Fernando Lamata
Psiquiatra y ex secretario general del Ministerio de Sanidad
En los últimos 30 años, junto a la economía de mercado industrial, que se ha desarrollado con enorme potencia en China, India, Brasil y otros países "emergentes", en EEUU y Europa ha tomado el poder la economía de mercado especulativa, el nuevo capitalismo financiero global.
En los países "emergentes" la creación de riqueza ha permitito que muchos trabajadores y sus familias hayan ido saliendo de la pobreza y estén mejorando sus condiciones de vida. En esos países se plantean ahora luchas para mejorar salarios, rebajar jornada laboral y crear sistemas de protección social, como hicimos en Europa en la primera mitad del siglo XX.
En España y en Europa, en cambio, donde se habían logrado importantes conquistas sociales que mejoraron la vida de la mayoría de la población en la segunda mitad del siglo XX, la crisis de 2007 ha puesto de manifiesto la debilidad de los trabajadores y de la izquierda frente al nuevo capitalismo, que está poniendo en riesgo los avances de los últimos 30 años. La Reforma Laboral aprobada por el Gobierno de España en 2012 es un retroceso de enormes proporciones, como lo es la política de recortes en sanidad, servicios sociales y educación.
El sistema económico capitalista, con propiedad privada de los medios de producción (ánimo de lucro) y asignación de recursos y precios a través del mercado, había demostrado su capacidad para crear riqueza, para producir bienes y servicios en cantidad y calidad creciente. Pero contenía en su origen una injusticia radical: la apropiación de la plus-valía, de los beneficios obtenidos con la producción, por el capital, dejando a los trabajadores como un "factor de producción" que se compraba a precio de mercado. Frente a esta concepción, el socialismo plantea la consideración del trabajo como parte esencial del proceso productivo y merecedor de la asignación de una parte proporcionada de la plus-valía. Esta consideración se fue consagrando en las Constituciones ("economía social de mercado"), y en las leyes. Se respetaba la propiedad privada y la libertad de empresa. Pero se sometía la economía y la propiedad al interés general, se respetaban los derechos laborales, salarios proporcionados al esfuerzo, y "salario indirecto" a través de derechos sociales, sanidad, educación, servicios sociales, seguridad social, etc.
El nuevo capitalismo financiero introduce en el sistema dos cambios fundamentales: por una parte, se ha desligado de la producción de bienes y servicios (compra y vende dinero y "títulos"); por otra parte se ha hecho supranacional, global, desligándose de las leyes nacionales. Estos cambios afectan a las relaciones de producción, y a la fuerza que tenían los trabajadores a través de la acción sindical y de la acción política. La estrategia de la social democracia europea planteó sus batallas en las fábricas (reclamando más salario o menos horario de trabajo), y en los Parlamentos (aprobando leyes sociales e impuestos para financiarlas). Ahora, el dueño de la fábrica ya no es el que manda, mandan los bancos y los fondos de inversión; y el parlamento nacional no controla con sus leyes la acción del capital internacional.
Al mismo tiempo, a lo largo del siglo XX la estructura de la sociedad (en España y en Europa) ha cambiado. Hoy, en España, los pensionistas (9 millones) y los parados (5,5 millones), suman tantos como los 14,8 millones de asalariados. Además hay 2 millones de trabajadores autónomos. Por otro lado, de los 14,8 millones de asalariados, la mayoría no trabajan en el campo o en las fábricas. La mayoría trabajan en oficinas y en comercios, en el sector de servicios, en pequeñas empresas.
Estos cambios deben obligar a los movimientos de izquierda a un enfoque diferente. Hemos de redefinir la estrategia socialista. En todo caso, y en primer lugar, tenemos que recordar a dónde vamos para no perder el rumbo. Se deben reafirmar los principios y los valores que defiende el socialismo: la igualdad entre mujeres y hombres, el derecho a un empleo y un salario justo, los derechos sociales (sanidad, educación, seguridad social, servicios sociales), el ejercicio de la libertad, la búsqueda permanente de la paz, la construcción de un modelo de desarrollo sostenible. En definitiva, el bienestar de la mayoría de las personas.
La izquierda debe luchar por los derechos de los trabajadores, pero también por los derechos de los parados, de los pensionistas, de los estudiantes, de los autónomos, de los consumidores y amas de casa. Debe luchar por los intereses de la mayoría de la sociedad, poniendo siempre por delante a los más humildes, los excluidos, los pobres.
El liderazgo de ese cambio (la vanguardia) no será solo un partido político o un sindicato, aunque deban jugar un papel importante. Tienen que ser grandes plataformas de cambio social.
¿Y cuál es la estrategia? La que responda a los dos cambios del sistema capitalista.
La acción parlamentaria (legislación, políticas públicas) tiene que ser local, pero al mismo tiempo regional, nacional, europea y mundial. La izquierda debe luchar por los derechos de la mayoría de la sociedad en cada una de las Regiones españolas y en España. Pero para avanzar en la defensa de los derechos de los trabajadores y de la mayoría de la sociedad, nuestro ámbito de actuación debe ser Europeo y Mundial. Sin una política europea, no podremos defender los derechos de los trabajadores en España y en los países europeos. Sin una política Mundial, las crisis económicas, las guerras y la sobre-explotación del planeta, seguirán amenazando la vida de millones.
La movilización social, tiene que tener como brazo principal las organizaciones sindicales y los partidos políticos. Pero tiene que ir más allá. Movimientos juveniles, de pensionistas, de consumidores, de amas de casa, de intelectuales, de parados, de autónomos y pequeños empresarios, ecologistas, etcétera, etcétera, construyendo grandes plataformas sociales de izquierda. Y deben utilizarse nuevos medios de movilización que, además de las manifestaciones y las huelgas, utilicen otros procedimientos, nuevas tecnologías, nuevas formas de comunicación e intervención social, que puedan desarrollar acciones de presión eficaces frente al nuevo poder del capitalismo financiero deslocalizado e invisible.
La estrategia de la izquierda en el siglo XXI tiene que redefinirse para poder seguir logrando avances en la justicia, la libertad y la paz para todos los seres humanos del planeta.
Comentarios
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