Dominio público

Tocata ¿y fuga? de un narco en la Costa del Sol

Ana Pardo de Vera

Una imagen de la serie 'Marbella'.- MOVISTAR PLUS+
Una imagen de la serie 'Marbella'.- MOVISTAR PLUS+

El líder de la Mocro Mafia, Karim Bouyakhrichan, está desaparecido porque un juez de la Audiencia Provincial de Málaga decidió que no había riesgo de fuga y era suficiente con retirarle el pasaporte, con que hiciera acto de presencia cada cierto tiempo y ponerle una fianza de 50.000 euros (al líder de una mafia que factura miles de millones gracias al crimen organizado) Un genio en los juzgados, en el mejor de los casos; la fuga de un narcotraficante, también en el mejor de los casos. Sea como sea -y es posible que nunca lo sepamos-, el binomio Costa del Sol y crimen organizado es solo la punta del iceberg de la impunidad del narcotráfico en España.

Cuando escuché la noticia de la fuga de este sujeto, la relacioné inmediatamente con el estreno de Marbella en Madrid, en la noche del martes, la serie que se podrá ver en Movistar Plus+ a partir del 2 de mayo. Por un momento, pensé que aquello podía ser solo la perfecta promoción del trabajo de Dani de la Torre y Alberto Marini, que se ha inspirado en la investigación de los periodistas Nacho Carretero y Arturo Lezcano publicada en El País en 2021. La serie Marbella, protagonizada por Hugo Silva y cuyos seis capítulos he visto sin darme tiempo a respirar, es ficción, pero está pasando, y a la noticia de la fuga de Bouyakhrichan me refiero.

Les recomiendo que vean Marbella, porque además de sus interpretaciones y reparto, los claroscuros de una ciudad con varias capas inteconectadas y la adrenalina que supura, es el retrato preciso de una sociedad ostentórea (Jesús Gil) con una dimensión de la que se han desentendido las instituciones, salvo para mantener unos mínimos de decoro, supongo. No hay recursos suficientes para los juzgados o las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en la inútil -en mi opinión- lucha contra las drogas, pero sí existe un poderoso narco de orígenes múltiples generando una economía sumergida, profusa y arrolladora, en zonas deprimidas, y no solo: según el último registro del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre el consumo de los hogares, los españoles nos gastamos 8.222 millones de euros en narcóticos, y estos son los datos oficiales que en temas de consumo ilegal, como las cifras de detenciones y las incautaciones, solo son la punta del iceberg de un negocio puesto a disposición de los criminales en Europa y el resto del mundo. La cocaína, por distintas causas, que tienen que ver con el aumento de plantaciones en Latinoamérica y, por tanto, la bajada de precio, entre otras, es hoy la droga estrella en Europa, en España, en la Costa del Sol, en Marbella. 

Desde las instituciones, nos hablan (poco) de incautaciones puntuales -algunas, exorbitadas-, de detenciones más o menos importantes, de presuntas fugas como la de Bouyakhrichan, que nos ha dejado o en el ridículo más absoluto en Europa o en la peor de las consideraciones a todos los niveles; nunca lo sabremos, aunque lo intuyamos. Lo cierto es que del operativo holandés para garantizar, por ejemplo, la detención y retención del antecesor de Bouyakhrichan al frente de la Mocro Mafia, hemos pasado a un tribunal de Málaga que ha considerado que el buen hombre -que amenazó de muerte a la heredera al trono o al primer ministro de Países Bajos, donde este grupo criminal controla un imperio- no iba a fugarse y lo dejó en la calle, después de los cinco años que la Policía tardó en cogerlo.


Quedan las advertencias de unas fuerzas policiales superadas por la envergadura de las mafias que conviven, se organizan y penalizan conforme a su propia ley del macro-negocio ilegal; quedan las investigaciones periodísticas, como las que inspiran Marbella, la serie, y aun con el riesgo que conlleva indagar en estos grupos que cuentan con una complicidad institucional y ciudadana que no alcanzamos a cuantificar, pero que está, porque sin ella, no hay mafia. De momento, en Marbella, la ciudad, hay una alcaldesa del PP vinculada al narco, cómo no. Alguien tiene que llevar la bandera de "la ONU del crimen organizado" (Nacho Carretero) y en Marbella, la ciudad, no se disimula: se alardea.

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