Dominio público

Diplomacia y democracia: respuesta a dos manifiestos de diplomáticos jubilados

Juan Manuel López-Nadal

El pasado viernes se publicó en varios medios de comunicación de ideología conservadora (Periodista Digital, El Debate, Europa Sur... ) un comunicado-manifiesto firmado por 60 diplomáticos españoles jubilados bajo el rimbombante título No en mi nombre, ni en el de España: no a la amnistía, no a la autodeterminación.

El domingo 12, otro grupo de 51 diplomáticos jubilados – algunos de ellos firmantes también del texto anterior- publican otro artículo-manifiesto en el diario El Mundo bajo el título no menos ominoso de La amnistía y el descrédito internacional de España.

Quien se dispone a darles la réplica es también un diplomático español jubilado que, desde el respeto que me merecen todos los firmantes y la amistad que mantengo con algunos de ellos, se propone responder con cordialidad y con firmeza a determinadas afirmaciones y juicios de valor que considero erróneos y desafortunados.

Respecto al primero de los textos me asombra que los firmantes se arroguen la capacidad de pronunciarse nada más y nada menos que en nombre de España. Que digan "no en mi nombre" es muy legítimo, pero ningún individuo ni colectivo puede arrogarse hablar "en nombre de España". En nombre de España y de su pueblo soberano lo hacen únicamente las instituciones democráticas en el marco de sus atribuciones y competencias.

En segundo lugar, considero lamentables los calificativos que en ambos textos se dedican al presidente del Gobierno en funciones, don Pedro Sánchez Pérez-Castejón, que acaba de obtener el compromiso de 179 diputados y diputadas -la mayoría absoluta del Congreso- de votar favorablemente su investidura. Los firmantes atribuyen al presidente Sánchez casi todos los males del mundo cuando lo único que ha hecho es negociar con fuerzas políticas muy diversas, dentro de los márgenes de la Constitución, la articulación de una mayoría que respalde su investidura y la puesta en marcha de un Gobierno progresista para la legislatura.

A juicio de quien esto escribe –que no es militante del PSOE, aunque si un ciudadano de izquierdas-, el presidente Sánchez ha desarrollado un admirable ejercicio de paciencia y de visión de Estado para articular una mayoría que refleje la pluralidad lingüística, cultural y territorial de España. Sánchez ha demostrado que mantiene la capacidad y eficacia con la que condujo el Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos en la pasada legislatura, afrontando crisis tan graves como la pandemia, los efectos de la guerra de Ucrania y los embates de un Partido Popular que en lugar de ser uno de los pilares del orden democrático se ha entregado a los ultras de Vox. En los territorios donde gobiernan ambas ultraderechas, como en mis Illes Balears, no han tardado nada en poner en marcha un peligroso proyecto de recorte de derechos, libertades cívicas y conquistas sociales...

Precisamente son los firmantes del artículo de El Mundo los que trazan un relato apocalíptico de lo que fue el proceso catalán, con sus desencuentros y errores cometidos por ambas partes. En lugar de tratar de calmar la situación, mis compañeros pintan un panorama dantesco de la situación cargando las tintas contra la parte catalana y silenciando todo cuanto sucedió en el terreno de la represión política, policial y judicial, y las heridas que dejaron en la sociedad catalana aquellos tristes hechos.

Y hablan de "descrédito internacional" en unos momentos en el que el prestigio de España en Europa y en el mundo ha alcanzado niveles muy notables, en contraste con la penosa situación en la que nos dejaron los gobiernos de Aznar y de Rajoy.

En ambos textos, engolados y alarmistas, se pretende descalificar un proyecto de ley de amnistía que todavía no había sido presentado en el Congreso por los grupos parlamentarios, cuyo contenido ni ellos ni yo conocíamos, llegándose a calificar a ciertos diputados y diputadas democráticamente elegidos en sus circunscripciones como "enemigos de España" (sic), y vaticinando para nuestro país toda suerte de desgracias y calamidades.

Ambos escritos salen unos días después de que un diplomático en activo del que por elegancia no daré su nombre publicase también en El Mundo un artículo titulado Amnistía y silencio diplomático, en la que se permitía criticar el hecho de que la diplomacia española, y las asociaciones de nuestra profesión no se hubiesen manifestado en contra del proyecto de amnistía que el PSOE ha pactado con sus socios de investidura. Un acto impropio de un funcionario en activo por el que entiendo ha sido debidamente sancionado.

Mucho lamento que los compañeros jubilados que han dado su firma a alguno de esas incendiarias soflamas -o a ambas- se hayan sumado a la perniciosa campaña de deslegitimación que las bicéfalas extremas derechas PP/Vox han montado con la entusiasta colaboración de los sectores más reaccionarios de los medios de comunicación, los de ciertos sectores judiciales, policiales y. por lo que veo y lamento, también de algunos diplomáticos.

No es casual que esa campaña tan feroz tenga sus secuelas en los aquelarres de energúmenos nazis y franquistas que hemos presenciado en la madrileña calle de Ferraz...

Me parece legítimo discutir sobre la constitucionalidad o no que tendría una ley de amnistía aprobada por las Cortes Generales. Mi modesta opinión es afirmativa, coincidiendo con juristas de tanto prestigio como José Antonio Martín Pallín, Javier Pérez Royo, Joaquín Urías o Nicolás Sartorius, entre otros. Otros juristas no menos prestigiosos mantienen opiniones contrarias. Y nada tengo que objetar a ello. En todo caso el Poder Legislativo corresponde a las Cortes Generales, que deberán, llegado el caso, someterse al control de lo que dictamine el Tribunal Constitucional, y que todos deberemos acatar.

Especialmente relevante es el hecho de que si se aprueba la amnistía se desjudicializaría el conflicto catalán, devolviéndolo al ámbito de la política, del que nunca debió salir.

En la última frase del comunicado-manifiesto de los 61 se formula un dramático llamamiento al Gobierno –al que ya dan por investido– para que "abandone las amistades peligrosas con los enemigos de España (sic)... y trate de llegar a acuerdos de Estado con el Partido Popular".

El problema, queridos compañeros, es que os equivocáis de enemigos. Los verdaderos "enemigos de España" , los enemigos de los españoles y las españolas, son aquellos que aborrecen la realidad de nuestro país común y diverso, con distintas comunidades nacionales, distintas lenguas, distintas creencias o no creencias religiosas, distintas orientaciones sexuales, distintas procedencias y orígenes étnicos... Son aquellos que odian la democracia, a la que utilizan únicamente para socavarla y para destruirla. Aquellos que ansían devolvernos a los negros tiempos del franquismo que destrozó vuestras juventudes y la mía; los que predican el odio al diferente, el fanatismo y el culto a la violencia.

Sois vosotros, queridos compañeros, los que deberías pedirle al Partido Popular que acepte el hecho de que ha perdido las elecciones, pues carece de mayoría para gobernar, y ,- en vuestras propias palabras, que "abandone las amistades peligrosas con los enemigos de España", cuya principal organización se llama Vox, que pretende resucitar la dictadura más odiosa y siniestra de nuestra historia.

Os aseguro que mientras yo viva y en lo que de mi dependa, NO PASARÁN. Con un abrazo y mis deseos de salud y República.

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