Dominio público

Guerra en Ucrania, estancamiento en el frente e institucionalización de los bloques

Ruth Ferrero-Turrión

Profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la UCM.

Cumbre del G7.-EFE/EPA/GIUSEPPE LAMI
Cumbre del G7.-EFE/EPA/GIUSEPPE LAMI

Durante las últimas semanas, antes y después de las elecciones al Parlamento Europeo, se ha asistido a un ingente movimiento diplomático al tiempo que sucedían una serie de noticias en relación con la guerra en Ucrania que no han tenido la atención que hubiera sido deseable. Porque claro, la guerra continúa en la frontera oriental de la UE y si bien en España se ve como algo lejano, al contrario de lo que sucede con la masacre de Gaza, sin embargo, tiene y tendrá repercusiones en el corto, medio y largo plazo, también aquí.

La guerra en Ucrania había llegado a un punto de no retorno en el mes de marzo. Con los fondos norteamericanos bloqueados y el ejército ruso avanzando lento pero seguro de nuevo en la región de Jarkiv. La situación para los ucranianos era crítica dada su escasez de suministros militares y de tropas. En ese momento, Zelenski remodelaba su gobierno y pedía de manera desesperada más defensas antiaéreas a sus aliados occidentales. También entonces era uno de los momentos de máxima tensión en Gaza y la opinión pública norteamericana comenzaba a presionar a la Casa Blanca. Pues bien, fue entonces cuando el Congreso de EEUU aprobó un paquete de ayuda que llevaba bloqueado desde noviembre, por un monto de 95.000 millones de dólares y que iría destinado a tres lugares donde existen claros intereses geopolíticos: Ucrania, Israel y Taiwán. Tres geografías, tres casuísticas y un solo interés, el de la hegemonía norteamericana. De las tres partidas, sin embargo, la que mayor reticencia despertó por parte de los congresistas fue la destinada a Ucrania, con 311 votos a favor y 112 en contra.

Luego llegaría mayo y con él la firma de distintos acuerdos bilaterales en materia de cooperación militar por parte de Ucrania, entre otros, con España (1000 M€); pero también las declaraciones de Macron sobre el desplazamiento de tropas europeas a Ucrania o del Secretario General de la OTAN, Stoltenberg, dando luz verde a la posibilidad de que Ucrania utilizara armas de los aliados en suelo ruso. Los acontecimientos y los discursos en el bloque occidental se aceleraban a un ritmo que no se había visto desde marzo de 2022. También las grandes empresas de armamento han revitalizado su producción, en el marco de la nueva estrategia industrial de defensa europea lanzada en marzo. Así, no es raro comprobar cómo el avance hacia la mayor militarización de Europa es ya un hecho, tal y como atestigua, por ejemplo, la reciente inauguración de una nueva fábrica de misiles del gigante industrial noruego Kongsberg Gruppen KOG.OL o la construcción de una nueva fábrica de municiones en Unterlüß, en el norte de Alemania, a cargo de la empresa alemana de defensa Rheinmetall.

Mientras en el frente todo ha continuado estancado, si bien es verdad que con la llegada del dinero norteamericano también se ha notado una vuelta a la ofensiva por parte ucrania que se ha materializado en multitud de ataques con drones hacia infraestructuras energéticas rusas, especialmente refinerías de petróleo. En todo caso, sin claros avances territoriales para ninguna de las partes.


Y con este escenario de fondo, durante las últimas semanas se ha visto cómo los marcos diplomáticos se han reactivado a través de distintas iniciativas. Iniciativas que lo que hacen es, especialmente, reforzar la configuración de bloques. De un lado, el norte global u occidental, de otro China y buena parte del Sur Global. Así se ha asistido a las distintas reuniones bilaterales y multilaterales a las que ha asistido el presidente ucraniano. Zelenski no sólo ha viajado a lo largo y ancho del planeta para hacer valer su causa, sino que también ha acudido a reuniones de carácter multilateral como el G7 o de tipo más simbólico como ha sido la conmemoración de los 80 años desde el desembarco de Normandía, en ambas, por cierto, ocupando el lugar en el que otrora estuvo presente Moscú. Por su parte, Putin también ha hecho los deberes. Se ha reunido con algunos de sus principales socios estratégicos. Con Xi Jinping lo hizo en mayo, apenas un año más tarde de la última visita de Putin a China, lo que demuestra un alineamiento reforzado entre ambos países. En junio lo ha hecho con otro de sus aliados estratégicos, Kim Jong-un, donde ha cerrado un acuerdo de defensa mutua; un acuerdo en el que uno se compromete a enviar municiones a Ucrania, y el otro a proveer de combustible, divisas y alimentos para la población de Corea del Norte.

El refuerzo de las alianzas intrabloques significa necesariamente una mayor separación y un menor espacio de diálogo con el resto. Así lo atestigua la nueva guerra comercial que se ha abierto en estos días entre la UE y China, coche eléctrico frente a carne de cerdo. Y en este contexto se celebró también en estos días la Cumbre sobre la Paz en Ucrania en Lucerna. Para unos un éxito de asistencia, para otros no tanto. De las 160 invitaciones a países que se enviaron sólo 93 asistieron, además de organizaciones internacionales. En cuanto al resultado final, a la luz de las adhesiones y las ausencias no parece que se hayan podido cumplir los objetivos que se perseguían, que fundamentalmente eran el de renovar el apoyo manifestado por una gran mayoría de países en la Asamblea General de Naciones Unidas condenando la invasión rusa de 2022. Entre los que no firmaron la declaración final Brasil, India, Sudáfrica y México, así como tampoco Indonesia, Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos.  Este apoyo, a la luz de los datos, no se ha revalidado.

Nadie, absolutamente nadie a estas alturas esperaba que en esta cumbre se alcanzara un acuerdo de paz, ¿cómo podría ser posible sin la presencia de una de las partes implicadas, que es Rusia? ¿Cómo podría ser sin la presencia de uno de los países determinantes en la escena internacional, como es el caso de China? Sin embargo, lo que sí se constataron fueron algunas dinámicas que ya sí parece que se consolidan. Por un lado, los países europeos han formado un bloque muy sólido contra la posición de Rusia; el resto de los países de otras regiones aparecen más divididos y consideran que ambas partes deben de ceder. Por su parte, Ucrania y Rusia rechazan cualquier concesión en el momento actual. La institucionalización de las alianzas intrabloques les refuerza y anima a continuar la guerra. Mientras tanto, la guerra sigue en Ucrania.

 

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