Eva García Sempere
Recientemente hemos sabido del brutal ataque del gobierno de Michel Temer, en Brasil, a la Amazonía. Estamos ante la culminación de una serie de medidas dirigidas a esquilmarlos recursos naturales de Brasil, acabando con el modo de vida de las comunidades indígenas, poniendo en riesgo a toda la población brasileña y, en definitiva, comprometiendo el futuro de todas las personas que habitamos el planeta. Todo esto para acabar con la soberanía de Brasil y con sus reservas estratégicas al dictado de los intereses de las patronales mineras y del agronegocio, verdaderos mandatarios del gobierno brasileño.
Por hacer un breve repaso de algunas de las últimas iniciativas llevadas a cabo por el presidente Temer, y así poder entender qué se trae entre manos su gobierno, hay que señalaren primer lugar la anulación del decreto que reconocía como propiedad de los Guaraní un área de 512 hectáreas en el Estado de Sao Paulo, alegando que la demarcación de esta reserva debería haber sido concluida en 1992. Bajo esta excusa el gobierno no solo no impulsa nuevas medidas de protección de las reservas indígenas, sino que esresponsable directo de la eliminación de derechos ya conquistados y, por tanto, del ataque a los pueblos originarios. Esto le ha valido a Temer la denominación del "presidente más anti-indígena desde la dictadura militar" y el contundente rechazo de distintas ONG así como del Consejo Misionero Indigenista (CIMI), quien recuerda en un informe reciente el asesinato de 390 líderes guaraní-kaiowás entre los años2003 y 2014, entre otros ataques. 49 personas comprometidas con la protección del medioambiente fueron asesinadas solo en 2016 en Brasil.
El porqué de la eliminación o desplazamiento de las poblaciones se entiende muy bien en cuanto se analizan otras medidas reclamadas desde el lobby ruralista del agronegocio, que están contando con el gobierno Temer para ser llevadas a cabo. Hace pocos meses el Ministerio de Medio Ambiente de Brasil ha propuesto abrir para la tala unas 350.000 hectáreas protegidas de la selva amazónica, reduciendo en más de un cuarto la zona de máxima protección de la Selva Nacional de Jamanxin, en la región de Pará. De ser aprobado, se trataría de legalizar el robo de tierras para regalarlas a los intereses mineros y la agroindustria, quienes no quieren en sus tierras ninguna comunidad que "estorbe" a sus negocios. Temer paga, así, los favores recibidos desde el lobby ruralista para conseguir llegar al gobierno.
Llegamos entonces a la noticia que nos dejó heladas la semana pasada: el 23 de agosto, el Diario Oficial de Brasil publicó el Decreto que extingue la Reserva Nacional de Cobre y sus asociados (RENCA). Dicha extinción permite la creación de explotaciones mineras en una reserva de casi cuatro millones de hectáreas, que había sido delimitada en 1984 entre los Estados de Pará y Amapá, donde se encuentran nueve áreas protegidas de gran biodiversidad y dos territorios indígenas de las etnias Aparai, Wayana y Wajapi. Lo que lleva a tomar una decisión tan descabellada no se le escapa a nadie: mucho oro, manganeso, hierro y cobre.
Como suele suceder en estos casos, la excusa utilizada por el gobierno de Brasil es incentivar la actividad económica. Un clásico. Y por supuesto alegar que no se afectará la protección de la fauna y flora, lo cual es así en lo formal. Pero como señalan distintas personas expertas, grupos ecologistas y en general nos indica la experiencia, el impacto de la construcción de grandes explotaciones mineras nos pone sobre la mesa conflictos entre estas actividades, la conservación de la biodiversidad y los pueblos indígenas. La explotación minera conlleva deforestación, pérdida de la biodiversidad y puesta en peligro de los recursos hídricos, además de conflictos con la actividad agraria tradicional así como amenaza a pueblos indígenas y su modo de vida. Y es que de lo que estamos hablando es de abrir la puerta a la actividad extractiva afectando a nueve áreas protegidas de alto valor ecológico: el Parque Nacional Montañas del Tumucumaque, los Bosques Estatales del Parú y de Amapá, la Reserva Biológica de Maicuru, la Estación Ecológica del Jari, la Reserva Extractiva Rio Cajari, la Reserva de Desarrollo Sostenible del Río RíoIratapuru y las Tierras Indígenas Waiãpi y Río Parud’Este. Un informe del WWF indica, asimismo, que sería un área de protección integral, la Reserva Biológica (Rebio) de Maicuru, la principal afectada por los intereses mineros en cobre y oro.
Abrir amplias zonas del Amazonas a la explotación minera al agronegocio, a las talas...no resolverá la crisis económica. O al menos no lo hará para la mayor parte de la población brasileña, que no son accionistas mayoritarios en grandes transnacionales de dichos sectores.
Por una parte, Brasil podría dejar de percibir la ayuda de 118 millones de dólares que aporta Noruega en concepto de lucha contra la deforestación, dado que no se están cumpliendo los objetivos de reversión de pérdida de selva tropical.
Noruega tiene claro que la protección de la Amazonía, el mayor pulmón del mundo, es vital para la lucha contra el cambio climático y es algo que nos compete al resto de países, no sólo a Brasil. Pero si los objetivos de frenar la deforestación no se consiguen y, al contrario, se agudizan con medidas gubernamentales como estas, tienen igual de claro que retirarán su importante ayuda económica.
Por otra parte, la actividad económica de multinacionales en el territorio del Amazonas no parece que vaya a ser determinante para la economía de los brasileños en un país donde los tributos que pagan las mineras a los estados amazónicos son ridículos. El impuesto a las ganancias asciende al tres por ciento; los royalties que se pagan rozan apenas ese mismo porcentaje.
Y por último, ha de señalarse que contra lo que pretenden hacernos creer esto no es un debate que enfrente el desarrollo y el bienestar económico/social con la protección ambiental. Ese debate interesado y maniqueo es falso desde el primer momento en que analizamos las políticas sociales de los gobiernos que establecen decretos y acciones parlamentarias contra la protección ambiental. Como muestra, un botón:
Después de 31 años, Brasil enfrentó a finales de abril una huelga general contra la reforma laboral y de pensiones, apoyada incluso por la Confederación Nacional de Obispos de Brasil. Y, ¿por qué esa huelga? La aprobación de la reforma laboral de Temer significa el fin de la negociación colectiva, se institucionaliza la precariedad, se permiten jornadas laborales de 12 horas, la renuncia a vacaciones, los sueldos a la baja o el trabajo sin contrato.
Pero siendo esta reforma de impacto dramático entre las capas populares y trabajadoras, las modificaciones relativas al sistema de pensiones no lo son menos: se aumenta la edad mínima obligatoria de jubilación, se incrementa asimismo el tiempo mínimo de contribución para recibir la pensión completa y se modifica la forma de calcular el valor del beneficio.
Es decir, que no existe la famosa dicotomía entre bienestar social y protección ambiental. Existe, eso sí, intereses muy fuertes por parte de las multinacionales del agronegocio, la industria y la minería para enfrentarnos en la lucha a quienes defendemos que sólo desde políticas integrales de protección ambiental, social y respetuosas con las poblaciones tradicionales podremos hablar de un futuro para Brasil o cualquier otro país del planeta. Y, como las medidas de tinte oligárquico justificadas en supuestos beneficios sociales a corto plazo suelen significar el desastre a largo plazo, preferimos apostar por el diálogo y la búsqueda de iniciativas económicas que no signifiquen comprometer los recursos ni nuestro futuro.
La protección del Amazonas, la lucha por un sistema económico que esté absolutamente atravesado por la conservación de los recursos y la ecología social es una batalla en la que estamos todas incluidas sin excepción. Porque como escribió el poeta inglés John Donne, "ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti."
Comentarios
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