1. Las elecciones, como las contiendas deportivas, abusan del lenguaje competitivo. Ganar, perder o empatar son conceptos absolutos que sentencian pero apenas explican la realidad que subyace tras los números. Imanol Pradales levanta los brazos al franquear la línea de meta y jura que ha ganado las elecciones porque suma el mayor número de votantes, pero todo el mundo sabe que la procesión va por dentro. El PNV se ha dejado cuatro parlamentarios en la gatera. Ahora EH Bildu lo mira de tú a tú y el PSE, hinchado con dos nuevos escaños, va a cobrarse su precio en el reparto del pastel gubernamental. Llamadlo victoria pírrica, llamadlo precario alivio.
2. Empate inédito, repiten una y otra vez los titulares más estridentes. Pero en la noche electoral de EH Bildu olía a confeti y adrenalina. Arnaldo Otegi añade a la calculadora los escaños navarros y en el cómputo global el PNV queda a la zaga. Además, los nuevos mapas electorales se han teñido de azul turquesa, el color de la coalición, que avanza desde su trincheras guipuzcoanas y ha absorbido ya buena parte de Araba y Bizkaia. Las voces peneuvistas quitan hierro al asunto y dicen que EH Bildu no ha cumplido sus expectativas ni ha alcanzado la victoria que le auguraban algunas encuestas. Todo depende del cristal con que se mire.
3. Quizá no importan tanto los resultados como las tendencias. Cualquiera diría que gobernar desgasta y por eso el PNV se resiente elección tras elección. Sin embargo, Sánchez recibió el respaldo del electorado vasco en los últimos comicios generales y el PSE, aliado gubernamental del PNV, no solo no pierde fuelle sino que levanta tímidamente la cabeza. ¿Cómo gestionarán los jeltzales su inercia descendente? ¿Qué dirán aquellos que sacrificaron a Urkullu para reflotar al partido sin que el partido haya terminado de reflotarse? ¿Habrá cruces públicos de cuchillos como el que protagonizaron Iñaki Anasagasti y Koldo Mediavilla tras el traspiés de las últimas elecciones municipales y forales?
4. Quizá no importan tanto las tendencias como el alcance de las tendencias. EH Bildu reclama para sí un crecimiento sostenido y sostenible. Nadie quiere pensar ahora en la trayectoria explosiva de Podemos, que de un día para otro se convirtió en la fuerza más votada de la Comunidad Autónoma Vasca y ahora desaparece de golpe del Parlamento. Hay que crecer poco a poco para que siempre quede algún margen de mejora. La campaña de Pello Otxandiano se ha acogido a la metáfora del xirimiri, esa lluvia microscópica que solo con el tiempo nos termina mojando. Pero ¿hasta cuándo? ¿Qué capacidad tiene EH Bildu de mantener su racha creciente y romper los muros inexpugnables de Sabin Etxea?
5. La izquierda confederal está obligada a renacer sobre sus propias cenizas. No se trata de abusar de la autocrítica ni flagelarse públicamente ante una estrategia infructuosa y unos resultados raquíticos. Tampoco se trata, desde luego, de caer en complacencias de poco fundamento. Dice Ernest Urtasun que Sumar antes no estaba en el Parlamento vasco y ahora sí lo está. Esa explicación tan pobretona contrasta con el discurso más realista del único parlamentario electo de la formación rosa, Jon Hernández, que reconoce los réditos escasos y llama a la reflexión. Ocurre que Hernández pertenece a la familia vasca de IU. Y ocurre que ahora IU pone en duda la viabilidad de Sumar.
6. Tanto Sumar como Elkarrekin Podemos han desplegado una campaña de absoluto antagonismo contra el PNV tratando de replicar la lógica estatal de bloques en clave de izquierda y derecha. Era un juego arriesgado. Homologar al PNV con una derecha dura mientras Aitor Esteban sostiene el gobierno de Sánchez en Madrid entraña cierta contradicción discursiva. Para que haya un cambio de colores en los territorios vascos hay que conocer y aceptar la naturaleza gaseosa de los jeltzales, que juegan a partido atrapalotodo, pactan con quien se tercie y lo mismo presumen de agenda social que tiran de ayusismo fiscal y privatizaciones.
7. ¿Y la derecha nacionalista española? Ah, sí. El PP gana un escaño tras una campaña contra la Renta de Garantía de Ingresos y contra los socios de Sánchez en Madrid. En la medida en que PNV y PSE suman mayoría, Javier de Andrés cuenta con una escasa fuerza negociadora. Por otro lado, Vox conserva su única parlamentaria gracias a un núcleo duro alavés, pero tendrá que resignarse a una nueva legislatura de ostracismo y marginación parlamentaria. En definitiva, Feijóo y Abascal pueden darse con un canto en los dientes pero su capacidad de incidencia en el juego de mayorías seguirá siendo testimonial e imperceptible. Al menos de momento.
8. ¿Y ahora qué? Ahora vuelve la burra al trigo. Con toda probabilidad, el PSE reclamará nuevas áreas de gobierno. "¿Tomará Igualdad?", se preguntan con recelo en las filas feministas. "¿Querrá Educación?", se preguntan los militantes de la lengua vasca. Pero la madre del cordero sigue temblando en muchos otros departamentos. En la renqueante Osakidetza y sus listas de espera. En una Ertzaintza a ratos descontrolada que entra como una apisonadora contra las protestas laborales. En las políticas de vivienda que avanzan entre leyes incumplidas y recursos judiciales mientras muchos de nuestros pueblos y ciudades se vuelven cada vez más caros e inhabitables.
9. No, en serio. ¿Y ahora qué? Casi se me olvidaba que la noria democrática seguirá girando en otras latitudes. Para empezar, veremos cómo se desenvuelve la papeleta electoral catalana y cómo resuelve Pedro Sánchez el jeroglífico del PSC y su maridaje con las formaciones independentistas. Después veremos qué temperatura refleja el termómetro europeo, pues habrá quien quiera interpretar los próximos comicios en clave estatal, Sánchez contra Feijóo, el bloque plurinacional contra el bloque derechista. Pero eso es harina de otro costal. Ahora más vale que tomemos aire porque las urnas y los candidatos ni descansan ni nos dejan descansar.
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