistas destacados. La violencia sexual es una vuelta de tuerca más. Pero el afán de poder ilimitado, a cualquier precio, ha dejado demasiadas víctimas por el camino.
No sé qué "mecanismos de control", que al parecer "han fallado", son los que mencionan ahora sus camaradas, otrora aliadas. Pero sé que en el espacio político del cambio, la violencia que habitábamos era conocida por todos y todas: violencia para triturar o mandar triturar a compañeros, para medrar a la sombra de quienes impusieron esa cultura de violencia, para mirar a otro lado y no perder votos ni oportunidades mediáticas, en un proyecto que venía a cambiarlo todo.
El futuro
Debemos una disculpa a los miles de ciudadanos y ciudadanas que se ilusionaron y creyeron en un proyecto que constituyó una oportunidad histórica, dilapidada en buena parte por la ambición desmedida de demasiadas personas.
Mientras sigamos priorizando la capacidad intelectual o dialéctica por encima de cualquier cualidad humana; mientras el número de lecturas marxistas, de tesis doctorales, de máster en comunicación o en estrategia política, sirvan para "convalidar" la incapacidad relacional o el maltrato, no habrá transformación social posible. El exceso de intelecto puede provocar ceguera.
Para elegir a nuestros referentes y líderes no necesitamos prodigiosos estadistas que humillan, abusan y machacan a la gente. Los espacios de la izquierda están plagados de machos expertos en los más sesudos debates intelectuales, pero auténticos analfabetos en el ámbito de las emociones, del crecimiento personal, de la empatía, del amor, o el reconocimiento de valor a lo diferente. Y esos son valores esenciales para liderar cualquier proyecto emancipador que aspire a liberar a las personas y al planeta de la explotación y el dominio asfixiantes.
La crisis social y ambiental que vivimos necesita altas dosis de inteligencia para combatirla. Pero también necesita buenas personas. Sin sororidad, sin empatía, sin poner los cuidados en el centro, no será posible la revolución anticapitalista. El movimiento de vivienda tiene un lema que reza: "a tu teoría le falta calle". Me gusta y me representa. Le añadiría además "y altas dosis de valores humanos". Porque sin ellos, sin esos valores, los movimientos sociales se equivocarán en el camino.
El problema es grave, porque el enemigo común, el capitalismo caníbal que tan bien describe Nancy Fraser, está ganando la batalla. Hay que actuar con urgencia pero también con cautela. Y aprendiendo de los errores pasados. Poniendo toda nuestra inteligencia y nuestro mejor corazón.
Comentarios
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